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Querétaro, Qro.-
Juan Uribe Farfán, de la cantina “La vida es así”, mejor conocida como la cantina de Don Amado, una de las más tradicionales de Querétaro, apunta que no abrieron desde el lunes pasado, luego de siete meses cerrados, porque no tienen al personal para comenzar a laborar.
Eran dos empleados los que trabajaban con él; uno de ellos originario del estado de Veracruz y otro de Guerrero, quienes por la pandemia se tuvieron que ir a sus entidades pues aquí, en Querétaro, no podían costear sus gastos, como la renta.
Juan ve con mesura la decisión de las autoridades estatales de reabrir los negocios como el suyo. Las deudas por pagar, el temor a que con más gente en la calle aumenten los casos de Covid-19 y se vuelva al Escenario C de la pandemia, afectan el futuro del giro, estar abiertos no es sinónimo de sobrevivencia.
Abre la puerta del local, en la calle 5 de Mayo. Al interior se pueden observar los carteles con las promociones en turno: “Caguama, 80 pesotes”, reza uno de ellos. El refrigerador de las cervezas ya está lleno. “Lo vamos a conectar el miércoles, ya para abrir el jueves”, indica.
Las sillas sobre las mesas, las luces apagadas, el silencio del lugar, sólo iluminado por la luz del sol que se filtra por las ventanas y por la puerta recién abierta.
Durante siete meses el negocio estuvo cerrado, salvo unas semanas en el mes de diciembre, cuando pudieron abrir, pero tuvieron que volver a “bajar la cortina” por el repunte de casos de infección del virus SARS-CoV-2 en la entidad.
En “La vida es así”, comenta, los dos empleados tuvieron que regresar a sus estados, porque ya no pudieron, “como nosotros, pagar renta y todo eso. Se tuvieron que regresar con sus familias”, detalla.
La noticia de la reapertura fue como “oxígeno” para los dueños de bares y cantinas que lograron sortear la pandemia, aunque muchos de ellos se vieron obligados a entregar los locales, porque ya no pudieron pagar la renta. En el centro hay muchos locales disponibles para rentar, dice.
“Estamos sobreviviendo endrogados, debiéndole a la gente, pidiendo prestado. Vendiendo hasta lo que no tiene uno. Pero gracias a Dios afortunadamente hay gente todavía que confía en uno, nos han hecho préstamos personales, entre particulares, de amigos, porque ahorita no hay créditos para nosotros en cajas de ahorro por lo mismo que tenemos cerrado”, abunda el comerciante.
Señala que lo primero que han hecho para prepararse para la reapertura es cumplir con los protocolos sanitarios que han establecido las autoridades de ramo, como medir la temperatura, contar con gel antibacterial, sanitizantes.
Ya tienen todo preparado
Lo siguiente, es buscar al personal para empezar a trabajar. Ven la manera de abrir Don Amado.
“La segunda, es otra vez andar consiguiendo prestado para volver a surtirnos, aunque sea poquito, con lo más esencial, empezar de cero nuevamente. Afortunadamente, las personas que nos arrendan y con quien estamos muy agradecidos, nos hicieron un descuento en la renta y nos han dado la oportunidad de pagar en partes, porque si no, esto ya se hubiera acabado. En un año [sin poder trabajar diariamente] nadie sobrevive tan fácil pagando renta”, afirma.
Los muros de “La vida es así” están decorados con cuadros, con diplomas universitarios, con fotos que rememoran otros tiempos.
Abierta desde 1941 (su licencia de funcionamiento data de ese año), la cantina ha visto pasar por sus salones a poetas, escritores, pintores y académicos, entre otros. Todos ellos humedecieron las gargantas es esta cantina que por su historia ya adquiere, para muchos queretanos, el calificativo de legendaria.
“Mi padre empezó en 1941. Casi 80 [años de funcionamiento]. El nombre de la cantina es ‘La vida es así’, pero todos la conocen como la cantina de Don Amado. Cuando se abrió el restaurante bar (muy cerca de la cantina original) cuando todavía vivía [don Amado] se le puso en honor a él, Don Amado”, recuerda.
La historia de este negocio, que este año cumple 80 años, estuvo a punto de llegar a su fin por la pandemia, aunque Juan afirma que aún tienen dudas sobre el futuro:
“Está muy complicada la situación, la verdad. Vendimos hasta lo que no teníamos y se le debe a mucha gente. Está riesgosa la cosa. Más que nada, bares, cantinas, restaurantes, es a quienes más no ha pegado la crisis. Muchos compañeros ya cerraron, no sobrevivieron. No sé cómo seguimos sobreviviendo. No dejar perder esto. Son dos negocios, pero con rescatar uno [será positivo]”, afirma.
Juan hace votos para que la gente sea consciente de que debe de cuidarse, que la pandemia no ha terminado, que debe seguir cuidándose, porque de no hacerlo se puede regresar al Escenario C, tendrán que cerrar y los golpes recibidos en los últimos meses los debilitaron.
“Nosotros, como prestadores de servicios, debemos tener las medidas sanitarias; respetar los horarios, las medidas de sanidad, pero ojalá la gente no se confíe con el cambio de semáforo y haya un retroceso peor a como estábamos. No hay que confiarnos”, precisa.
Mientras Juan camina hacia el interior de la cantina suelta una frase: “Ahora sí, como dicen: ‘las rocolas callaron’”. Las palabras del hijo de don Amado retumban en los salones vacíos, con las luces apagadas, en espera de la vuelta de los clientes, de los chistes entre amigos, de las anécdotas o de los romances, como el que narra mientras señala la foto de unos recién casados.
Los novios de la foto, dice, se conocieron en la cantina y tiempo después decidieron casarse. El día de la boda, pasaron a la cantina a tomarse una fotografía donde comenzó su amor.
Sobre los cuadros de artistas locales, Juan afirma que aunque se los han regalado, él les dice a los creadores que son suyos, que si los necesitan o los venden por alguna necesidad o urgencia se los pueden llevar. Así de esencial es esta cantina en la vida queretana. “La vida es así”, puntualiza Juan.