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Desde hace 27 años, Juana Álvarez se dedica a la venta de rosas; originaria de El Organal, comunidad productora de esta flor, todos los días llega al mercado Josefa Ortiz de Domínguez, La Cruz, en el municipio de Querétaro.
Sus jornadas de trabajo comienzan desde las primeras horas del día, para trasladarse de la comunidad sanjuanense a la capital del estado.
Al mercado llega aproximadamente a las 8:00 de la mañana, luego de trasladarse de El Organal a la Terminal de Autobuses de Querétaro.
Tras casi tres décadas de dedicarse a la venta de rosas, Juana comparte que este oficio le ha permitido dar sustento económico a sus hijos.
“Vengo de El Organal, en San Juan del Río, ahí cultivan las rosas, de ahí son los invernaderos, de allá soy. Voy y vengo diario; diario voy a la central, en los autobuses; ahora ya no puedo transportarme en los taxivanes (transporte colectivo urbano), ya tengo que ocupar un taxi, por mis pies que ya me duelen mucho, pero, bendito sea Dios, de estas flores saqué a mis hijos adelante”, menciona.
Mientras acomoda sus rosas, ella recuerda que sus hijos eran pequeños cuando comenzó a trabajar en esta actividad. Sin embargo, el inicio no fue fácil, por el contrario, le tocó vivir complejos momentos cuando los inspectores la restringían por vender en la vía pública.
Las primeras ocasiones —antes de vender en el mercado— emprendía una andanza por diversas calles, llevando consigo sus rosas; las prolongadas caminatas le permitían ir encontrando clientes en su camino.
“Ya no podría caminar como para andar repartiendo en las calles. Cuando empecé caminaba muchísimo, aquí me venía un ratito, surtía a unos clientes y me iba a caminar, pero ahorita una ya no puede caminar, por eso le agradezco mucho al gobierno del estado que nos ha dado la oportunidad de trabajar, sí lo agradezco porque ya tengo muchos años aquí. Al principio sí sufrí mucho”.
Anteriormente, cuando acudía al mercado, casi seis años se instaló en las inmediaciones de este lugar, donde también se colocaban vendedoras de verduras.
Tras constantemente ser retirada de los puntos en los que se establecía para vender, acudió con autoridades locales para solicitar que le permitirán instalarse en uno de los accesos al mercado, donde permanece hasta ahora: en la esquina entre las calles Gutiérrez Nájera y 15 de mayo, a un costado de un puesto de periódicos.
“Allá en la esquina duré seis años, con las señoras que venden los nopales, aquí (donde actualmente se instala) tenía un buen rato, pero me corrían y me corrían y ya duré seis años, hasta que fui a hablar porque ya tenía mucho tiempo, que había empezado aquí, pero me habían corrido para allá y ya me dieron permiso de estar aquí, porque no me daban permiso. Pago mi plaza, lavo mi lugar antes de irme, tiro mi basura hasta el contenedor para que todo esté limpio y me dejen trabajar”.
Aun con la presencia de la lluvia, del frío, del sol, cual sea el clima, diariamente llega hasta este punto del mercado La Cruz para comercializar sus rosas.
“Haga frío, llueva, aquí estoy a diario, por eso mis clientes me buscan porque saben que hay flores seguras. Son muy frescas”, resalta.
Juana procura levantar su puesto hasta que ha terminado de vender sus flores, esto le garantiza diariamente traer rosas frescas, lo que resulta evidente al observarlas.
No obstante, tras la pandemia de Covid-19 sus ventas disminuyeron, recuerda los complejos momentos en los que tuvo que confinarse y levantar su puesto.
“Ahorita las ventas están flojas, la epidemia nos dejó mala economía, a mí también me levantaron, me dijeron que me fuera a guardar, que no podría estar trabajando y pues nos tuvimos que ir a guardar, pero aquí estamos, nuestras ventas están bien bajitas”.
La recuperación económica, señala, avanza de manera lenta, solamente los domingos mejoran un poco.
La venta de rosas, refiere, es una de sus grandes satisfacciones, además de haber sido su refugio tras una profunda pérdida en su vida.
“Me gusta mucho, me distrae en platicar con la gente, me distrae. Hace tres años murió una de mis hijas y caí en depresión, pero gracias a Dios y a mis clientas que me levantaron y aquí estoy, trabajando, me encanta trabajar y mis flores me encantan”, comparte.
Con el impulso de sus clientes, de su familia y de sus flores, continuó dedicándose a la venta de rosas.
Juana espera diariamente a sus clientes, desde uno de los accesos del mercado La Cruz; la satisfacción que siente por su trabajo se denota en la calidez y en la atención que da a sus compradores, así como el cuidado y la manera en que procura la conservación de cada ramo de rosas.
“Toda la rosa está fresca porque la traemos de San Juan del Río, nos vamos hasta que la terminamos y mañana traemos más. Aquí estamos a sus órdenes, en Gutiérrez Nájera y 15 de mayo, aquí nos encuentran casi todo el día, a un costado del estanquillo de periódicos, aquí estoy a diario para servirles, cuando gusten y cuando necesiten flores aquí van a encontrar”.