La doctora en Matemáticas, Tishbe Pilarh Herrera Ramírez, habla con entusiasmo de su trabajo. Haciendo uso de las matemáticas estudia el comportamiento del dengue para que quienes deban tomar decisiones y acciones contra esta enfermedad sepan de qué manera actuar y que, a la vez, la ciudadanía tome conciencia que esta enfermedad es consecuencia de la actividad humana.

Egresada de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), donde estudió licenciatura, maestría y doctorado, se dedica a las biomatemáticas, en especial a la epidemiología. Lleva años trabajando en dengue en el Instituto de Matemáticas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) Campus Juriquilla.

Cifras para tomar acción

Las biomatemáticas, precisa, son estudiar biología con herramientas matemáticas, para en función de ello tomar decisiones de control y seguridad.

“Las biomatemáticas pueden dar respuesta a algún fenómeno, como las enfermedades, entender algo, como el proceso evolutivo de una especie, de algún sistema, o matematizar algo que ya sucede en la naturaleza, y después usar ese procedimiento matemático para otra cosa que no tiene nada que ver con el proceso inicial de donde se generó”, puntualiza.

En ese sentido para que se pueda prevenir el dengue se necesita disminuir la cantidad de mosquitos Aedes aegypti, vector que transmite la enfermedad. El contagio es de humano a humano, pero en el caso del dengue se necesita un vector que lo transmita. El mosquito es el que transmite la enfermedad.

“El problema es que contar a los mosquitos no es fácil. Las lluvias potencializan su crecimiento poblacional, entonces la dinámica de la enfermedad depende de la dinámica de los mosquitos. Ahí es donde jugamos nosotros, a ver cómo podemos estimar su población, o caracterizar esa relación de los mosquitos con las personas”, señala la especialista.

Comenta que ha trabajado en estudiar cuántos mosquitos se pueden generar en un recipiente para tener un estimado de cuántos mosquitos habría en una zona. En otros modelos, que son computacionales, trata con los casos para estimar la densidad de mosquitos, cuántos hay en el ambiente en el transcurso del tiempo y ver si eso depende de algunas característica del clima, de la región, la humedad. Los casos aumentan cuando hay más mosquitos, pero no es de manera directa, por lo que con las ecuaciones y las simulaciones, tratan de simular atrás en el tiempo.

Indica que el dengue es una enfermedad compleja pues muchos casos son asintomáticos, y mucha gente, sobre todo en zonas costeras. Saben que tienen dengue por los síntomas, pero no van el médico porque los síntomas son como los de una gripa, optando por remedios caseros. Son casos que no llegan al sistema de salud y como no llegan a los registros las autoridades no se reporta el número real de casos. Es ahí donde entran las matemáticas para estimar los casos reales. El problema es que cuando se convierte en dengue hemorrágico, el avance de la enfermedad es muy rápido y ya puede ser mortal.

“La epidemiología matemática puede dar respuestas para la toma de decisiones. La idea es presentar resultados que le puedan servir a quien decide dónde hacer fumigación, a quién decide cuántos mosquitos son tolerables para que la enfermedad no salga de control, cuándo podemos decir que hay un brote y es un problema en tal ciudad. La intención es dar resultados a quienes toman decisiones a nivel clínico o gobierno. Que uno de estos resultados le puede servir a la gente para entender por qué el gobierno te pide la descacharrización, por qué no almacenar agua, por qué ir al médico cuando tienes síntomas, porque le puedes informar a la gente qué tan grave es la enfermedad”, subraya.

Una enfermedad compleja

Entre diversos factores ajenos al mosquito, el cambio climático también juega un papel importante en el aumento de los casos de dengue, pues las altas temperaturas favorecen el ciclo de vida del mosquito, mientras que las zonas frías no son del agrado del Aedes aegypti. Ahora que las temperaturas suben los mosquitos pueden vivir en lugares donde no lo hacían antes.

Además, hay mucha migración de las comunidades a las ciudades, lo que provoca que crezcan de manera desmedida, y que las condiciones básicas de las personas no sean las ideales. Por ejemplo, la gente no siempre tiene agua corriente siempre, por lo que la tienen que almacenar, y ahí el mosquito tiene un lugar dónde reproducirse.

“Los mosquitos tienen algo maravilloso: saben adaptarse. No es que el mosquito sea el malo, no es un villano. Sólo están creciendo como población y se adaptan”, explica.

De acuerdo con la Secretaría de Salud del estado, con información al 16 de agosto de 2024, se han registrado 257 casos positivos de dengue en la entidad, siendo 153 mujeres y 104 hombres, 28 con domicilio en el municipio de Arroyo Seco, uno en Cadereyta de Montes, dos en Corregidora, uno en El Marqués, 46 en Jalpan de Serra, uno más en Landa de Matamoros, uno en Pedro Escobedo, nueve en Peñamiller, 72 en Querétaro y otros 96 en Tolimán.

De los 257 casos, 227 casos son no graves, 27 tienen signos de alarma y tres casos con dengue grave. A nivel nacional, al 12 de agosto se han reportado 33 mil 957 positivos y 101 muertes

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