Miguel García López toma el bote mezcla y lo lleva hasta donde está haciendo un piso firme en una vivienda. Dice que pese a tener amputación de la mano izquierda desde los 15 años, ésta no ha sido limitante para trabajar en la construcción, siendo un ejemplo de perseverancia.
Miguel, de 32 años, precisa que sabe de todo, desde zapatas, mamposterías, pisos, tabique, loseta, mármol, así como cantera. Por su cuenta, como maestro albañil lleva cinco años, anteriormente, trabajó durante ocho años en un taller de mármol.
Narra que es originario de La Cañada y que aprendió el oficio viendo y preguntando. “Mi papá, mis hermanos, todos se dedican a la albañilería, pero todos agarran sus trabajos por su propia cuenta”, indica.
Recuerda y platica que fue un 24 de diciembre cuando con un cohetón, de los que utilizan en las fiestas patronales, perdió la mano izquierda.
“Ahora sí, de travieso, como dicen. Tenía 15 años, ahora tengo 32, fue hace 17 años. Explotó (el cohetón) no subió, se quedó en mi mano y a partir de ahí, ingeniándoselas uno mismo, para salir adelante.
“Sí, me pegó fuerte, era prácticamente un niño. Fui a terapias sicológicas, también terapias en el CRIQ, aquí en Querétaro, para agarrar fuerzas; hice todas mis terapias. todo lo que se me indicó. También lo que me ayuda mucho es que nunca he tomado y no tengo ningún vicio”, subraya.
Marcos Gabriel Hernández López y Manuel Chávez trabajan con Miguel. Ambos jóvenes preparan la mezcla para el piso en el que trabajan. Una malla de metal sirve de base y unos hilos marcan el nivel que tendrá.
“Nunca me dejé caer por la discapacidad. Siempre viendo la forma de salir adelante, siempre”, abunda.
Sobre su trabajo, dice que sí, es pesada la albañilería, pero también comenta que para todo encuentra “uno la maña”. Explica que se las ingenia para agarrar los instrumentos de trabajo como la pala, la carretilla, todas las herramientas.
Agrega que lo único que se le hace complicado es cincelar con el punzón y el martillo. Otras de las herramientas que también requieren fuerza, son el pulidor y el taladro, pero no se le dificulta en lo absoluto. Las puede manejar “como si nada”.
“Es pesado, sí, pero por eso es que traigo ayudantes. Hasta una persona que está completa siempre necesita ayuda. Ahora más, imagínate uno. Como siempre traigo a la misma gente ya nos entendemos prácticamente uno y otro”, precisa.
La música se escucha en una pequeña bocina que se ubica cerca de donde los tres hombres trabajan. Los ayudantes de Miguel llenan un bote de mezcla, mismo que él lleva hasta donde habrá una coladera para el piso. El maestro albañil vacía la mezcla sobre el marco de metal, dejando libre la rejilla. Extiende el material y así lo hace hasta darle forma. El proceso no tarda más de cinco minutos.
Comenta que “gracias a Dios me ha ido bien con los patrones que he tenido, y he tenido bastantes. Como decimos, hay patrones que tiene economía (poder adquisitivo) pero he recibido críticas malas de gente que está a mi nivel. He recibido mejores críticas de personas que están económicamente bien. Patrones que me siguen dando trabajo, que son detallitos que salen, igual voy a Candiles, Satélite. He recibido de todo, críticas tanto buenas y malas, pero han sido más las buenas”.
Sobre su vida personal, Miguel comenta que está casado con Susana López, y tienen una niña, Romina Samantha, de cinco años.
Dice que su esposa, con quien lleva casi siete años de relación, también trabaja, ambos comparten las labores de la casa, como lavar trastes, la ropa y limpiar. Comenta que su mujer, cuando sabe que él tiene trabajo, sabe que les irá bien y cuando no tiene, ella destina su salario para el hogar. Susana tiene su bachillerato terminado, es operaria en una fábrica. Su familia se convirtió en una fuente de inspiración para Miguel. Son un motivo más para salir adelante.
Continúan con el trabajo; los ayudantes de Miguel llevan la mezcla en una carretilla hasta donde el maestro la aplana y da forma al piso.
Miguel dice que para superar la pérdida de su extremidad fue importante el apoyo de su familia, sus padres, sus hermanos, siempre lo procuraron y cuidaron de él tras el accidente.
“Siempre estuvieron al tanto de mi desde el principio, era un niño, tenía 15 años, estudiaba todavía la secundaria. Ellos fueron parte fundamental para que no me cayera. El apoyo de la familia siempre es primordial”, abunda el maestro.
Añade que el consejo que le puede dar a quienes han sufrido alguna amputación es no dejarse abatir, pues la salud emocional es importante en cualquier persona, depende de cómo se vea la vida, o cómo se quiera ver para salir adelante o quedarse en un lugar oscuro.
Enfatiza que tener una vida sana, sin vicios, ayuda mucho para tener una visión clara de lo que se quiere hacer en la vida y mantener una buena salud. “Nunca hay que darse por vencidos ante cualquier adversidad. Recibí críticas, me decían que cómo no había caído en ningún vicio o depresión.
Depresión sí la tuve siempre, porque se vienen los recuerdos cada 24 de diciembre, pero hay que sobrellevar las cosas, más ahora que tengo a mi esposa y a mi hija”, puntualiza.
Miguel continúa con el trabajo que tiene que entregar y terminar. Además, no hay que dejar que se seque la mezcla que sus “chalanes” hacen mientras espera para hacer el piso firme, firme como su voluntad.