Alas afueras del templo de La Cruz, en el centro de Querétaro, comienzan a congregarse las personas que acompañarán el pasaje bíblico del peregrinar de la Virgen María y de José; niñas y niños, así como adultos, empiezan a hacer una fila, que inicia con cerca de 10 asistentes y de repente aumenta a casi 100.
En esta ocasión, la posada será en la calle Damián Carmona, donde la familia Manríquez está a la espera de recibir, como hace 50 años, a las figuras religiosas.
Sandra Vergara es vecina en el Barrio de La Cruz, junto con su hijo de cinco años, forma parte de la fila que espera el inicio de la caminata para pedir posada.
“Vivo aquí a una cuadra y media del templo de La Cruz y sí procuro venir cada año, como mi niño tiene cinco años procuro estarlo trayendo para que se vaya dando cuenta de lo que se hace y cómo se hace. (Estas tradiciones) se las empiezo a inculcar para que él se vaya dando cuenta, ya él si crece y no viene, ya él sabe. (…) Yo no vivía aquí, vivía en otro estado, pero ya llegué aquí de joven y veníamos para salir un ratito de la casa y para empezar a conocer la tradición”, señala.
Además de llevar a su hijo, acude a la posada como una costumbre para conocer a sus vecinos y también para convivir entre ellos.
“(Lo que más le gusta de esta tradición) es que los vecinos convivimos un poquito más y nos conocemos, porque hay calles en las que no nos conocemos los vecinos y con esto, pues, salen y nos damos cuenta de quiénes somos”.
Recuerda que con el inicio de la pandemia las posadas se detuvieron, por lo que en este año le sorprende ver que la gente ha vuelto a salir. Además, en algunas calles, señala, los vecinos acostumbran romper piñatas, dar ponche e incluso tamales.
“Este año apenas empezó a salir (la gente) a las calles, entonces sí se ve bastante gente, los años pasados (la posada) había sido en el templo, sin salir a la calle. Es muy bonito porque convives y conoces. Entre el rezo y el canto dura como una hora u hora con 20 minutos”.
Son casi las 19:00 horas, los asistentes siguen al exterior del templo, mientras las catequistas que resguardan al “Santísimo” esperan a que lleguen más personas que ayuden a cargarlo.
Antes de comenzar la andanza, surgen algunas recomendaciones, entre ellas, “traigan su cubrebocas, para usarlo el mayor tiempo posible”, una encomienda que cobra más sentido frente al aumento de contagios por enfermedades respiratorias, pero no es la única recomendación, hay otra más: “Si los hombres traen su gorrita y su sombrero, como respeto para lo que vamos a rezar, nos la vamos a quitar”.
En punto de las 19:08 horas inicia el peregrinar; el trayecto lo dirige el sonido que sale de una camioneta blanca, que lleva el logo de “Florencio Rosas, A.C. Peregrinos a pie de Querétaro al Tepeyac”. Enseguida, avanzan los frailes y sacerdotes del templo y convento de la Santísima Cruz de los Milagros.
Esta camioneta guía el camino de los transeúntes, en un costado lleva la leyenda “Un verdadero peregrino. Camina en comunión con sus hermanos”. Salen por la calle Independencia, conforme avanzan se va deteniendo la circulación de los carros, un automovilista trata de escapar del embotellamiento y regresar por donde había avanzado.
Al clamor de los rezos y al paso de los peregrinos, la gente comienza a salir a las calles, se asoman desde los negocios o abren las puertas de sus casas para ver el recorrido.
En tanto, la fila sigue alimentándose de quienes se suman para pedir posada, parecen ser más de 200 personas.
De pronto dan vuelta en la calle Damián Carmona, donde ya se aprecian algunos adornos típicos de las posadas, entre casa y casa.
Al fondo se ve un cúmulo de personas, se trata de la familia Manríquez Becerra, hermanas, hermanos, hijos, sobrinos, tíos, la familia se ha reunido para recibir a los peregrinos.
Teresa Manríquez comparte que se trata de una tradición que les inculcaron sus padres y que han tratado de mantener los 20 hermanos que son; ahora, comparte, solamente viven 15 hermanos, que se reúnen cada año para esta fecha.
“La tradición viene desde mi papá, primero empezaron mis padres, fuimos 20 hermanos, pero vivimos 15, ahorita somos 15, falta la mitad, pero van a llegar para la cena. A todos los padres les doy su cena y a la gente que conocemos de esta calle”.
Recuerda que, incluso, el padre del templo les ha conferido un récord, pues cada año son fieles a la tradición.
“Tenemos el récord en el templo, nos dice el padre, porque nunca hemos fallado, casi 50 años ininterrumpidos, en la pandemia un año no se hizo, el otro llevamos al atrio y allá les repartimos. Antes toda la gente de aquí ayudaba, (…) ahora lo hacemos entre puros hermanos, los mayores”, expone.
Una vez afuera de la casa de los Manríquez, empiezan a pedir posada.