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Llegan en familia, con compañeros de trabajo o en solitario. Como cada año, los trabajadores de la construcción y ahora también de otros oficios, acuden al templo de La Cruz este 3 de mayo para dar gracias por el trabajo y para pedir protección en su oficio.
A mediodía se realiza una Eucaristía. Los feligreses apresuran el paso para entrar a la celebración y recibir la bendición.
“Veneramos a la Cruz. Nosotros nos sentimos católicos, entonces cada año nos sentimos con la necesidad y la obligación de mantener la devoción y comenzar cada día el trabajo con la bendición”, dice uno de los asistentes que apresura el paso para llegar a la misa del mediodía.
Afuera el calor es intenso. Dentro del templo, a pesar de estar lleno, la temperatura es menos calurosa. Escuchan la liturgia con atención.
Javier Bautista se dedicó a trabajar en la construcción durante 60 años. Lo acompaña su hija, su yerno y su nieta. Javier va en silla de ruedas, dos accidentes laborales, hace 10 años, lo mantienen en esa condición.
Llega cuando la Eucaristía ya tiene unos minutos de iniciada. Permanece en la parte de atrás del templo. Participa en la misa de manera devota, y escucha con atención la homilía.
Tras la misa, Javier comenta que todo le gustó de su trabajo, desde la mampostería hasta poner tabiques, los colados. Narra que una ocasión cayó de un andamio. Luego cayó de una escalera, que fue cuando se rompió los pies, quedando postrado en la silla de ruedas.
Eso no impide que cada año acuda a La Cruz. Es una tradición que tiene desde la niñez y que ahora, como hombre mayor sigue conservando.
Las cruces que llevan los devotos son variadas. Son desde las sencillas, hechas con madera de la misma obra, hasta piezas artesanales originarias de otros estados y que acompañan en talleres desde décadas atrás.
Una mujer llega apresurada al templo. Lleva una cruz de madera color blanco y un ramo de flores. Se apresura a ponerle las flores para embellecerla y recibir la bendición al final de la misa.
Hay quienes llegan con sus compañeros de trabajo. Muestran orgullosos sus cruces, llenas de flores, barnizadas y “enchuladas” para la festividad.
El común denominador de todos es que llegan con fe y devoción al templo.
Desde temprana hora los trabajadores de la construcción y otros devotos acuden para bendecir sus cruces, participar en la Eucaristía y regresar a sus trabajos. En algunos casos les dan el día, trabajan media jornada, o los patrones les organizan una comida.
Antes sólo se veía a hombres trabajadores de la construcción. Actualmente, son más las mujeres que se unen a este rubro de la economía y que acuden también a La Cruz.
Durante la homilía de la misa del mediodía, el padre oficiante, fray Orlando Gómez Ramírez, rector del Santuario de la Santísima Cruz de los Milagros, explica porqué hay dos festividades de La Cruz, una el 3 de mayo y otra el 14 de septiembre.
La conmemoración de la Santa Cruz el 3 de mayo es para recordar cuando Santa Elena, en el siglo III va en búsqueda de las reliquias de la Pasión de Cristo, por inspiración divina a Jerusalén. En esta fecha se conmemora que se encontraron los leños que formaron la cruz de Cristo, así como los clavos y otras reliquias.
Mientras que el 14 de septiembre se celebraba la Exaltación de la Santa Cruz, cuando la cruz, en el siglo VI, es robada del templo de Jerusalén, y después es devuelta nuevamente. En esa fecha se celebraba que la cruz había sido recuperada.
“El Concilio Vaticano sólo quiso que se quedara una sola celebración, la del 14 de septiembre, pero la Conferencia del Episcopado Mexicano pidió que esta fiesta se celebrara el 3 de mayo, por un gran arraigo de nuestro pueblo, por una gran devoción por este leño santo en el que Cristo murió y padeció por todos nosotros.
La iglesia concede este privilegio a México, a Colombia y a otros países que celebran con gran fe y devoción la Exaltación de la Santa Cruz. También la celebramos porque existe una gran devoción entre los trabajadores, no sólo aquellos de la construcción, sino de otros muchos obreros y trabajadores que tienen este signo sagrado en sus centros de trabajo y en los cuales se encuentra la presencia de Dios, su auxilio y su gracia para realizar sus trabajos”, explica.
Concluye la misa y los feligreses abandonan el templo. Algunos lo hacen de prisa, deben volver al trabajo. Otros lo hacen con más calma, tranquilos. Cargan su cruz de madera, decorada con flores, mientras que el resto del año cargan su cruz diaria, su trabajo, que si bien lo hacen con gusto, a veces es agobiante, pesado y demandante. Pero es la cruz, y la cargan también con gusto.