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Desde hace 55 años, Marcelino López se dedica a la lapidación: una técnica para moldear piedras; con el paso de los años este oficio se mantiene como su actividad predilecta y también como una forma de vida.
El hombre de 72 años recuerda que empezó a dedicarse al tallado de piedras por influencia de su padre, quien también vivió de esta técnica.
Desde el carrito número 18, en el Andador Libertad, Marcelino recuerda aquellos momentos cuando su padre traía las piedras de las minas y, desde entonces, él le ayudaba a labrarlas.
“Empecé esto de la lapidación de piedras por mi papá, es una herencia que tengo de él, de muchos años. Él vivió de esto, fue su vida: la lapidaria. Tengo 72 años de edad y 55 años trabajando en esto, toda la vida he trabajado la lapidación de piedra, (él) traía la materia prima y yo se la trabajaba”, explica.
Un sinfín de piedras semipreciosas han pasado por sus manos; sin embargo, él tiene una favorita: el ópalo, una piedra que —señala— es distintiva del estado y también es en ella en la que tiene más experiencia.
Además, relata, el ópalo fue la primera piedra con la que comenzó a trabajar y, hasta la fecha, tiene un lugar especial dentro de su local.
“El ópalo (es su favorita). Toda la vida he trabajado el ópalo, con ese fue con el que me enseñé a tallar la piedra y sigo tallándola, muchas de mis figuritas tienen ópalo”, resalta.
Más de cinco décadas de oficio distinguen el trabajo de Marcelino, no sólo entre los turistas que pasean por el Centro Histórico, sino de aquellas personas que se han convertido en sus clientes de antaño, algunos nacionales y otros extranjeros.
“Los ópalos son los que más me llaman la atención y son los que más he trabajado. Incluso, es lo que me ha distinguido aquí en Querétaro, porque ya tengo varios clientes que vienen de Estados Unidos, de Canadá, de estados de la República”.
Mientras acomoda los cuarzos y la amplia variedad de piedras que exhibe en su local, Marcelino relata que los artesanos de la piedra o lapidarios tienen historia en la entidad, es un oficio de arraigo.
Durante un tiempo trabajó en fábricas, pero reconoce que su actividad favorita es trabajar los ópalos, tallarlos hasta llegar a piezas sinigual.
“Los ópalos son la tradición de aquí de Querétaro. Aquí empezó la lapidación de piedras, fue el primer estado donde se originó la talla de la piedra.
“Empezamos con los ópalos, con la turquesa, con las diferentes piedras, aquí fue la raíz de esto, yo lo seguí porque me gustó. Trabajé en fábricas de aquí de Querétaro, pero me dediqué más a esto. Y hasta hoy estamos aquí dándole duro”, asevera.
Marcelino refiere que en municipios del semidesierto y de la zona serrana suele haber minas de ópalo; mientras tanto, hay otras piedras que provienen de diversas partes del país.
“El ópalo viene de la Sierra, también de los municipios de Colón, Tequisquiapan, Bernal, hay muchas minas de ópalo. De Zacatecas viene la turquesa, la ágata de fuego es de Aguascalientes, los cuarzos vienen de varias partes de la República mexicana”, explica.
Aún sin recuperar las ventas prepandemia
A dos años de la pandemia por Covid-19, Marcelino es uno de los artesanos que siguen resintiendo los efectos de la contingencia, pues el arribo de turistas disminuyó y se contrajeron sus ventas.
Actualmente, señala, el flujo de turistas se ha reactivado entre 40 y 50% del tránsito que observaba antes de la pandemia.
Sin embargo, confía en que la situación mejore en este 2022, pues por momentos percibe más actividad que en el año recién concluido.
“El año pasado estuvo mal todo esto, pero ya empezó más o menos a moverse un poquito más, a activarse”, indica.
Labradorita, piedra de luna, cuarzos, ópalos, ojo de tigre son algunas de las piezas que los caminantes pueden encontrar en el carrito de Marcelino, donde los espera para mostrar las piedras que él mismo ha labrado, pero también las que llegan de otras partes del país.
“(Cuenta con) cuarzos, ópalos, turquesa, ojo de tigre, de todos los cuarzos, porque toda la piedra que viene de mina son cuarzos, pero a través del trabajo de tallarla se transforma en una piedra semipreciosa, muchos no lo saben”.
Recuerda a los transeúntes que en el carrito número 18 pueden encontrarlo, en el mismo sitio donde labora desde hace más de 20 años.
Sin embargo, Marcelino aclara que tiene más de 48 años dedicado a comercializar en esa zona del Centro Histórico del estado de Querétaro.
“Yo ya tengo una licencia desde mis padres, vendiendo aquí tengo alrededor de 47 a 48 años, entonces de ese tiempo ya soy el único de los que estamos aquí, porque los demás ya son nuevos, pero artesano lapidario soy el único”, resalta.
Mientras espera a que llegue algún cliente, Marcelino termina de acomodar su local, de colocar con un orden ejemplar cada uno de sus artículos: segmentados por tipos de piedras, por souvenirs, por dijes, por aretes, por piezas únicas.