Estela Ventura García toma una de las muñecas de su canasta y la muestra con orgullo. “Quería ofrecer algo diferente, por eso busqué algo así”, dice la artesana originaria de San Ildefonso, municipio de Amealco de Bonfil.
Estela camina las calles del primer cuadro queretano cargando sus creaciones. Dice que aprendió de sus padres a hacer estas artesanías.
En la pasada temporada decembrina Estela confeccionó todo un nacimiento con las figuras típicas que lleva el mismo, obteniendo buena respuesta de los compradores. Muestra unas fotos con las figuras, desde una diablita hasta un cerdito y una ovejita, pasando por los tres Reyes Magos y el Niño Dios.
Explica que el nacimiento fue encargo de una clienta. “Nunca digo que no. Ya luego veo cómo le hago”.
Apunta que hacerlo fue complicado, es un proceso que lleva otro tipo de detalles haciendo el trabajo más laborioso, por ejemplo: las barbas de los reyes se coloca con aguja.
La casa de Estela, en San Ildefonso, es el taller donde labora entre semana y el fin de semana vende en las calles de Querétaro. Trabaja toda su familia en la elaboración de las muñecas, “todos le echamos montón”.
Incluso, su esposo Luis Alberto García González, cuando regresa de su trabajo, en el sector de la construcción, ayuda a hacer las artesanías.
“Dice mi esposo: yo no sé qué haces aquí. Te las ingenias mucho, para los modelos, lo que te piden, te salen muchas ideas. Es para que no estuvieras batallando en la calle”, comenta.
Estela dice que apenas estudió el primer año de primaria, pues tenían que ayudar en la casa y no había tiempo para la escuela. “Lo que aprendí es a hacer cuentas; a leer y escribir, lo aprendí en la calle, yo solita. Señoras que conocía les pedía que me enseñaran”.
Recuerda que cuando era niña a ella y sus hermanos (siete hermanos) a cada uno le daban la tarea de hacer 10 muñecas, “en ese tiempo lo que uno quiere es jugar, la niñez. Pero como nos quitaron un poco eso, era una obligación. Llenaba, pero no lo hacía con gusto. A mí molestaba porque quería ir a jugar con mis compañeros. No me gustaba”.
“Ya de grande salí a trabajar a muchos lados, pero no quería dejar a mis hijos, porque estar fuera todo el día. Trabajé en casa, trabajé de todo. Pero me dije que tenía que buscar la manera de estar con mis hijos y no salir tanto. Me acordé que mi papá nos enseñó a hacer las muñecas pero no sabía cómo empezar, porque nosotros sólo llevábamos e íbamos a vender. Ellos las hacían, nosotros sólo íbamos a vender”, narra.
Precisa que las muñecas hechas por artesanas de Santiago Mexquititlán son diferentes a las de San Ildefonso, pues los vestidos son distintos, van de acuerdo a la comunidad de quién la hizo.
Le dijo a sus esposo que quería hacer muñecas, para no estar tan lejos de la familia. Sus primeros intentos le costaron mucho trabajo. En una blusa se tardó tres días. Cuando empezaron a hacer las primeras, aunque -dice- le quedaron pocos agraciadas, se sentía feliz porque era la primera muñeca que hacía sola. Se sentía bien.
Empezó a hacer las muñecas normales, pero no quería vender las mismas muñecas. Ahí fue donde comenzó a pensar el otras ideas, “lo que me propongo, lo hago”, subraya.
Apunta que sus compañeras les dicen que ellos no hacen las muñecas, que las compran ya elaboradas. Han querido imitarla, pero no han podido. “Nosotros hemos tratado de meterle, al menos de mi parte, amor y calidad. Eso, me imagino, es lo que cuenta mucho. Trabajar una muñeca es hacerlo con mucho amor y con mucho gusto”, enfatiza Estela.
Agrega que en Querétaro los extranjeros regatean más el precio de las muñecas, mientras que los mexicanos valoran más el trabajo artesanal y lo pagan a su precio.
Dice que en noviembre pasado, acompañada de su marido, fue a varios lugares, como el IMPI. A tocado varias puertas, para que la inviten cuando tengan ferias o eventos, pero no han tenido respuesta. “No quiero de dinero, quiero que nos ayude a vender la muñeca, en la difusión”.
Estela llega a Querétaro el viernes, para vender durante el fin de semana. Se queda en un albergue, de donde sale muy temprano para comenzar su labor, que termina casi a media noche. Los domingos regresa a casa, para estar con su familia, pues es importante estar con sus seres queridos.
Durante la semana, además de hacer muñecas, realiza labores del hogar. Explica que cuando tiene que cumplir con un pedido de muñecas se levanta de madrugada para comenzar la manufactura, que suspende un par de horas, para hacer la comida.
“Debo de tener tiempo para todo, no nada más para la muñeca. Si sé que tengo un pedido, ni modo, me tengo que levantar a las tres de la mañana a veces, hay que acomodarse”, precisa Estela, quien toma su canasta y sigue caminando por las calles, teniendo en mente a su familia.