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Pulseras de color rojo para atraer el amor, así como para evitar las malas vibras y el mal de ojo, son algunas de las funciones que contienen los brazaletes que comercializa Jesús, explica el joven de 19 años, quien de manera itinerante ofrece sus creaciones en las calles de la capital queretana.
Él es originario de Iguala, Guerrero, pero desde hace cinco años radica en Querétaro. La falta de oportunidades laborales en aquella zona obligó a Jesús y a su familia a salir de su pueblo natal y buscar mejores condiciones de vida en otros estados, entre ellos Querétaro.
“Mis papás se vinieron para acá y yo me vine con ellos. (…) Porque no había trabajo, entonces decidimos venirnos para acá”, explica.
Antes de llegar a Querétaro, transitaron por Puebla y Ciudad de México; sin embargo, la céntrica entidad ha sido el lugar predilecto para Jesús.
“Aquí me gusta más, está más tranquilo”, refiere mientras comparte que además de sus padres, vive en la entidad junto con sus tres hermanos.
El joven dice que prefiere trabajar desde ahora, luego de recordar que dejó la escuela, después de haber concluido el nivel educativo de secundaria.
“Ya salí de estudiar, estudié hasta la secundaria. Pero ya mejor [me dedico] a trabajar”.
Paso a paso, en busca de una posibilidad de venta. En su trayecto por el Centro Histórico, Jesús lleva consigo sus productos, él funge como soporte del aparador que lo acompaña, pues es vendedor ambulante.
Un exhibidor de metal en forma de cuadrícula y de un metro de alto por dos de ancho expone una a una cada pulsera, pero no sólo eso, pues la pandemia trajo un nuevo nicho de mercado: la venta de cubrebocas.
Descansa en algunas zonas del centro, reacomoda su mercancía y sigue su marcha.
Es una mañana fría, la temperatura ha bajado y aunque se aprecia poca afluencia en la zona centro, Jesús continúa alistando sus artículos, acomodando cada pieza en un espacio en particular: un área para exhibir mascadas, otra para las pulseras y una más para los cubrebocas.
Además, comercializa coloridos sombreros que llaman la atención de los caminantes, acomodados en fila —uno sobre el otro— el joven los porta en su brazo, desde ahí los exhibe para los transeúntes.
Sin embargo, las pulseras que él mismo crea son las que tienen mayor demanda, entre ellas se encuentran la que llevan consigo una medalla de San Benito, a la cual se le atribuye el poder de alejar aspectos negativos, garantizando una mayor cobertura contra las malas vibras, comenta Jesús, pero también sobresale la que tiene incrustado un par de ojos, para evitar el mal de ojo.
Atraer la buena vibra y alejar los sentimientos negativos, las envidias, son las funciones entre las cuales oscilan cada variedad de pulsera.
Ya espera el 14 de febrero
“La de San Benito es para evitar la mala vibra. La que tiene ojito es para que no le hagan ojo. Nos compran [más] la roja [para rechazar la envidia]”, asegura.
Se acerca el Día del Amor y la Amistad y, entonces, aumenta la demanda de pulseras que llevan un corazón. Una pieza sin igual que, señala, augura el arribo del amor a la vida de quien la porta, sino al menos la estética de la pulsera atraerá miradas.
“Ahora como viene el Día del Amor y la Amistad empiezan a comprar la pulsera de los corazones, como viene el 14 de febrero, porque es para atraer el amor”, comenta.
Esta pieza en especial tiene un costo de 30 pesos, la fortuna de atraer el amor implica un mayor costo que el resto de las pulseras que rondan en 20 pesos; realizar una de este tipo le lleva cerca de 15 minutos, al tratarse de una técnica de tejido que conoce desde hace tiempo, pues la heredó de su padre.
“Yo hago todo, en la pulsera que lleva corazón me tardo como 15 minutos, en la que me tardo más es la que lleva más cosas, en esas tardo como 20 minutos. (…) Mi papá también hace las pulseras, él me enseñó”, comparte Jesús.
Además de las pulseras, los cubrebocas son uno de los artículos de mayor demanda, pues en tiempos de pandemia son altamente codiciados, cada pieza la vende en una bolsa individual.
“[Lo que más se vende son] las pulseras y los cubrebocas, porque ahorita el cubrebocas lo usan [por la pandemia]”, manifiesta el joven.
Los orígenes de Jesús no sólo entrañan el tejido de pulseras, sino también la alfarería, pues suele pintar piezas hechas a base de barro; sin embargo, no acostumbra traerlas consigo, debido a que requeriría aumentar el peso de lo que porta y es más complejo transportarlas a pie; además de ser piezas que pueden atraer a los inspectores municipales.
“También pintamos barro, ahorita no me puedo traer todo, porque vienen los inspectores y no puedo andar llevando todo. Hay a quienes les han quitado [su mercancía]”, explica.
Avanza la mañana y Jesús termina de acomodar cada uno de sus artículos, es cuestión de pocos minutos para seguir con la caminata, buscando clientes potenciales para sus pulseras, cubrebocas, sombreros o mascadas, cada uno de ellos con una amplia variedad de colores, de funciones, de texturas.