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Desde hace 12 años, Ulises Bernal se dedica a vender y pintar macetas. Mientras acomoda unas piezas que están en su local, recuerda que este oficio fue heredado por un tío.
Él es originario del Estado de México, pero la influencia de su familiar lo hizo migrar hacia Querétaro y dedicarse por completo a esta actividad.
Aunque hace poco más de una década comenzó a trabajar formalmente, Ulises recuerda que desde tiempo atrás ya estaba inmerso en la venta de macetas, pues era parte de su entorno.
“Llevo como unos 12 años, pero anteriormente ya trabajaba en esto. Me dedicaba a esto por un tío que me trajo para acá y me puse a trabajar”, explica mientras espera recibir clientes, en una mañana de fin de semana.
Actualmente, Ulises labora en el mercado de Las Flores, ubicado en la capital del estado; desde ahí comercializa macetas con sinfín de formas, de colores, de tamaños y también está abierto a las peticiones de sus clientes, para buscarles piezas que por su complejidad sólo las comercializa a base de pedidos.
Da color al barro
Ulises también se dedica a pintar las macetas que llegan a su local con una apariencia natural, embellecidas por la simpleza del barro.
Para este proceso utiliza aceites, pintura de acrílico, de vinil, de cualquier material que impregne un poco de color.
“Uso de aceite, de acrílico o vinil 100% o pintura, de todos los materiales, ya depende de cómo el cliente la quiera pagar”.
El material que se use sobre la maceta, la dificultad del pintado, el tiempo que se le dedique, los detalles, todo influye en el precio final del producto.
En más de una década, Ulises ha forjado una amplia experiencia para pintar estas piezas, incluso refiere que en aquellas que son más complejas tarda sólo cinco minutos.
“Lo más complicado de pintar son estas (señala una maceta), me tardo como cinco minutos hacer una”, comenta.
Dependiendo de los modelos que más se venden, son a los que dedica más tiempo, son los que prioriza para resaltar con un poco de pintura.
La variedad de macetas es amplísima, desde las más diminutas que incluso hacen pensar ¿qué tipo de plantas podrían ir ahí?, hasta macetones para exhibir en exteriores. Y otras más que por sus dimensiones no tienen cabida en el local.
Sin embargo, las piezas naturales, sin pintura, son las que han recobrado una mayor demanda entre los clientes, pareciera que se han puesto de moda. Ulises señala que la alta demanda de las mismas es una ventaja para ellos, pues disminuye la cantidad de macetas a pintar.
“Hay de varios tipos, pero ahorita se puso de moda la de sin pintar, se está volviendo a vender más. Es una ventaja porque así ya no la pintamos”, explica el joven.
Añade que los precios varían de acuerdo con el tamaño de la maceta, entre otros elementos que definen el precio final de este artículo.
“Tengo unas chiquitas que cuestan como cinco pesos, otras de 500 pesos, de 800 pesos como las grandotas; y hay más grandes, pero quitan mucho espacio aquí, esas sólo por encargo. Hay de 150 pesos, al mayoreo cambia y pintada también”, menciona.
Macetas ovaladas, redondas, con paredes en forma de ondas, piezas lizas; en color rojo, negro, blanco, con diseño hechos a base de pinceladas, son parte de las piezas que se pueden encontrar en el negocio de Ulises.
Latas de aceite, botes de pinturas, pequeños envases con variedad de colores, brochas de todos los tamaños, adornan el centro de este local, de donde surge la pintura que vestirá a las macetas.
Disfruta la ruta en carretera
Mientras toma sobre sus manos una vasija que ha pintado en color dorado, Ulises comparte que la fase que más disfruta de su trabajo es la relacionada con viajar: con salir a carretera y dirigirse a las localidades michoacanas o mexiquenses, donde están los principales productores de macetas.
“Cuando voy a cargar mercancía (es lo que más disfruta), me gusta ir en las carreteras. Me gusta irme temprano. Voy a Michoacán, al Estado de México. Allá hay galeras grandes, donde las hacen. También vamos a unos lugares chiquitos”, relata el joven.
Aunque reconoce que algunas carreteras de esos rumbos son de alto riesgo o peligrosas, Ulises refiere que busca tomar precauciones, pero también deja el tema a la suerte. “Es como todo, donde te toque pues ya depende de la suerte”, comenta.
Esos trayectos los disfruta de tal manera que prefiere manejar despacio y disfrutar en calma lapsos carreteros de tres a cuatro horas.
“Me gusta ir despacio porque he visto muchos accidentes, son como tres o cuatro horas, voy despacio y tranquilo, porque sé que tengo que llegar. Me traigo las macetas en una camioneta chiquita”, narra.
Ulises continúa con sus actividades en el local de macetas, distribuye los espacios para acomodar cada una de ellas, así continúa su día, en espera de aquel momento en que tenga que volver a salir a carretera y disfrutar del camino.