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Los padres esperan a sus hijos en las inmediaciones del estadio Corregidora. Los menores de 15 a 17 años de los municipios de Huimilpan y Corregidora acuden por su primera dosis de la vacuna contra Covid-19.
Alberto Escalera, de 15 años, se encuentra con su madre, Ana María Sánchez, en las inmediaciones de uno de los accesos al coso del Cimatario, que en esta ocasión no alberga un encuentro de futbol, sino la continuación de una campaña de vacunación contra el Covid-19.
El joven manifiesta que todo el proceso duró dos horas y fue tranquilo, salvo por una chica que estaba cerca de él y que se puso un tanto nerviosa, pero al final de cuentas no tuvo consecuencias.
Señala que el proceso, desde su punto de vista, se llevó a cabo de manera correcta. “Tienen mucho control allá adentro, lo hacen todo muy rápido”, comenta, mientras a su alrededor otras madres y padres de familia se reúnen con sus vástagos. Destaca que no se tomó selfie mientras era vacunado, como hicieron otros grupos de la población cuando eran inmunizados.
Ana María precisa que siente un gran alivio de que su hijo ya recibió la primera dosis de la vacuna contra el SARS CoV-2.
“Nos preocupaba mucho la parte de que a ellos [los menores] no los fueran a vacunar, pero ya, estoy contenta”, apunta, al tiempo que agrega que en su caso ya está totalmente inmunizada, con sus dos dosis de vacuna, con selfie y video incluido.
Alberto, en tanto, relata que algunos de los chicos se pusieron nerviosos cuando los iban a vacunar.
“La niña que estaba a mi lado se puso muy tensa y me contagiaba sus sentimiento. Yo estaba tranquilo, pero se estaba poniendo muy intensa y me estaba poniendo un poco nervioso.
“[Después de que] vacunaron [a la chica] se puso mal. Se iba a desmayar y ya me estaba asustando. Le tomaron la presión, pero estaba bien”, añade. Él, por su parte, comenta que no experimentó ninguna reacción a la vacuna.
Madre e hijo se retiran rumbo a los estacionamientos del estadio, los cuales fueron abiertos para que quienes acudieran en auto los pudieran estacionar en un lugar seguro. Los lugares son gratuitos durante los días que dure la campaña de vacunación.
Alrededor del estadio no pueden faltar los vendedores de todo tipo de mercancías. Desde tamales, tacos, tortas, refrescos, aguas, dulces, churros, hasta aquellos que ofrecen el servicio de impresión de los formatos de vacunación.
Alondra de Jesús Olvera, de 17 años, va acompañada de su padre. Luego de dos horas de espera fue vacunada. Dice que la atención fue buena y no le dio miedo la aplicación de biológico.
Apunta que el proceso fue rápido, pero un poco complicado. La fila afuera del estadio no es grande, pero al interior, dice, fue diferente. “Llegue desde las 10 de la mañana”, dice, lo que avala su padre, Guadalupe de Jesús Olvera.
Al igual que Alberto, Alondra explica que las reacciones de los demás adolescentes fueron normales, con excepción de una chica que experimentó algunos malestares emocionales.
La segunda dosis, precisa, será en 21 días. Sostiene que el hecho de que se les vacune a ellos, a la población de entre 15 y 17 años, es bueno, pues también lo necesitan para continuar con sus vidas, con sus planes, trabajar en su futuro.
Jesús Olvera sostiene que él, y quizá los otros padres, se sienten menos preocupados de que sus hijos no se vayan a enfermar de gravedad. “Ya así vacunados está más seguro uno, pero igual hay que seguirse cuidando”, sostiene.
A diferencia de otras ocasiones y otros sitios, ahora —dice Alondra— no le pusieron ninguna actividad, sólo un poco de música para pasar el rato. La joven y su padre se retiran, pero volverán dentro de 21 días, por la segunda dosis.
Sin embargo, se presentan algunos malos entendidos. En la puerta de acceso dos mujeres, con sus hijos, piden hablar con el encargado que recibe a los menores y revisa sus papeles. Sus hijos no pueden ser vacunados, según les dijeron.
El primer caso, una mujer y su hija. La menor cumplirá los 18 años en 10 días, pero les dijeron que no puede ser vacunada. La madre de la chica llama al joven que recibe los documentos. Escucha su caso. Vuelve a preguntar cuándo cumplirá años su hija. Le confirma que en menos de dos semanas. El joven le pide los papeles, los lee, y luego le dice a la chica que pase, que se puede vacunar. Aún no cumple los 18 años. Está en la edad para recibir la vacuna.
El segundo suceso es el de un joven en las mismas circunstancias. La madre del chico explica que dentro de unas semanas su vástago cumplirá la mayoría de edad, pero que cuando fue la vacunación de mayores de 18 años tampoco pudo inmunizarse. Nuevamente, el encargado revisa los documentos y le dice al chico que pase.
Con megáfonos, los empleados de la Secretaría de Bienestar informan que sólo pueden pasar los menores que serán inmunizados. Los padres tendrán que esperar afuera.
Una madre y un padre despiden a su hija que entra al estadio para recibir su vacuna. La observan a través de la malla ciclónica. La miran hasta que la pierden de vista, y caminan hacia las salidas. Tendrán que esperar un rato, entre gritos de “refrescos fríoooos”, “tamaaaales”, “tacooos”, que se confunden en el “tianguis” que se instala en donde se abren módulos de vacunación contra el virus que cambió al mundo.