Después del mediodía de ayer sábado, la plaza principal de Santa María Magdalena lucía abarrotada, se escuchaba música de huapango y al fondo se veía un grupo de bailarines que danzaban al son de la música, aunque la atención estaba puesta en una pequeña carpa colocada al centro de la plaza, donde estaban ubicadas mesas con cazuelas de barro encima, y el olor delataba de lo que se trataba: mole.
Más de 20 mujeres de la comunidad apostaron sobre las mesas grandes cazuelas de mole, arroz y otras tantas de pollo, cientos de personas hicieron fila afuera de este espacio buscando entrar a recibir un plato con tan exquisito manjar.
Lo mismo había mole rojo que verde, las tortillas hechas a mano no podían faltar, pues es un elemento que hace que el mole sepa mejor; mientras unos apenas entraban, otros tantos se encontraban sentados en las jardineras saciando el antojo y el hambre.
Se veían cientos de personas en la banqueta, debajo de los árboles se acumulaban los alteros de platos vacíos, pintados en su mayoría de rojo, no se había quedado nada en el plato.
Por las calles aledañas también se podían ver decenas de personas que iban y venían, la mayoría de los locales cargaron con su propio plato, para evitar generar basura y entraron a que les sirvieran sobre ellos, otros ya iban entre las calles desapareciendo con el plato en la mano, todos con prisa, les urgía probar el molito.
Había mole rojo, mole verde, enchocolatado, almendrado, picoso y de muchas variedades.
Todo el escenario forma parte de la Feria del Mole y la Tortilla, que anualmente se celebra en esta comunidad, como parte de los festejos en honor a la patrona del lugar Santa María Magdalena, y aunque originalmente se realiza cada 22 de julio, en esta ocasión se decidió cambiarlo al 23 para que coincidiera con el sábado y que más gente pudiera llegar a disfrutar del mole, uno de los platillos por los que se distingue este lugar.
María Sánchez León forma parte del Consejo Parroquial que este año fue responsable, junto con la delegación, de organizar la feria, y señala que en años anteriores el mole se había estado vendiendo, pero en esta ocasión se decidió regalarlo a petición del párroco del lugar para “compartir todas las bendiciones que hemos recibido durante el año”.
“Este año cambiamos la dinámica para que trabajemos el cuidado común de la casa, la ecología y le pedimos a todos los que vienen a consumir el mole, que traigan su plato, su cuchara para no contaminar”, dice.
Aunque la convocatoria estaba hecha para las 12 del día, apenas había pasado una hora y ya se habían atendido a más de 800 personas y seguían llegando.
En Santa María se acostumbra hacer el mole de manera tradicional, desde moler el chile, sazonarlo, las especias, el chocolate, cocinado en fogones de leña, en cazuelas de barro.
Doña Cándida García Hernández regala mole en esta feria desde hace seis años y relata que para que todo esté listo, desde un día antes inicia con el proceso, en el que le ayudan sus hijas, quienes también estaban en la mesa junto a su mamá sirviendo el mole.
Puresa Torres es otra de las mujeres que obsequia su tradicional mole.
Participa en la feria desde hace 20 años, aproximadamente. Comenta que la preparación de su guiso también empezó desde un día antes, a fin de que todo estuviera listo para el sábado al mediodía.
“Se tienen que dorar las especias, todo lo que se le pone y luego echo a remojar el chile y ya al otro día lo llevo al molino con las especias, ya hoy en la mañana se prende la lumbre y se ponen las cazuelas y a moverle, lo hago con leña, le da otro sabor la leña”, explica.
Doña Puresa Torres fue una de las primeras en terminar su mole, y se mostró muy orgullosa de saber que a la gente le gusta y que vienen de distintos lugares para probarlo.
“Viene gente de Juriquilla, de Galindas, de Santa Fe, de Tlacote, del Centro, vendo todo el año el mole en pasta y le gusta mucho a la gente.
“Me da gusto participar aquí, mientras Dios me dé licencia, aquí seguiré, ya cuando Diosito me recoja ahí se quedan los hijos, los nietos, a ver quién quiere”, puntualiza.
Alejandra Delgado es una de las visitantes que acude a Santa María Magdalena para comer el mole, viene de Corregidora. Asegura que está al pendiente de la feria, pues su gusto por el mole de esta comunidad es grande.
“Cada año vengo, me encanta el mole de aquí, el de aquí en especial, porque el sabor es diferente al de todo Querétaro, la verdad, yo creo que porque lo hacen de manera artesanal y con especias muy naturales, entonces eso lo hace diferente, muy rico”, declara sonriente Alejandra, con su plato de mole en la mano.
Joan de Luis es otro de los visitantes, viene de San Antonio de la Punta, acompañado de su familia. Desde hace seis años se ha vuelto tradición acudir a la Feria del Mole y la Tortilla, pues asegura que el mole de Santa María Magdalena es más rico y “más casero”, además de que le “ponen todos los ingredientes que debe llevar”.
Mientras la gente disfrutaba de un delicioso plato con mole, un castillo de pirotecnia ya estaba montado afuera de la parroquia y se colocaban más bocinas, pues las fiestas seguirán en honor a la santa patrona del lugar.