Martina López tenía 51 años cuando la diagnosticaron con cáncer de mama; a casi ocho años que terminó su tratamiento, aquel proceso difícil lo ha encaminado en apoyo y acompañamiento a mujeres que, como ella, han sido diagnosticadas con este tipo de cáncer.

Fue en el 2014 cuando le detectaron el cáncer, recuerda que en ese momento estaba molesta por no tener el hábito de autoexplorarse, por aplazar los resultados de unas mastografías, por no realizarlas con constancia.

“Cuando me diagnosticaron cáncer yo estaba muy enojada porque yo no aprendí a autoexplorarme, es más las mastografías a veces me las hacía, y otras no me la hacía, habiendo antecedentes en la familia, entonces en una ocasión no recogí mi resultado, en el siguiente año no me lo hice y en el tercer apareció el cáncer, en el 2014 y erróneamente yo me fui por un tratamiento alternativo que no me funcionó”, narra.

De manera inicial, optó por un tratamiento alternativo que no progresó; al siguiente año, en el 2015, fue cuando inició el tratamiento médico y fue operada con una cirugía conservadora, en la que le extirparon la mitad del seno. Con el tiempo, dice, aprendió a vivir con el cambio físico que le dejó el cáncer.

“Me diagnosticaron a finales de julio, en agosto, septiembre, octubre, noviembre y diciembre me llevé el tratamiento alternativo, pensado yo que iba a cambiar el resultado, una biopsia que ya había sido positiva, pues me metí otra vez a que me hicieran otra biopsia y sorpresa que el cáncer ahí seguía y fue que dije, esto ya no me está gustando, estoy poniendo en riesgo mi vida”, refiere.

La cirugía se la realizaron en enero de 2015, mes y medio después comenzaron las quimioterapias, que en total fueron ocho y 33 radiaciones.

A casi ocho años de que finalizó el tratamiento más complejo, Martina padece algunas secuelas tanto de las quimioterapias, así como de las radioterapias. Debido a que recibió radiación en el cuello, explica, ahora está en un tratamiento para regular la tiroides.

“Es otra situación, porque entra la parte emocional, el sentirte el cuerpo, es aprender a conocer a mi cuerpo después de todo ese tratamiento”, destaca.

Esta enfermedad, señala, le ha dejado un gran aprendizaje respecto a la detección oportuna y la diferencia que eso puede representar en el tratamiento de un paciente.

Recuerda que su hermana también tuvo cáncer, que se detectó tempranamente por lo que la operaron de forma inmediata y no requirió ni quimioterapia ni radioterapia.

“Ella, trabajadora del seguro social, enfermera, sintió una bolita e inmediatamente fue con un oncólogo, inmediatamente la operaron y ella no recibió ni quimioterapia ni radioterapia. Y en mi caso digo: si me he atendido a tiempo, como debería haber sido, tal vez, no lo sé, me hubiera salvado de quimioterapias, radioterapias y nada más con la pastillita de los cinco años me hubiese quedado, esa es mi duda”, comenta.

Tras la experiencia que vivió con el cáncer, Martina llama a conocer nuestro cuerpo, a autoexplorarse, a no dejar en duda cualquier síntoma, cualquier señal, a hacer un hábito las revisiones médicas para actuar a tiempo, antes de que la enfermedad avance más y las consecuencias sean irreversibles.

“Yo les comento que debemos conocer nuestro cuerpo, nuestro cuerpo nos manda señales cuando algo está funcionando mal, entonces depende de nosotros darle un seguimiento y tener esa cultura, costumbre, de escuchar nuestro cuerpo y tener un hábito de revisión médica, ahora sí que más vale que nos digan: señora no se preocupe, usted está bien; a que nos digan, en mi caso, ¿por qué no asistí antes?”, reflexiona.

Ahora, ella forma parte de la asociación Mujeres Unidas Contra el Cáncer de Mama (Muccam), una organización que fue fundamental en su proceso; refiere que la población debe tener conocimiento sobre este tipo de organizaciones, con la finalidad de recibir orientación cuando se presenta un caso de este tipo.

A cuatro años de formar parte de la asociación, Marti -como la llaman en Muccam- recuerda que en un inicio rechazaba acercarse a este grupo de autoayuda; sin embargo, comenta que con el tiempo cambió de opinión y encontró en ese espacio la posibilidad de asimilar y entender lo que le pasaba a su cuerpo, aunado al acompañamiento colectivo de sus compañeras.

“Conocí a la doctora Lupita Fosado y me invitó al grupo de autoayuda y sí, de verdad que sí lo necesitamos, sí hace falta. En un principio decía: ¿a qué voy?, ¿a escuchar historias peores que la mía?, yo decía, no tiene caso, pero la verdad sí tiene caso, sí funciona, porque nos ayudan a entender qué está pasando con nuestro cuerpo, la situación de que te quiten la mitad de un seno o hasta todo el seno, sí necesitamos esa orientación, elevar la autoestima, ese papacho que da el grupo, que hay situaciones, erróneamente, peores que la mía y en verdad empieza a cambiar la mentalidad, necesitamos ayuda, necesitamos apoyo psicológico, mental, emocional, ver las situaciones de otra manera”.

Ahora, es parte del voluntariado de la agrupación, una etapa que le ha dejado muchas satisfacciones, debido a que en alianza con empresas han podido donar prótesis a las mujeres que las necesitan.

De esta manera, ahora Martina promueve el cuidado de la salud: “Conozcamos nuestro cuerpo, nuestro cuerpo nos avisa, hagámosle caso”.

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