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“Veía a mi mamá salir y la acompañaba, pero no me veía y no sentía cuando la tocaba”, relata Mayra Elizabeth Olvera, quien durante tres meses estuvo en coma y, en ese estado, podía ver su cuerpo “desde afuera”, escuchar a los médicos decir que “se les iba” y regresar de donde estaba.
Mayra considera que su experiencia se puede considerar cercana a la muerte. Ocurrió hace algunos años cuando se sometió a un trasplante de riñón, pues vive con insuficiencia renal.
El 16 de mayo de 2017 se sometió a una cirugía de trasplante y quedó en coma durante tres meses, durante el cual para ella no pasó el tiempo. No sabía nada de lo que pasaba a su alrededor, aunque podía escuchar a los médicos que la revisaban y acudían a su cuarto, además de experimentar un estado de conciencia diferente al normal.
“Simplemente lo único que veía era el reflejo de mi cuerpo y arriba veía a mi mamá como lloraba”, narra Mayra.
Nunca tuvo conocimiento del tiempo que pasaba. Sin embargo, escuchaba a los doctores a su alrededor cuando decían “Se nos está yendo, se nos está yendo”. Ella los veía correr y pensaba que era otra persona, “pero cuando me desprendí y empecé a ver todo, vi mi cuerpo en la cama y a la que estaban moviendo y reviviendo era a mí, precisamente.
“No tenía miedo. Tenía tranquilidad, pero tristeza al verme, al ver mi cuerpo tan mal, porque estaba conectada a muchas máquinas, estaba intubada”, narra al respecto.
Mayra se sometió a un trasplante de riñón, órgano que le donó su hermano, Osvaldo Zacarías, pero el trasplante salió mal. A la hora de la conexión del riñón sufrió una trombosis y el riñón “murió” dentro de su cuerpo. Ella cayó en paro y al revivirla, cayó en coma.
Le preguntaban a su mamá si la desconectaban o esperaba a que despertara. Su mamá decidió dejarla vivir. Su madre monitoreaba las máquinas que la mantenían viva. Estando en coma Mayra podía escuchar a su mamá cuando le hablaba.
“Estaba consciente. Mi mamá me hablaba, ponía mi música en el teléfono celular. Me decía que estuviera tranquila, que ella me estaba esperando, que ella nunca me había dejado, que ya había pasado mucho tiempo, que por qué no regresaba con ella, que me extrañaba”, narra al recordar su caso.
Dice que en esos momentos ella lloraba y acariciaba a su mamá, pero ella no la veía. Estaba desprendida de su cuerpo.
Ella, en ese estado de conciencia, no sabía que estaba en coma. Simplemente pensaba que estaba internada, que estaba acostada en una cama, intubada, con muchas máquinas.
Cuando su mamá salía del hospital, dice la joven, ella la acompañaba, caminaba detrás de ella, podía ver lo que estaba haciendo. Indica que sólo eran reflejos lo que alcanzaba a ver. Tocaba a su mamá, pero ella no se daba cuenta, que le decía que estaba bien, que sólo estaba en la cama, pero no la podía ver, aunque ella estaba consciente que su cuerpo estaba en el hospital, en una cama.
“Yo veía todos los procesos que hacían. De hecho cuando mi mamá salía de madrugada, atravesaba el puente de 5 de Febrero a la farmacia por medicamentos que le pedían, porque le decían los doctores que si no los conseguía me iba. Yo iba detrás de mi mamá corriendo, pero ella no me veía”, comenta.
Después de un tiempo los médicos le dieron otro medicamento y la comenzaron a desconectar de los aparatos a la que la tenían conectada, así como el oxígeno que consumía.
Fue en ese momento cuando vio la luz que muchas personas que han tenido una experiencia cercana a la muerte dicen ver.
“Lo que vi fue un reflejo de luz hacia mis ojos. Unos rayos de luz de colores. Yo vi al Señor de la Misericordia y en ese momento que lo vi regresé a mi cuerpo y fue cuando empecé a regresar en mí”, relata.
“Mi mamá se espantó porque reviví ‘como un pescadito’, brincando, y fue cuando los doctores le dijeron a mi mamá que se saliera. Yo me metí a mi cuerpo. El doctor me empezó a preguntar cómo estaba. Le decía que bien. Le preguntaba qué había pasado, que si ya estaba bien, que si ya me había curado del riñón. Se me quedó viendo y me dijo que no. Me dijo que de hecho me estaban perdiendo, que había quedado en coma mucho tiempo”, abunda.
Agrega que se sorprendió cuando le preguntó al doctor si no estaban en el mes de mayo, y el médico le dijo que no, que era agosto. Le señaló al doctor que ella sólo recordaba que la llevaron al quirófano porque le iban a poner el riñón de su hermano y que cuando salió del quirófano estaba en una habitación aislada y no la dejaban ver a su mamá. Le dijo al médico que podía ver lo que hacían a su cuerpo y que ella pensaba “pobre muchacha”, pero no se daba cuenta de que era ella misma.
Mayra dice que recordar su historia la pone triste, porque fueron días muy duros. Además las esperanzas de estar bien se vinieron abajo, pues esperaba que con el trasplante pudiera estar mejor, y no fue así. Tras salir del coma, aún tuvo que “batallar” dos meses para estabilizarse, además de regresar a las terapias de hemodiálisis.
Mayra dice que no teme a la muerte, “porque sé que tarde o temprano me voy a morir. No creo en la resurrección (a pesar de ser católica) porque una cosa es estar en estado de coma y otra cosa es cuando nos entierran. Siento que de ahí ya no sales. Yo creo que esta vida es lo único que tenemos. Yo pienso que todos estamos en la misma. No hay cielo y no hay infierno, simplemente es este trayecto que caminamos”.