Desde que la actividad comercial se reactivó en los mercados municipales de Querétaro, aumentó considerablemente el número de familias que asisten a dichos lugares para abastecerse, principalmente, de productos de la canasta básica.
Los corredores y pasillos que hace unas semanas estaban desiertos, ahora reciben a varios consumidores. Los locatarios re abrieron sus cortinas y las pequeñas fondas de comida ahora pueden recibir a sus clientes y no sólo vender comida para llevar.
La reactivación de los mercados tuvo luz verde de las autoridades estatales desde el pasado 17 de junio; el compromiso de los locatarios es el de mantener estrictas medidas de salubridad, sin embargo, esa es una realidad todavía lejana.
A diferencia de los trabajadores de restaurantes, cafeterías y demás locatarios del Centro Histórico -quienes trabajan con caretas, cubrebocas e incluso guantes quirúrgicos- son pocos los locatarios de mercados los que usan este equipamiento de protección; la gran mayoría sí utiliza el cubrebocas, pero nada más; muchos comerciantes lo usan como mero requisito para poder trabajar, pues portan el cubrebocas debajo de la nariz y algunos, incluso, lo llevan en el cuello.
En el mercado Escobedo, que es uno de los más importantes de la ciudad, se ha instalado una valla metálica para señalar a los compradores cuáles son las entradas y las salidas de este punto comercial.
Actualmente todas las puertas del mercado se encuentran abiertas y en cada una se encuentra un “vigilante ciudadano”, que se encarga de proporcionar desinfectante líquido en las manos de las personas que quieren ingresar; ya no toman la temperatura como lo hacían al inicio de la contingencia sanitaria, ni prohíben el ingreso de adultos mayores o menores de edad.
Eso sí, se pide el uso de cubrebocas a todas las personas que ingresan y que éste lo coloquen de la manera correcta, sin embargo, una vez dentro del mercado, esta medida desaparece, los compradores se retiran el cubrebocas, lo guardan en sus monederos o bolsas de mandado, algunos lo traen colgando de una oreja, otros lo usan como collar.
Al interior del mercado, cumplir con la llamada “sana distancia” es imposible.
En los pasillos se colocaron marcas amarillas para delimitar la distancia a guardarse entre cada cliente, pero nadie las ve, y si las ven, no las respetan. Algunos locatarios cuelgan letreros que dicen “evite traer niños”, pero en eso tampoco se hace caso, son familias completas las que acuden a surtir la despensa.
Al interior del mercado, ningún vigilante hace rondines para verificar que se cumplan las medidas de salubridad. No se tienen protocolos de limpieza para dar y recibir dinero, tampoco para tocar frutas, verduras ni demás productos que estén a la venta.
Para los locatarios del Mercado Escobedo, la reapertura del mercado llegó en el momento indicado, pues las ventas estaban ya en números rojos. Algunos comerciantes, incluso, dejaron de abrir sus negocios, pues prácticamente estaban solos.
Martha, una de las comerciantes del mercado, detalla a EL UNIVERSAL Querétaro que durante casi 15 días -antes de que el mercado se reactivara- vendía sólo un par de refrescos al día, y sus clientes eran los mismos locatarios.
“Estuvo horrible para nosotros como comerciantes, yo venía a trabajar pero prácticamente el mercado estaba solo, yo no vendía ni un Chocomill, ni un jugo, sólo vendía algunos refrescos y era porque los mismos comerciantes venían a comprarme, no había ni un cliente. En la semana más crítica de la contingencia sí cerré mi negocio durante 4 días, pero después no tuve más opción que volver abrir”, comenta.
Martha coincide con los demás locatarios en que la reapertura del mercado les ha permitido mejorar su economía, estiman que las ventas están al 50%, comparado con lo que vendían antes de inticio de la contingencia, pero prefieren tener pocos clientes a no tener ninguno.
“Yo creo que todos estamos vendiendo la mitad de lo que vendíamos antes, pero de eso a nada, pues está bien. Yo tengo un negocio de comida y tengo pocos clientes, las ventas van mejorando pero muy lentamente. Sí hay gente que viene al mercado pero compran sólo lo necesario, cosas de despensa y se van, no tienen dinero para comprarse algo de ropa, quedarse a comer aquí, comprar un postre, hay gente, pero compran muy poco, la situación está muy crítica para todos”.
El número de familias en los mercados municipales aumenta todavía más, dependiendo de diversas situaciones.
A las afueras del mercado de El Tepe, por ejemplo, los días jueves y domingos se instala tianguis, donde las medidas de salubridad tampoco existen.
Algunos vendedores ambulantes usan cubrebocas, otros no, pasa igual con los clientes, que en su mayoría opta por no usarlo. Los comerciantes gritan de un lado a otro el precio de sus productos, las particulas de saliva seguramente vuelan por el aire, pero a nadie le preocupa. Aquí no hay gel antibacterial, ni agua clorada, mucho menos sana distancia, ni vigilantes ciudadanos.
La asistencia de las familias a los mercados se comprueba desde varias cuadras antes de llegar al lugar, pues el tráfico se hace insoportable y un estacionamiento sin espacios disponibles recibe a los compradores.