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Jesús Puente Casillas es entomólogo de profesión y afirma que las personas deben de apreciar más la belleza y la importancia de los insectos. “Si tienen cucarachas en sus casas es porque invadimos su territorio y porque no limpian su cocina”, dice el creador del Museo de Bichos.
El lugar surgió de la mente de Jesús, quien desde la adolescencia, cuando estudiaba la secundaria, le atrajo ser coleccionador de insectos.
Asegura que “las plagas nosotros las hacemos. Si limpiamos bien nuestra casa, no habría plagas de cucarachas, moscas, hormigas. Tenemos la idea de que los animales son malos. Los malos somos nosotros, que no tenemos la limpieza necesaria”.
La exposición de Jesús, la cual forma parte de su colección personal, reúne a 2 mil 600 insectos en exposición, nativos de México y el mundo, con 19 tarántulas vivas, escorpiones y mantis religiosas.
“Existe la oportunidad de que los visitantes tomen fotografías, porque a veces no lo permiten en otros museos. Estoy a favor de difundir la entomología y su importancia”, precisa.
Los ejemplares de Jesús están divididos de acuerdo a la especie animal. Los escarabajos están juntos en una sección, al igual que las mariposas. En una mesa en la puerta hay varios ejemplares vivos. Hay una mantis religiosa, a la que Jesús le da agua con una rociador.
Más allá, en la misma mesa, hay cucarachas de Madagascar, especie descomunal que es muy conocida entre los amantes de los insectos, y más por los entomofóbicos.
Jesús recuerda que cuando estaba en la secundaria entró a la Escuela Latinoamericana de Taxidermistas, pues siempre le había gustado la biología. Su último trabajo fue un conejo blanco, en reposo. En una pequeña vitrina colocó 10 insectos, los que llamaron más la atención que otros trabajos de sus compañeros.
En la universidad perfeccionó sus conocimientos sobre los insectos, por lo que mejoró en su profesión.
Jesús muestra insectos palo de África, escarabajos asiáticos, africanos, latinoamericanos y mexicanos. Los ejemplares son de todo el mundo, conseguidos gracias a intercambios con otros coleccionistas o donaciones que le llegan a hacer.
Mientras observa a la mantis tomar agua, Jesús reflexiona: “Ellos [los insectos] tienen todo. La madre naturaleza los provee de todo. No necesitan del hombre. Nosotros necesitamos de los animales. Ellos no, porque todo lo tienen en el campo, en las selvas, en los bosques. Nosotros somos los que estamos invadiendo sus espacios y reduciendo su hábitat”.
Jesús añade que hasta hace una semana tenía un centenar de mantis, pero las liberó en el campo para repoblar algunas zonas con las especies necesarias para los ecosistemas y que se sigan reproduciendo.
Al fondo del museo están las tarántulas y los escorpiones. Los ejemplares son de diferentes especies. Hay tarántulas, dice, que son muy agresivas, que no se deben molestar. La mayoría no son violentas, pero de igual modo se deben respetar.
Indica que no hay especies endémicas de Querétaro como tal, pues el estado es parte de un ecosistema que abarca todo El Bajío.
También explica que lo han picado siete escorpiones de diferentes tipos. “La única vez que me pusieron un antídoto fue cuando en la escuela me picó un escorpión de Michoacán y el director de la institución me dijo que me fuera”, abunda.
Los escorpiones, comenta, no son malos, simplemente están haciendo lo que saben hacer. Jesús mete la mano a la vitrina donde está un alacrán que se encuentra en el territorio queretano y que cuando pica requiere vigilancia médica, pues su veneno es neurotóxico, por lo que puede dar “unos sustos” a la gente.
El veterano entomólogo coloca una tarántula en la mano de una visitante, el arácnido se queda quieto. Pasa a la mano de otro visitante y se mueve un poco más. Sus patas peludas avanzan por la muñeca lentamente.
“Las personas las avientan cuando comienzan a caminar, por eso no les pongo a las más rápidas, esas avanzan por la mano o el brazo”, subraya.
En la vitrinas se muestran también algunos ejemplares disecados de escorpiones, de tamaño grande, cercano a los 20 centímetros.
La idea es que la gente pueda apreciar la biodiversidad que se tiene y que se pierde por la cantidad de pesticidas que se usan todos los días en el campo y las ciudades.
Jesús dice que recibe a grupos de niños, que por lo regular son los más interesados en los insectos.
Recomienda salir al campo, no sólo a playas: “Vayan a donde hay mucha vegetación, muchos insectos, para que conozcan la cadena alimenticia, para que tengan conocimiento, que no todo es negativo.
Una cucaracha está en nuestra cocina porque hay alimento. Una cucaracha invadió aparentemente nuestra casa porque le quitamos su hábitat. Hay que mediar”, sostiene.
Jesús luce satisfecho con su trabajo. Sabe que aún tiene mucho por hacer, pues de todas las especies de insectos que se conocen, se estima que es apenas una parte, pues faltan muchas especies por descubrir.