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Los hombres van de un lado a otro. El sol cae a plomo. Uno de ellos, al tratar de cargar un bulto de cemento lo levanta y arroja con tanta fuerza sobre su espalda que cae detrás de él. Se gana la rechifla de sus compañeros. Luego, cada uno se retira para buscar algo de sombra para comer y descansar. Isaías de la Cruz Naranjo, originario de Tabasco, se retira a una zona donde toma un descanso.
Antes de comer los hombres no paran de trabajar. Mueven bultos de cemento de un lado a otro, el operario de una excavadora remueve material. Luego, se reúnen alrededor de una mesa de madera, donde reciben una explicación en un plano. Vuelven a las actividades. Todos “le echan montón” a los bultos de cemento.
Con habilidad, fuerza y mucha maña, levantan los bultos y los cargan en un hombro. Los llevan a un sitio donde es más fácil tomarlos para hacer la mezcla.
Todos llevan puestos mangas largas. También se cubren el rostro. En algunos casos llevan lentes oscuros. Lo hacen de esta manera para protegerse del sol y evitar quemaduras por la exposición prolongada a los elementos de la naturaleza.
Isaías lleva tres meses trabajando en Querétaro, invitado por sus amigos. Dice que se siente bien, pues aunque hace calor no se compara con el de su tierra.
“He venido en ocasiones anteriores y me gusta más el clima de Querétaro. Allá en Tabasco hace más calor, no se compara con el de aquí. Allá estás en el sol y comienzas a sudar”, explica.
Isaís, hombre de complexión fuerte y de casi 1.80 metros, explica que el ambiente y la vida en Querétaro está más tranquilo, y las condiciones climáticas son mejores que su tierra natal.
Comenta que su jornada laboral comienza a las siete y media de la mañana y termina a las seis y media de la tarde, de lunes a viernes, mientras que los sábados es hasta medio día.
Señala que desde los 20 años se dedica a la construcción cuando comenzó en su tierra natal. Dice que el trabajo, tras dos décadas de experiencia, ya no se le hace tan pesado. Los años han curtido su piel y sus manos.
Sin embargo, este día será especial. Celebrarán su día, el de la Santa Cruz, quizá con una comida organizada por parte del patrón.
“Como ya tenemos tiempo haciendo el trabajo, como colados, aplanados, nivelando, ya nos la llevamos tranquilos. Los cimientos también son complicados, que es cuando vamos empezando”, agrega.
El hombre dice que la paga que recibe de su trabajo la manda a Tabasco, para su familia, conformada por su esposa y sus tres hijos, de 22, 18 y 11 años de edad, con quien habla todos los días.
La voz de Isaís amenaza con cortarse cuando habla de su familia, pero cuando recuerda que habla todos los días con ellos, en la mañana, en la tarde y la noche, su semblante se ilumina.
Indica que cada dos meses va a su tierra, está durante tres días y regresa a trabajar nuevamente a Querétaro.
Acepta que le gustaría que su familia también viniera a vivir a Querétaro, pero los pasajes son caros, pues desde Comalcalco, donde radican, hasta tierras queretanas se gastarían una pequeña fortuna en el transporte.
Frente a la obra donde trabaja Isaías hay otra construcción. Es una vivienda particular en la que llevan a cabo una remodelación. Ahí trabajan apenas tres maestros de la construcción. No se compara con la construcción que hacen atrás de un edificio, donde los planos, el uso de maquinaria pesada y una planificación hacen que el trabajo sea más sencillo.
Este viernes 3 de mayo los trabajadores de la construcción estarán de fiesta en la mayoría de las obras. Desde temprana hora se dirigirán a los diferentes templos de la ciudad. Uno de los más visitados es el de La Cruz, que también celebra una de sus fiestas anuales.
Hasta ese templo llegarán los maestros de obra con sus cruces hechas de madera y adornadas con flores que bendecirán en la misa, para luego colocar en alguna parte de la obra, para que los cuide, pues su actividad, además de requerir de mucho esfuerzo físico, es peligrosa, y la ayuda divina nunca caerá mal.
Isaís regresa con sus compañeros y amigos de trabajo. Aún les quedan unos minutos para descansar y luego volver a la mezcla, los bultos de cemento, la carpintería de obra negra, hasta terminar el trabajo y empezar de nuevo en otro lado, bajo el sol, la lluvia o el frío, siempre aguantando, siempre haciendo el trabajo devotamente.