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En medio de los tambores y los gritos de los caracoles, Lucía Ramírez Hernández, capitana generala de la Mesa de La Santa Cruz de la Buena Bonanza del Cerro del Sangremal, se abre paso ataviada de carmín satinado, un escudo con un corazón azteca, en fondo verde y remates de plumas amarillas.
En el tocado de la cabeza, su penacho luce un guerrero azteca y coronado de plumas negras de gallo y faisán.
Lleva huesos de fraile en los tobillos y una sonaja redonda con vivos verdes. Ella baila con su danza por las calles del Sangremal, por donde hace 491 años, los habitantes originarios fueron conquistados a la llegada de los españoles.
Preservar la memoria
La generala Lucía Ramírez tiene 67 años de danzante, a la edad de 50 años asumió el puesto como capitana generala. Fue cuando “levanté mi estandarte. Ahorita soy generala de generalas”, comparte.
Para esta ocasión, su danza vuelve fuerte después de la pandemia por el Covid-19.
La mujer puntualiza que 120 personas acuden a su Cuartel de General para acompañarla en la manda a La Santa Cruz de los Milagros.
Muy orgullosa de su trabajo como preservadora de la tradición y sin ninguna pena, afirma que “trabajo sola, mi fe, mi cruz y mis ánimas, son las que me quedan para atraer a mi gente”. Este cumplimiento de la tradición lo trabaja con pura conquista.
“La conquista es salir todo el año fuera del estado, esa es mi fe a la Santísima Cruz de los Milagros”. Durante el año acude a las diferentes festividades con otros grupos o mesas para continuar con la fe y la preservación de la memoria histórica.
Y así como ella acude a otras latitudes, también hay quienes han empeñado la palabra con su mesa y vuelven a cumplir. “Conmigo vienen de Toluca, del estado de Hidalgo, Jilotzingo, Metepec, Monterrey y Guadalajara”, comenta.
Inevitable preguntarle a la capitana Ramírez si en su danza hay menor temor por los contagios del Covid-19.
“Pues mire, pues yo la verdad no tengo ese problema ni con mi gente ni conmigo, si bien se nos han ido compañeros, hacemos oración por ellos y por todos los enfermos. Pero gracias a Dios su servidora sigue caminando desde que inició todo esto, y fuerte”, dice.
Compartir la fiesta con los nuevos residentes queretanos
La fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz de los Milagros, para los concheros de las distintas mesas no es un espectáculo del folklor del estado, es una serie de rituales entretejidos que hacen de una gran fiesta de fusión de culturas.
En ello, Ramírez Hernández hace un llamado también a los nuevos residentes queretanos para que se involucren en el conocimiento de la tradición de la Santa Cruz de los Milagros, primeramente para que “tengan fe, ante Dios, nuestro señor, y como él nos dice:
“‘El que quiera seguirme, adelante, agarre su cruz y sígame’. Entonces aquí nosotros tenemos un recuerdo, una memoria muy grande, que es la Santa Cruz de los Milagros, nuestra madre santísima de El Pueblito, al padre señor San Francisco, y la santísima Virgen de Soriano. Aquí bailamos porque tenemos mucha fe y las ánimas conquistadoras de los cuatro vientos, que son las que nos guían, nos iluminan y nos ayudan también a todos nuestros rituales que hacemos: la velación y danza”.
La generala de generalas comenta que este año en Lomas de Casa Blanca, donde se encuentra su cuartel, “hice que mis vecinas conocieran la fe de La Santa Cruz de los Milagros, les regale ‘crucitas’ y les dije que sí podían hacer sus altares. Y todas cooperaron para recibir a los padres, quienes fueron a bendecirles sus altares. Felices las vecinas con todo ello”.
La generala, satisfecha por haber inculcado la semilla de la tradición en su barrio, se va fundiendo entre las conchas, los golpes de tambor, las plumas y el sofocante calor que no le mengua para continuar danzando en la fiesta grande del estado para este sector.