Los ojos de Leonardo Solís Castellanos se iluminan y su voz denota emoción, quizá como la que vivió hace 70 años, cuando recuerda cómo a los ocho años subió por primera vez a un avión y voló sobre la Ciudad de México.
Hoy este ingeniero aeronáutico originario de la capital es pintor especialista en aviones, pasión que, al igual que su gusto por volar, inició en la infancia.
“Ahora me dedico a hacer (porque ya estoy jubilado de mis trabajos anteriores en el gobierno) algo que se llama arte de aviación. Esta rama de la aviación, no del arte, el único que la hace en México, en todo el país, soy yo”, precisa con orgullo.
Incluso muestra el certificado de Copyright de derechos de autor que le permite proteger sus cuadros en todo el mundo, para que no sean copiados, producidos o vendidos por otra persona y quien lo quiera hacer le debe pedir permiso a Leonardo, pues es el propietario intelectual de cada una de sus obras.
“Todos los cuadros son originales en el sentido del diseño, ninguno es copiado de ningún lado. Son muy documentados todos. Nunca hago un cuadro si no tengo información relativa a ese avión. Todos son aviones famosos de pilotos famosos de diferentes épocas, principalmente de la Segunda Guerra Mundial y también de pilotos mexicanos famosos.
“Todos los he hecho con base en entrevistas a los protagonistas. Muchos murieron antes de que yo naciera, otros no, se hicieron viejos después de la Segunda Guerra Mundial, algo que yo llegué a ver, pues era un niño”, abunda al respecto.
Leonardo Solís recuerda que su gusto por la aviación nació cuando tenía ocho años. Y comenzó gracias a que un amigo de su padre era aeromodelista. Cuando iba a su casa se quedaba maravillado con los modelos de los aviones hechos por él en madera de balsa, antes de la era del modelismo de plástico.
Hacía de todo: desde los planos del avión, cortaba la madera, hasta el proceso final de construcción por medio del tallado y pegado de este material delicado y especializado.
A esta afición su padre le ayudó comprándole modelos que él armaba y que llevaban juntos a planear. Y sería así como llegó un momento que marcaría su vida: su padre lo llevó por primera vez a volar, en un avión sin cabina que recorrió la capital.
“Era un avión Stearman. No tenía cabina: ibas del pecho hacia arriba al aire libre. Yo estaba chiquito, apenas alcanzaba a ver para afuera. No se me olvidará nunca ese vuelo en el Stearman. De verdad, nunca.
“Recuerdo todo. Cómo me subieron al avión, cómo despegó, para donde fuimos, cómo vi los volcanes desde el avión, la Ciudad de México. Fue un vuelo alrededor de la ciudad. Eran pilotos que se dedicaban a darles una vueltecita a la gente que no volaba alrededor de la ciudad. Eran vuelos de poco más de media hora que para mí fue más que un sueño”, subraya.
Su pasión siguió y tiempo después, en el gobierno federal, trabajó en un área de fotografía aérea, fotografiando todo el territorio nacional para hacer los mapas del país con fines científicos y técnicos.
Incluso bajo su cargo capacitaron a personas de otros países en cartografía aérea. Por muchos años hizo ese trabajo con gran ahínco también.
El dibujo lo empezó a desarrollar con los años por gusto, sin ningún aprendizaje muy académico, aunque desde la ingeniería aprendió nociones.
Sobre el tiempo que tarda en elaborar una pieza señala que busca los modelos de sus aviones favoritos y, cuando aún están vivos, trata de charlar con los pilotos o con sus familiares. Ya al tener la tiene la información, y en ocasiones apoyándose en modelos en escala, comienza a elaborar la pintura. En otros casos, acude a conferencias de aeronáutica, tratando de conocer todos los detalles de las aeronaves. Todo el proceso puede llevarle hasta dos años, explica.
Sus cuadros también mueven recuerdos. Leonardo Solís narra que hace unos años una mujer mayor se acercó y vio con insistencia el cuadro de un avión. Luego de unos momentos comenzó a llorar al ver ese cuadro y le dijo que esa aeronave era como la de su tío abuelo. Le mostró una fotografía de ella cuando era niña junto a un avión como el del cuadro.
Relata que también ha hablado con los familiares de Roberto Fierro Villalobos, general de División y piloto pionero de los vuelos de larga distancia sin escala y que también fue precursor de la era del jet en México.
También tiene un cuadro del avión de Francisco Sarabia, piloto mexicano recordado por romper el récord de velocidad en el vuelo Ciudad de México a Nueva York, con 10 horas 47 minutos, en mayo de 1939. Mes y medio después fallecería en un accidente en la ciudad de Washington, Estados Unidos.
En estos momentos, señala, prepara una exposición para el Museo de la Fuerza Aérea Mexicana en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), donde los visitantes apreciarán su trabajo, además de ayudarlo para que quienes gusten adquirirlo lo puedan hacer.
Fue buscado para hacer un cartel de una exposición aérea que se realizará en 2025 y una fábrica de aviones a escala lo buscó para hacer las cajas (box art) de sus modelos.
Además de ofrecer su obra en el Andador Libertad, en la capital queretana, realiza un trabajo sobre pilotas de la Unión Soviética de la Segunda Guerra Mundial que eran conocidas como las Brujas de la Noche, y prepara una serie de pilotas famosas.
Uno de los trabajos que incluso le piden mucho es de Manfred Albrecht von Richthofen, el Barón Rojo. Para Leonardo quedan muchos aviones que inmortalizar para con ello, dar nueva vida a la historia.