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Roberto Regalado Olvera y su madre, María Olvera Rangel, recuerdan las fiestas de La Cruz que cuentan una antigüedad desde hace más de seis décadas. “Sólo los recuerdos quedan”, dice la mujer, quien junto con su hijo señala que la fiesta grande en el tradicional barrio es en septiembre y no en el mes de mayo. Muchas personas que son originarias de La Cruz regresan en estos días para enseñar a sus hijos y nietos las tradiciones heredadas de generación en generación y que se niegan a morir a pesar de la modernidad y la llegada de nuevos residentes de otros sitios.
El estudio fotográfico de Roberto es pequeño. Algunos impresos en blanco y negro, así como algunas a color decoran el escritorio. “Es el puente de Corregidora sobre las vías del tren. No había nada en ese entonces. Luego hicieron una escaleras”, dice cuando se le pregunta en dónde fue tomada la imagen.
María, de 93 años, escucha atenta en su silla de ruedas, mientras Roberto narra que tienen toda la vida viviendo en el barrio de La Cruz. El hombre explica que en el mes de septiembre, desde el día 12 y hasta el 14 son las fiestas del templo que le da nombre al tradicional barrio.
Antes, señala, “había poca gente, había pocas danzas. Aquí se hicieron mesas de concheros, pero ahora hay también apaches. Hay invitados. Vienen de Guadalajara, de la Ciudad de México, Hidalgo, Chiapas. Arriban de muchos lados y llegan a una sola danza que los congrega y los recibe. Tiene que darles alojamiento, comida y un lugar donde reposen. Luego se paga la visita”.
Los grupos de concheros y apaches, en su mayoría, son originarios de San Francisquito, uno de los barrios más emblemáticos y tradicionales de la capital queretana.
Roberto indica que nunca participó como conchero, pues siempre consideró que su papel era tomar fotografías de las fiestas y de la gente que con devoción acude a la festividad de La Cruz.
El barrio se prepara para la fiesta. Frente al local de Roberto, en la calle de Manuel Acuña, personal del municipio marca con pintura en aerosol los espacios que deberán de ocupar los diferentes puestos de comida que se instalarán a partir de ese jueves.
Antes, apunta Roberto, se ponían dos puestos de un lado de la calle y dos del otro. Ahora son muchos más.
Fotógrafo desde 1975, el hombre señala que con su lente ha podido registrar las fiestas patronales de La Cruz. “Me gustaba todo. Tomaba grupos grandes de gente, todo el colorido de los penachos. Me acercaba a observar caras, qué tipo de forma tomaba la cara cuando estaban concentrados en lo que estaban haciendo”, asevera el hombre.
La tradición se mantiene, menciona. Pese a que muchos de los generales de los mayores han fallecido. Uno de ellos, apenas hace medio año.
“Lamentablemente por el progreso que tenemos hay más gente. Mucha gente nace aquí, crece aquí, y se va a otro lado. Crece la ciudad, pero regresan a La Cruz para las fiestas de septiembre y para las posadas, porque se acuerdan de cuando iban a esos festejos.
El recuerdo de la niñez en las fiestas. Aunque se vayan a otros barrios, a otros lugares regresan para estas fechas. En una ocasión llegué a ver 30, 40 mesas diferentes, unos dos mil danzantes. Salen y regresan con hijos”.
Dice que le gusta todo de estas fiestas de septiembre en La Cruz, desde la comida, las danzas, la pirotecnia, pero sobre todo la gente que acude y que hace que la fiesta esté viva.
Recuerda que en una ocasión lo contrató una persona del municipio para hacer una bitácora de las fiestas, empezando con “El Gallo” y los recorridos. Empezaron a las nueve de la noche y terminaron a las cuatro de la mañana.
En los cuarteles donde se visita y se bendice la cruz se ofrecen alimentos y bebidas a los visitantes, por lo que “terminamos muy animados”.
María interviene
A su memoria viene un dato: La Cruz funcionó durante algún tiempo como zona militar. De acuerdo a la mujer, fue por década de los cuarenta. Después, fue en Madero y Guerrero, hasta que les dieron el espacio que actualmente ocupa, en la carretera a Tlacote.
A pesar del crecimiento de la ciudad y la llegada de personas de otros estados, Roberto dice que los queretanos tratan de conservar sus tradiciones. “Nuestras raíces son las tradiciones, y si no guardamos las raíces qué les vamos a entregar a los que vengan en el futuro”.
María y Roberto recuerdan que había servicio de limpia, que el reparto de leche se hacía con carretas tiradas por percherones, que venían desde la hacienda de Carretas, donde actualmente se encuentra la colonia que lleva ese nombre. Siempre pasaba a las siete de la mañana, de manera puntual. Los pomos de cristal para la leche se dejaban en la calle, junto con el dinero.
Hoy, la mayoría de las casas de La Cruz son ocupadas por negocios, como cafeterías, restaurantes, bazares y antros que responden a gustos de nuevas generaciones, desplazando a los locales tradicionales, como carnicerías, tiendas de abarrotes, torterías, taquerías y otros negocios que daban vida e identidad a La Cruz, un barrio que resiste, que guarda y conserva sus tradiciones.