Al cruzar el umbral de la puerta, el cliente se transporta 50 años al pasado. El mostrador es de madera y cristal, hay un cartel de fijador para el cabello cuyas modelos lucen peinados de los años 60, del siglo pasado. Con 87 años dando servicio al público, la farmacia Francesa, ubicada en la calle de Independencia, lucha por sobrevivir a la pandemia y a la competencia.
Del otro lado del mostrador está Fernando Orozco, administrador de empresas, de profesión, heredero de su padre, Feliciano, y su abuelo, José Clemente; él mantiene funcionando la farmacia que junto con la botica La Guadalupana, son los negocios, de este giro, más antiguos de la capital queretana.
El encargado dice que en agosto de 2020 la farmacia cumplió 87 años de haberse inaugurado. En el actual local lleva 50 años, aproximadamente. Antes estaba enfrente de los portales de Independencia.
“Es de las farmacias, de las boticas más antiguas de Querétaro, de las primeras. La Guadalupana, la Balandra”, dice.
Fernando recuerda cómo eran los días de su niñez, junto con su hermano, Octavio Orozco, odontólogo, pero en tiempos de emergencia sanitaria decidió parar actividades, al considerar que es de altísimo riesgo en temporada de Covid-19.
“Lo que ha cambiado con los años es el contacto con la gente, el trato. En este tipo de farmacias había mucha gente que era de campo. Ahora ya no vienen a la ciudad, porque ahora ya tienen clínicas en sus lugares de origen. Ahora se piden que sea más de ‘qué quiere’ y despachar. Antes había más comunicación con el cliente y cierta amistad, tenían preferencia al venir, compraban algunos productos. Incluso contaban sus penas cuando les dolía algo. Antes, hace muchos años, se podía recetar, ahora ya no se tiene permitido. Ahora pide la gente su medicamento, se le entrega y se va, es más mecánico el trato”, abunda.
Comenta que esos clientes se fueron haciendo más escasos cuando hubo más farmacias de cadena, además de que la ciudad creció rápidamente, hay más tráfico y se trata de evitar.
Durante los meses de confinamiento por la emergencia sanitaria, decidió cerrar sus puertas por tres meses, como una medida de precaución ante el virus SARS CoV-2.
“Después, la situación nos obligó a venir a abrir. Tenemos ciertas medidas de higiene y protocolo sanitario, para evitar los contagios, nos cuidamos lo más que se pueda. En el centro [en el Escenario C] todo cerraba y se quedaba vacío, era un poco peligroso por el tipo de gente que hay por aquí”, señala.
Durante el tiempo que prevaleció el Escenario C en la entidad, la Francesa permanecía abierta hasta las 4:30 pm.
Fernando explica que la farmacia no vende medicamentos controlados, cigarros ni antibióticos. “Todavía vendemos algunos productos tradicionales, como pomadas para dolores, la de La Campana. Algunos remedios que son permitidos, que son de patente, pero que podemos seguir vendiendo.
“Hay poca gente, pero al turismo que viene le llama la atención. A lo mejor vienen de una ciudad grande y ven la botica antigua y se meten, y se llevan algo de recuerdo o que sí les funciona”, precisa.
Por eso, destaca, han tratado de conservar el estado original de la farmacia, conservándola como era hace mucho tiempo.
“No hemos modernizado, por lo mismo, de que sí uno la modifica la gente ya no entra tan fácil. Sería una más de cadena. Seguimos así, a la antigüita, también por cariño a la familia, por la tradición, por el valor estimativo”, explica.
Fernando añade que los portales de Corregidora e Independencia tienen su historia. Recuerda que ahí era el portal de los panaderos, pues proliferaban los negocios de este giro. Mucha gente acudía a comprar su pan a ese lugar. Con el tiempo fueron desapareciendo.
También las Nieves de Nicos, negocios que desaparecieron, pues al dejarlos o fallecer los fundadores, en muchas ocasiones los hijos no seguían con la tradición. Además, en esos portales estaban los escribanos, o “evangelistas” que tenían sus escritorios al aire libre; ahora sólo sobrevive una.
“Antes teníamos uno en cada puerta, escribiendo, haciendo las cartitas de amor para los que viajaban, para los que se iban a Estados Unidos. Había de todo un poco”, recuerda.
Además de los medicamentos y artículos de higiene personal, llama la atención la colección de carritos antiguos, atesorada por Fernando a lo largo de su vida.
Actualmente, vive con la incertidumbre de lo que le depare el futuro a la farmacia.
En tanto, Octavio agrega que es difícil competir con las farmacias de cadena y las tiendas de genéricos, pues tienen precios más accesibles.
“Quedamos pocos negocios de antes. Seguimos sobreviviendo por tradición y aguantando lo más que se pueda. Vendemos productos que otros negocios no manejan”, destaca.