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Miguel Ángel Cangas Garduño termina de colocar los carteles en su silla de ruedas. En las cartulinas naranjas pide ayuda para comprar alimentos y medicinas. El hombre, a quien hace seis años le amputaron las piernas por complicaciones de la diabetes que padece, tiene el sueño de obtener el dinero para hacerse de unas prótesis y poder volver a trabajar, sentirse productivo en la sociedad.
El hombre de 52 años se instala en una acera de avenida Constituyentes, frente a una estación de Qrobús. Dice que deben de buscar la zona donde más personas se concentren o pasen. Es una buena opción para la colecta de dinero.
Narra que antes de perder ambas piernas era conductor de transporte pesado. Luego de agravarse su situación de salud, que incluso afecta ya su vista, decidió irse a vivir con su madre, pues, dice, no se casó por las mismas complicaciones que tuvo años atrás.
Sin embargo, la pensión que recibe su progenitora no es suficiente para el sustento de los dos, y por ahora él no cuenta con ingresos fijos.
“Mi mamá tiene una pensión del IMSS, pero es muy poca la cantidad que ella recibe. Por eso salgo a la vía pública, a la calle, a solicitar apoyo para ir sobrellevando la situación económica”, abunda.
Comenta que mucha gente le ha aconsejado buscar un empleo en una oficina, pero su visión no es buena para poder ver con detalle un monitor
Señala que recibe atención médica a través del Insabi, antes Seguro Popular. Nunca le faltó medicamento, aunque comenta que últimamente ha escuchado comentarios sobre desabasto de fármacos.
Miguel Ángel recibe apoyo del gobierno para personas con discapacidad, aunque es insuficiente para los gastos que hay en casa, por lo que debe de salir, lo que es muy costoso, pues necesita tomar taxi para cualquier lugar que vaya. Le es complicado subirse a un camión.
Apunta que en ese sentido ha recibido trato discriminatorio por parte de conductores de transporte público, pues no le permiten subir a las unidades.
Incluso, narra, los taxistas muchas ocasiones no le prestan el servicio, pues les molesta tener que subir la silla de ruedas a la unidad. “No les gusta batallar con personas con discapacidad. No pasa con frecuencia, pero sí me enfrentó a la discriminación”, destaca.
“Mucha gente a lo mejor no lo sabe, porque no lo ha vivido, pero yo que estoy en esta situación, se los comento”, agrega.
Dice que el último año y medio ha sido muy complicado, pues durante el confinamiento no había gente en la calle.
Ahora, ya con el escenario A y con más personas saliendo a sus actividades productivas, siguen sin apoyar mucho a las personas que piden ayuda en las calles, detalla.
“Todos estamos en una situación complicada. La inmensa mayoría de las personas está en una situación económica complicada y como que no quieren ayudar mucho. Sí apoyan, pero muy poquito. Ahorita esto no se compone todavía”, enfatiza.
Mientras Miguel Ángel platica, de una camioneta baja una mujer. Extiende al hombre un folleto de una organización religiosa y unos cacahuates.
Sonríe a Miguel Ángel a manera de saludo y despedido, para regresar a la camioneta y retirarse. Miguel Ángel toma lo que le dio la mujer y lo coloca a un costado de su silla.
Sin embargo, a pesar del riesgo de contagiarse de Covid-19, durante esos meses, Miguel Ángel dice que tuvo que salir, pues no tenía más remedio, ya que la pensión de su madre, de 77 años de edad y ya con algunos problemas de salud, y el apoyo que recibe eran insuficiente para cubrir las necesidades de salud y alimentación para ambos.
La gente pasa frente al hombre; lee los carteles de la silla de ruedas y sigue su camino. Por la cercanía también de una clínica del IMSS y unas oficinas de una empresa telefónica, el flujo de personas es constante, pero muy pocos reparan en la situación que atraviesa Miguel Ángel.
En la misma zona hay otras personas, principalmente adultos mayores, que venden dulces y semillas. Tratan de ganarse el sustento de esta manera.
Miguel Ángel explica que las prótesis que necesita son especiales, que le permitan subir escalones. Las prótesis básicas si le servirían pero no del todo, pues como necesita para ambas piernas, requiere de unas muy específicas, para evitar el riesgo de caer constantemente.
“La gran ayuda que requiero es que me apoyen para ponerme esas prótesis, para poder dejar la silla de ruedas, poder caminar y hacer una vida un poco más normal”, dice.
Además, eso le permitiría tener un empleo. Ahora podría tener un empleo, algo que pudiera hacer con las manos, siempre y cuando no tenga que usar mucho la vista en detalles.
Añade que la gran ayuda que puede recibir son una prótesis. Otra ayuda, como despensa, también la agradece, pero lo que necesita son sus prótesis, para dejar la silla de ruedas.
Miguel Ángel observa el paso de la gente. Ve cómo caminan de un lado a otro, con cierta prisa por llegar a sus destinos. La vida poco a poco continúa su recuperación a la nueva normalidad. Miguel Ángel espera que la situación mejore, que la gente sea solidaria con él y con las demás personas que en la calle buscan la caridad de la ciudadanía para solventar sus necesidades básicas y poder sobrevivir en la nueva normalidad, en una sociedad aún herida por la pandemia de Covid-19 y que lucha por recuperarse.