Arturo Esponda Ordoñez cumplirá 68 años en febrero próximo. Sin embargo, no podrá celebrar como lo hacía en otros tiempos, pues a raíz de un mal diagnóstico en el ISSSTE, estuvo al borde de la muerte, y ahora, de ser un adulto mayor independiente, debe tener cuidados todo el día, pues una bacteria afectó su cerebro, disminuyendo sus capacidades cognitivas y físicas.
Sergio Esponda, hijo de Arturo, jubilado desde hace tres, explica que su padre vive en Querétaro desde hace siete años, y es derechohabiente del ISSSTE por parte de su esposa, quien falleció hace 10 años.
Explica que su padre nunca tuvo problemas de salud. Llevaba una dieta naturista, por lo que su estado físico era bueno, hasta finales de mayo y principios de junio de este año.
“El problema inicia cuando acude al cajero automático para retirar dinero para sus gastos. Al llegar al banco una persona se hace pasar por empleado de la institución y le dice que está haciendo mal algo, y sin darse cuenta le cambia la tarjeta.
“Se fue confiado sin darse cuenta que le cambiaron la tarjeta. A los dos días se dio cuenta que le vaciaron su cuenta de la pensión. De ahí le viene un coraje muy fuerte por el robo”, recuerda.
En el banco le dijeron que no le regresarían el dinero robado pues no hizo el procedimiento adecuado. Para esos días Arturo presentaba dolor fuerte en el abdomen, pensando que había sido consecuencia del robo. Sin embargo, el dolor se hizo más intenso, por lo que acudió al ISSSTE para hacerle que le hicieran una revisión.
Ahí ingresó a urgencias, pero le diagnosticaron gastritis, le dieron medicamentos para ese padecimiento, pero no le funcionaron para nada. El dolor no cedió por lo que Sergio acudió a otros médicos llegando a un hospital particular, tras hacer algunos estudios como una tomografía le dijeron que tenía estallamiento de apéndice, que afectaron a los órganos cercanos. Además le dijeron que tenía riñón de herradura (mal congénito), diabetes, hipertensión, enfermedades que no sabía que padecía, pero por la infección que comenzaba a invadir su cuerpo afectó a su metabolismo.
“Llevaba 10 días con la apéndice estallada y traía toda la mugre dentro, por eso se ponía cada vez peor. El cuerpo se resistía a la infección”, abunda.
Los médicos del hospital particular le dijeron que el tratamiento ahí sería muy costoso y que no había seguridad en su recuperación, por lo que optó por acudir al Hospital General donde lo volvieron a valorar. Al día siguiente de ingresar lo operaron de la apéndice.
Ahí salió bien de la cirugía, pero a los 15 días comenzó a presentar fallas en la memoria, no podía entablar una conversación coherente, además de que comenzó a hincharse, aunque le decían que era normal, que era parte de la recuperación.
“A los 15 días me dicen que había que hacerle una tomografía, pero ese se día no había espacio para hacerla. Una enfermera me dijo que mi padre debe de caminar y nos paramos a hacerlo. A los 10 metros se sentó y le dio un paro respiratorio. A partir de ese momento comenzó con respiración artificial y luego una traqueotomía, por lo que lo canalizaron a terapia intensiva. Ahí me dijeron que estaba séptico, por lo que se complicó todo, la infección invadió todo el cuerpo y el cerebro”, explica.
Luego del paro respiratorio el estado físico de Arturo se vio disminuido. Los médicos identificaron la bacteria E. Coli como la causante de la infección. Por el paro respiratorio y la infección su cerebro, sufrió daños que los médicos estimaron en un diagnóstico más optimista que podría recuperarse en seis meses.
Actualmente Arturo recibe rehabilitación en el Centro de Rehabilitación Integral de Querétaro (CRIQ), además de que debe de estar en un centro geriátrico para que le puedan brindar la atención adecuada.
En el aspecto físico, Sergio dice que su padre perdió mucho peso, algo en lo que se comienza a recuperar poco a poco, aunque el movimiento fino aún no lo domina, sin embargo, el hombre trata de recuperarse lo más pronto posible.
“Estoy buscando que tenga el mayor número de terapias posibles. El CRIQ me está apoyando muy bien. Son dos terapias físicas y una del lenguaje a la semana, que poco a poco le ayudan”, abunda.
Agrega que el desgaste emocional y económico ha sido mucho para él. Su hermano, quien radica en Mérida, Yucatán, lo apoya, pero la mayoría de los gastos y el acompañamiento a su padre lo hace él.
“Con el ISSSTE tengo un tema pendiente. Llegado el momento sí me gustaría verlo, porque si la asistencia se hubiera dado en ese momento, posiblemente no hubiéramos llegado con tanta complicación, o posiblemente la apéndice no hubiera estallado. No lo podemos saber, porque al final ya lo vimos muy avanzado.
Pero tal vez si en ese momento se le hubiera hecho un estudio, se hubieran dado cuenta que estaba a punto de estallar y se hubiera remediado.
Desgraciadamente no fue así y ahora mi padre no es independiente, tiene que depender de los demás, pues tiene dañado el cerebelo y la parte frontal del cerebro.
“Te parte el alma ver que no puede comer por él mismo, o no tiene control de nada. Ha tenido una evolución, trata de comer él solo, pero es porque le está echando muchas ganas”, expresa.
bft