Hace un año que las puertas del Asilo San Sebastián, en Querétaro, se cerraron indefinidamente para proteger a los residentes del virus SARS-CoV-2.
Fue en abril del 2020 cuando se acabaron las visitas, las fiestas y las tardes de café en esta casa hogar, desde entonces los adultos mayores se han sumido lentamente en un profundo aburrimiento y una arraigada depresión porque les falta el contacto humano, las visitas de conocidos y extraños que periódicamente visitaban las instalaciones para escucharlos.
La gran mayoría de los asilados vive con demencia, así que ignoran por completo la crisis sanitaria que se vive más allá de los muros del asilo.
Ven en las noticias que miles de personas mueren a causa de una enfermedad que ellos no comprenden, pues hasta ahora ninguno de sus compañeros se ha contagiado.
Para ellos el mundo cambió de un día para otro; las visitas se esfumaron y los administrativos usan diariamente cubrebocas, mascarillas y algunas veces overoles de plástico.
Pasan las tardes frente al televisor, viendo las películas que repiten una y otra vez en los canales públicos. Están cansados, aburridos, tristes.
Los más acomedidos ayudan a las trabajadoras con las labores diarias, algunas mujeres ayudan a picar jitomate, los hombres ayudan a poner cal en los árboles. El tiempo es muchísimo y hay poco qué hacer.
Personal exhausto
A los 25 trabajadores del asilo el último año también les ha parecido eterno. Desde hace meses trabajan turnos de 12 horas, lo hacen así para compartir la camioneta de la institución y no tomar transporte público, de lo contrario estarían expuestos al virus y podrían contagiar a los residentes. Eso sería fatal.
Las instalaciones del asilo también han sido modificadas para mayor seguridad; en la entrada principal se ha colocado una división de acrílico, esto fue pensado para que los adultos recibieran visitas esporádicas sin tener el contacto físico, pese a ello, la administración decidió suspender las visitas; les pareció que toda precaución es poca.
Al iniciar sus turnos, los empleados son rociados con alcohol para sanitizar su ropa y calzado, usan gel antibacterial, cubrebocas y les toman la temperatura. Ese ha sido el pan de cada día.
“Estamos agotados, exhaustos, llevamos un año con turnos de 12 horas porque compartimos una camioneta para transportarnos a nuestras casas, lo hacemos para no exponernos al transporte público, los sacrificios han sido muchos, ponemos gasolina, nuestros vehículos particulares, mucho de nuestro tiempo y esfuerzo”.
“Afortunadamente ha valido la pena, porque ninguno de nuestros abuelos se ha contagiado, hemos mantenido el asilo libre del virus”, comenta Elizabeth Ugalde, directora operativa del asilo.
Los días pasan a cuentagotas, esperan con ansias la aplicación de la vacuna a los adultos mayores, y esperan también que la Brigada Correcaminos replantee la estrategia de vacunación y decida vacunar a los residentes en las mismas instalaciones del asilo, pues sacarlos de la casa y trasladarlos hasta uno de los centros de vacunación no sólo sería caótico, sino estresante y peligroso para los adultos.
La directora pide a las autoridades que los trabajadores del asilo sean vacunados junto con residentes, pues aseguran que esa sería la única forma de mantener a los adultos seguros.
“Aquí no existe la sana distancia, aquí alimentamos en la boca, bañamos, acompañamos al baño, los acostamos en sus camas, por eso considero que nosotros también deberíamos recibir la dosis, y no es un tema de privilegios, ni queremos recibir la vacuna antes que los demás, verdaderamente pienso que mientras nosotros no seamos inmunes al virus, no podremos proteger completamente a los adultos mayores”.
Aun con la aplicación de la vacuna a los adultos mayores, Elizabeth Ugalde estima que las visitas permanecerán prohibidas hasta que todo el personal cuente con la inmunización.
“Primero les aplicarán la primera dosis, y después de eso aún tendremos que esperar a que les apliquen la segunda, y para eso pasarán varias semanas, no podemos abrir las puertas del asilo y dejar que la gente entre como lo hacía antes, no queremos que sea así”, detalla.
En el Asilo San Sebastián son pocos los residentes que aún tienen contacto con sus seres queridos. Algunos familiares de los adultos mayores han muerto a causa del Covid-19, pero los abuelitos del asilo no lo saben. “No han sido familiares directos, pero sí el primo, el cuñado, etc”, comenta Elizabeth.
Urgen donaciones
Otro factor que preocupa al asilo es la falta de recursos, pues durante el último año las donaciones de los benefactores han disminuido drásticamente, como consecuencia de la crisis.
Por eso Elizabeth Ugalde pide a los ciudadanos que donen lo que esté a su alcance; pueden hacer aportaciones económicas o en especie, siempre se necesitan insumos médicos y de higiene personal.
Las aportaciones pueden realizarse a través de depósitos en farmacias y algunas tiendas de conveniencia a la cuenta Banorte 4915663035007989. Para Asilo S Sebastian. O transferencias en Banorte con los siguientes datos: A Asilo San Sebastián IAP. Código banco 0236. Cuenta 0536700885. Clabe Interbancaria 072680005367008855 Plaza 9586 TEC 100 Qro.
El asilo se ubica en la Calle Otoño 17, en el Barrio de San Sebastián, Querétaro.