Isaías González Zacarías, de 32 años, nació y creció en La Cañada de Querétaro. Es hijo de Saturnino González y es heredero de la capitanía de los Guerreros Aztecas, danzantes tradicionales de 104 años de historia muy conocidos en el estado. Sin embargo, encabeza otro proyecto para fomentar las tradiciones prehispánicas: es presidente de la Asociación de Juego de Pelota Mesoamericano (Ajupeme) ‘Indamaxei’, correspondiente al estado de Querétaro.

Juego de pelota: una tradición que rescata vidas
Juego de pelota: una tradición que rescata vidas

González explica en entrevista que desde hace cinco años ha entrenado para ser jugador de este deporte ancestral: “Como dice mi papá, la tradición siempre se abre paso” y fue así como en los años noventa uno de sus tíos comenzó el acercamiento con los jugadores de pelota en Quintana Roo.

Explica que la mayoría de los mexicanos sabe del juego de pelota que los guerreros prehispánicos lo realizaban como ritual de guerra, pero pocos saben cómo se vive en realidad.

Asociación para velar por la tradición

Para comenzar la consolidación del deporte, Armando Osorio Uscanga, actual vicepresidente nacional de la Ajupeme, fue quien la fundó hace 13 años, y en 2006 fue hubo el primer campeonato nacional, con sede en Playa del Carmen.

Zacarías González explica que, aunque siempre estuvo presente en la danza tradicional, dejó el trabajo en fábricas que comenzó desde los 18 años para dedicarse a ser DJ. Ese mismo año decidió dejar el trabajo armando coches, decidió incursionar en el juego de pelota.

“La economía en una fábrica te da muy poco y deja mucho desgaste, mental y físico. Así nos aventamos a a hacer este proyecto”, y tomó las riendas de Ajupeme en su sección Querétaro, ‘Indamaxei’.

Los resultados fueron inmediatos: en su primer torneo en Chiapas, el equipo femenil queretano logró el tercer lugar; el año pasado, las mujeres se fueron invictas en Playa del Carmen, que permitió este año albergar el torneo nacional.

“Esto dio pauta a que los directivos nos contemplaran en el en el Nacional [este año], ya que dijeron ‘como que traen ganas, vamos a ver qué es lo que pueden hacer’. Estoy viviendo un sueño, siempre habíamos pensado todos en traer el nacional a nuestro pueblo, un lugar con muchas costumbres”.

Desde el pasado viernes 17 de noviembre y hasta hoy se juegan en el campo Los Mochis, en La Cañada, partidos de 20 minutos donde participan mil 400 personas entre jugadores, entrenadores y espectadores para presenciar uno de los deportes más longevos de la humanidad, el cual no está exento de riesgos.

“La pelota es cómo la vida misma”

La pelota está hecha de la savia del árbol de castilla; se trata con resina o hule, y se combina con otras raíces; se hierve y se crea una dura pelota de forma artesanal. La que utilizan las mujeres es de 2.3 kilos a 2.6; la de hombres puede llegar a 3.8 kilos. Sumado a la velocidad, quienes juegan pueden recibir un impacto de alrededor de 10 kilos.

El tamaño de la pelota y su material hacen de este juego un riesgo latente. El año pasado, narra Zacarías, un jugador en un torneo recibió la pelota con el estómago y no pudo recuperarse en varios minutos. Para ello, se utiliza una faja de gamuza (azul, para Querétaro), una calzonera, una bota que cubre la cadera, un fajado que debe medir dos metros para que apriete bien y un chimalli, o escudos de guerra, que ahora sólo es una protección larga que evita daños al caer sentados en el coxis.

Además el riesgo implica abrirse a una filosofía de vida distinta, a una que nuestros antepasados construyeron a través de su cosmovisión y que, pese al tiempo, hoy vive en los corazones de estos jugadores.

“La pelota es como la vida, vamos caminando y no sabemos si ahí nos vamos a quedar; si llegue alguien y me haga algo, no sabemos… La pelota es igual. Hay que tenerle respeto porque realmente no sabemos de qué manera va a botar o hasta te puede lesionar o quebrar las costillas. Es muy peligroso”, señala.

Este juego prehispánico, que ya se practicaba desde hace cerca de 4 mil años por casi todos los pueblos desde el sur de Estados Unidos hasta Centroamérica, es un riesgo que implica que quienes lo practica reflexionen sobre sus vidas y la inevitable muerte del ser humano.

Para González no se está rescatando el juego, sino que el juego rescata a las personas que lo practica, porque cambia su forma de concebir el paso de todos nosotros en la Tierra.

“Sabemos que representa el día, la noche; la vida y la muerte. La de la esencia siempre es la pelota, es la dueña de la vida. Este juego se debe hacer con mucho respeto, tenemos que hacerlo porque, ni el que sabe más, sabe cómo va a votar la pelota. En su transcurso hay que tener un respeto enorme”, apunta.

Padre de dos hijos y una pequeña, ellos ya son herederos de una tradición como lo es la danza, y ahora Isaías también les enseña de la mano de su esposa (campeona nacional) con quien comparte el proyecto y el amor por este deporte milenario que vivirá unas décadas más de la mano de su familia y de decenas de personas más que fueron rescatadas, como él dice, por el Juego de Pelota practicado por nuestros ancestros.

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