Las inscripciones en las lápidas apenas son visibles. Un número, 1876, se alcanza a leer. La tumba está en el panteón de La Cañada, pero un muro, construido a mediados del siglo XX por alguién que se “apropió” de parte del terreno del camposanto, dejó las tumbas más antiguas debajo de la construcción. Sin embargo, no es el cementerio más antiguo del estado, pues según el historiador Gustavo Pérez Lara Hernández, el cementerio más viejo de Querétaro es el que se ubicaba a un costado de la Iglesia Chiquita.

Pérez Lara Hernández muestra la barda que se ve “empujada” por los árboles cercanos y que luce cercana a las tumbas más antiguas.

“Al otro lado [de la barda], el Instituto Nacional de Antropología e Historia comenta que seguramente hay tumbas, las más antiguas.

“Se puso una barda, según comentan, en los años 40 del siglo pasado. Esa es la cuestión que se está investigando. Ahí está una tumba, la de Melchor Hernández, del 28 de junio de 1876. Para poder ver la lápida hay que introducirse en un orificio de la barda.

“Se creía que este lugar había comenzado su actividad [como panteón] en 1892, pero no nos salen las cuentas, teniendo esa situación de que hay más tumbas en la parte de atrás”, abunda.

En la parte más alta del panteón de La Cañada hay tumbas con inscripciones muy antiguas. Algunas han sido borradas por el paso de los años. Muchos de estos sepulcros también presentan daños, pues algunas de sus partes lucen cuarteadas o llenas de moho.

Pérez Lara Hernández regresa al antecedente del panteón de la Iglesia Chiquita. Dice que la cruz que está afuera del templo contiene elementos que indican que proviene de inicios del siglo XVIII, lo que concuerda con los testimonios de los habitantes de La Cañada, en el sentido de que el primer panteón es el que estaba en la Iglesia Chiquita, desde 1529.

“Luego, debido a las constantes epidemias, se vieron en la necesidad de encontrar un lugar que estuviera ya bardeado para depositar a tantas y tantas víctimas. Entonces es cuando se designa a este lugar, el actual panteón, para que aquí estuvieran las últimas moradas de esas personas que murieron a principios del siglo XVIII.

“Como prueba está la cruz, que tiene elementos ya muy poco usuales de las cruces actuales y por ello es que lanzan ese aproximado de manufactura”, asevera.

Explica que hay ciertos íconos que se usaban en aquella época y que están presentes en la cruz. Con el tiempo, muchas de estas imágenes dejaron de usarse, por lo que es posible documentar la fecha de elaboración de acuerdo a la iconografía utilizada.

Además, la construcción de la Iglesia Chiquita, como primer templo católico en 1529 y su panteón adjunto, son los primeros en recibir a los difuntos de la zona, que se convertiría en Querétaro.

Para solventar la demanda de tumbas, en el siglo XVIII recurren a un predio que ya contaba con una barda, donde se alojaban algunas de las cabezas de ganado de la hacienda de Carretas, que quedaba cerro arriba. El historiador comenta que el nombre de la calle que lleva hacia el panteón es “calle de la mansión”, porque coloquialmente los habitantes de este lugar dicen que es a la que conduce finalmente la muerte.

Asimismo, Pérez Lara Hernández señala que la ubicación del panteón también puede tener una relación con la tradición indígena chichimeca, pues para ellos los cerros con su coloración rojiza, como los que rodean La Cañada, tienen una representación mística, relacionada con su origen.

En el actual panteón de La Cañada que está dividido por etapas, debido a las diferentes ampliaciones, se puede apreciar otra cruz cuyos íconos demuestran la antigüedad de la misma, como una cuestión fúnebre.

En el centro de la cruz se aprecia un “divino rostro” para reafirmar que era un panteón, con una hechura otomí y una expresión de languidez.

Abajo hay iconos de llamas y sobre ellas tres almas en pena, así como una imagen de San Miguel Arcángel portando una guadaña, para saber a cuál de las tres almas en pena exonera, elementos todos que se usaban en la decoración de cruces dedicadas principalmente a las cuestiones fúnebres.

También se aprecia una imagen de La Dolorosa, así como una lanza, como parte de la representación de la pasión de Cristo. También, dentro de esta iconografía, se ven las 30 monedas con las que vendieron a Jesús, así como el gallo de la pasión. Lanzas, látigos, la oreja que se le cortó a un soldado romano, una campana y un cincel.

Asimismo, sobre los brazos de la cruz, apuntando al oriente, se ve el sol y hacia el poniente, a la luna, dando a entender la ruta solar durante el día.

Estos íconos también representan, de acuerdo al historiador, el ollin o movimiento de los días entre los pueblos originarios de Mesoamérica, dando su estilo y parte de su cosmogonía a las representación religiosas católicas en ese sincretismo tradicional de México.

La costumbre de tomar sitios extensos y bardeados para usarlos como panteones continuó en otras partes de Querétaro, puntualiza Pérez Lara Hernández.

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