Largas filas, esperas de más de cuatro horas y mucho calor, es lo que tuvieron que aguantar ayer las miles de personas que acudieron a recibir su tercera dosis de vacuna contra la Covid-19 en el Lienzo Charro, en Santa Rosa Jáuregui.
La odisea para quienes buscan completar su esquema de vacunación o acuden por una primera o segunda dosis inicia desde el libramiento Norponiente, pues las filas para encontrar un lugar de estacionamiento en la orilla de la carretera son extensas, a pesar que dentro del recinto hay espacio para aparcar.
El recinto no estaba planeado originalmente como sede de las jornadas de vacunación en el municipio de Querétaro, pues ya se había designado el estadio Corregidora para tal propósito. Sin embargo, el torneo de futbol, primero, y luego los hechos violentos en el coso del Cimatario el pasado 5 de marzo, obligaron a buscar una sede alterna.
El tránsito en las inmediaciones del Lienzo Charro es lento. Los automóviles de quienes acuden a vacunarse ocupan parte del acotamiento. Quienes ahí aparcan deben emprender la caminata hasta el recinto destinado a la vacunación, o hasta donde llega la fila para ingresar.
Para quienes se estacionan dentro del Lienzo Charro, es emprender la caminata hasta el final de la fila, que a temprana hora es hasta las inmediaciones del Libramiento Norponiente. A veces avanzan rápido. En ocasiones la fila se detiene unos minutos.
Una complicación más se suma para quienes acuden a vacunarse: el transporte público hasta la zona es escaso. En el estacionamiento del Parque Bicentenario los autobuses que brindan servicio a la zona esperan a llenarse para llevar a las personas a 5 de Febrero y otros destinos más céntricos de la capital queretana.
Para refrescarse hay puestos de aguas, refrescos y alguna que otra fritura. Incluso, los elementos de la Guardia Nacional que apoyan en labores de vigilancia acuden a los mismos para comprar un antojo, para “engañar” al hambre, mientras llega la hora de la comida.
Un módulo móvil, habilitado en un camper, brinda servicio de impresión de solicitudes de vacunación. Una impresión que en una papelería costaría no más de tres pesos, se cobra en 15 pesos. El olvido tiene su precio.
La vendimia de comida, bebidas y copias, benefician a los comerciantes que ven entre quienes van inmunizarse una oportunidad de negocios.
Los ciudadanos en su tercera década de vida deben esperar de manera paciente bajo el rayo del sol su turno. Algunos, los más previsores, llevan sombrillas.
Poco después de las 13:00 horas quienes aún permanecen en la fila son informados que se acabaron las vacunas, que debe regresar al siguiente día. Hay molestia, reclamos, pero al final deben acatar. No hay de otra.
Para quienes llegaron temprano, la espera es larga. La fila es para llegar al lugar donde los integrantes de la Brigada Correcaminos reciben los comprobantes de vacunación en segunda dosis; corroboran la identidad del portador vía credencial de elector y los hacen pasar a otra fila, la última antes de ocupar las sillas dispuestas para aplicarles la vacuna, que están al interior del Lienzo Charro.
En el exterior se ubica otro espacio para vacunar a los rezagados. Ahí se mezclan diferentes generaciones.
Un médico explica a los ciudadanos que acuden a vacunarse el procedimiento; mientras que otro integrante de Correcaminos les explica cómo llenar sus formatos de vacunación, haciendo énfasis en el lote y nombre de la vacuna. La aplicación es rápida. Unos minutos después les preguntan si experimentaron algún malestar. Cuando las respuestas son negativas, les piden que levanten los brazos sobre sus cabezas y a los costados. Después, les dicen cómo desalojar la zona.
El personal de Salud trabaja a marchas forzadas. Apenas tienen tiempo de un breve descanso entre aplicaciones de las vacunas. El tiempo y la cantidad de personas apremian.
Las filas siguen rodeando el Lienzo Charro. La gente, mientras espera, puede ver el abandono del lugar. Las zonas utilizadas para las suertes ahora están llenas de yerba. Una de las lonas que presuntamente daría sombra está desgarrada y la estructura color blanco ya cede en muchos lugares al óxido y cruje con el viento. “El elefante blanco de Roberto Loyola”, dice una de las personas que espera su turno.
Son casi las 13:00 horas y la fila aún es extensa. Aunque a esa hora muchos ciudadanos son invitados a regresar al otro día. Para quienes sí alcanzan el biológico, la espera se prolonga por lo menos otra hora y media. Todo sea por la normalidad o regresar medianamente a la normalidad.