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“María es la mera mera”, se escuchaba en medio de la peregrinación de la Diócesis de Querétaro, que ayer arribó a la Basílica de Guadalupe tras dos años de ser interrumpida debido a Covid-19.
Con globos, pompones, imágenes, flores y con una fe que mueve montañas, cerca de ocho mil personas, la mayoría mujeres vestidas de blanco, llegaron al templo mariano para visitar, dar gracias o pedirle algo a la ‘morenita del Tepeyac’.
Este año no hubo caminata desde Querétaro a la Ciudad de México, sino que los peregrinos arribaron en autobuses hasta el Acueducto de Guadalupe, desde donde caminaron cerca de cuatro kilómetros para llegar a la Basílica a las 9:30 horas.
Durante todo su camino, los rezos, las alabanzas y el baile se hicieron presentes. No faltó el ánimo, pues sabían que al final iban a poder ver de cerca a la Virgen de Guadalupe.
“Cabeza arriba, cabeza abajo, muévela de lado a lado”, “Vamos todos a alabar al Señor”, “La guadalupana, la guadalupana bajó al Tepeyac”, “Con estos huaraches que traigo yo, virgen Morena, te vengo a ver, si no me quieres corresponder, eso sí me va a doler”, “Venimos de la sierra, virgen bendita”, eran algunos de los cánticos que se escuchaban a lo largo de la peregrinación, organizada por la Diócesis de Querétaro.
Durante la caminata también hubo personas en silla de ruedas, muletas o descalzos, con mucho ánimo de llegar al Cerro del Tepeyac.
De acuerdo con los organizadores, aproximadamente cinco mil personas llegaron de Querétaro y el resto se agregó en la Ciudad de México y municipios mexiquenses.
Una de las queretanas que participó en esta peregrinación fue Flor de María Tovar, quien contó a EL UNIVERSAL que ella es la tercera generación de su familia que participa en este acto de fe. Recordó que su abuela estuvo en 50 peregrinaciones, su mamá ha estado en 26 y ella desde que nació fue prometida.
“Mi mamá siempre ha sido peregrina, mi abuela le enseñó; mi mamá me lo heredó a mí y a cada una de sus hijas y pues todas llevamos este bonito caminar”, apuntó.
De igual forma, compartió que esta peregrinación es especial para ella, pues pide sanar de un tumor cancerígeno. “Este año yo vine diagnosticada con cáncer y pido, principalmente, por mi salud y por un nuevo bebé que es la salvación que me piden ahora”, sostuvo.
Cirila Campos también viajó desde Querétaro hasta el Cerro del Tepeyac. Relató que ha participado desde hace 25 años y cada edición es más grande y especial.
“Para mí, la virgen significa algo hermoso, porque en mi casa le ha ayudado mucho a mi familia y me gusta, es mi fe la que traigo, mi alegría y me llena espiritualmente el ver a la virgen y vengo con mucho gusto”, relató Cirila Campos.
Indicó que siempre tiene dos grandes peticiones: que todos estén bien en su casa y que la guadalupana le dé fuerzas para regresar el próximo año.
Omar Godoy contó que hace algunos años, unos compañeros de trabajo lo invitaron para formar parte de esta peregrinación; desde entonces, añadió, le agarró cariño y amor a la virgen, por lo que no duda en participar y acudir a la Basílica.
“Mientras tú tengas fe, las cosas se van a poder y se van a hacer más fáciles. A veces uno piensa ‘es difícil, es difícil’, pero si tienes fe cualquier cosa se puede, todo se puede”, puntualizó.
Al llegar a los pies de la virgen, las caras de asombro y las lágrimas no se hicieron esperar, pues después de dos años pudieron verla de nuevo y estar con ella. Fueron unos segundos, pero para estos peregrinos, valió la pena.
Luego de ver a la ‘morenita del Tepeyac’, los peregrinos ocuparon una parte del atrio, desde donde rezaron un rosario y, posteriormente, escucharon una misa que concluyó al filo de las 13:00 horas.
Tras ser bendecidos, los peregrinos cumplieron su misión y regresaron a sus lugares de origen con una gran satisfacción, pues nuevamente realizaron este acto de fe.