“Uno piensa en regresar a su casa”, dice Gilberto, cuando recuerda lo que vivió en el estadio Corregidora el sábado 5 de marzo. Él estaba a nivel de cancha, cumpliendo con su trabajo como personal de mantenimiento, y fue testigo “en primera fila” de la violencia que, dice jamás había visto en un campo de futbol.

Todo transcurría normal. A pesar de ser un partido de alto riesgo por la rivalidad encarnizada entre los seguidores de ambos equipos, derivado, según dicen, de una derrota en 2007 frente a los rojinegros que provocó el descenso de Gallos.

Poco antes del minuto 62 del juego, se dieron las primeras escaramuzas entre las barras de ambos equipos.

“Estábamos trabajando normal, había empezado el segundo tiempo del partido. Hubo un momento en el que volteé a la tribuna y vi que la gente se estaba parando.

“Vi a unos aficionados del Atlas que venían bien bravos, se encontraron con un grupo de Gallos; eran un poquito menos los del Atlas. Se dieron un encontronazo con los del Querétaro. Esa batalla la ganaron los del Atlas porque sí corrieron a toda la gente de la tribuna”, narra.

Volteó a la grada donde estaba La Resistencia y vio que querían salir de su zona para enfrentar a la barra visitante. Se estaban agrupando en los pasillos y rejas de las cabeceras que separan a la tribuna de la barra.

Señala que los de seguridad “no tenían ni la más mínima idea” de qué hacer al momento. “Fui de las personas que les dijeron que bajaran a la gente, porque la gente se estaba agrupando para bajar a la cancha [para ponerse a salvo] pero los de seguridad no les abrían. No sabían aplicar el protocolo, sólo se volteaban a ver entre ellos. Un joven les dijo que ya les tenían que abrir, que ya habían parado el partido y que la gente debía ponerse a salvo”.

Cuando vio que la situación estaba fuera de control comenzó a guardar sus herramientas de trabajo.

Cuando empezaron a llegar los barristas queretanos y bajaron a cancha, comenta, ya llevaban palos, sillas, piedras, las cuales usaron como armas.

“Ellos sí venían armados, a mucha gente le llegaban por la espalda y agarraban parejo. Les pegaban a las familias, a las mujeres, a gente que no se veía barra brava. Hay distintivos de cómo se ve un aficionado normal a los que son barra brava, por el tipo de vestimenta, ciertos elementos que los hacen discernir. También vi gente de Gallos que no parecía barra brava, pero que estaba golpeando”, dice.

Gilberto recuerda que a un camarógrafo que estaba en el terreno de juego lo golpearon unos sujetos.

“Me volteé para defenderme, pero cuando nos encaramos, esta persona ya estaba volteando para ver quienes le iban a ayudar. Aquí dije: esta no la cuento, me iban a dañar mi equipo de trabajo, a mí, o me roban. Uno piensa en regresar a su casa. Busqué una salida. Salí por un túnel y llegué al estacionamiento de jugadores que es una zona más restringida.

“Desde ahí comencé a mandar mensajes a mis conocidos para que supieran que estaba con bien. Ya no le quise jugar al héroe y me fui a mi casa. Llegando a casa me di cuenta de que había más cosas fuertes de las que me tocaron”, precisa.

Dice que cuando vio la magnitud de la tragedia en el Corregidora se exaltó mucho, emocionalmente “estuve muy tocado”. Asegura que no cenó nada ese sábado y no pudo dormir. El domingo estuvo igual; pero a casi una semana aún se siente emocionalmente mal. “Me siento triste, sacado de onda. Pienso muchas cosas”.

Con sus compañeros de trabajo que también estaban a nivel de cancha, dice que tuvo contacto ese día por la noche, para saber si habían llegado bien y estaban a salvo. Los comentarios entre ellos fue que la experiencia fue terrible. No hablaron de más detalles.

Días después se encontró con un compañero que le contó que lo golpearon, pero que se defendió de la agresión, a pesar de no ser barrista y sólo acudir a trabajar. “Me siento afortunado porque llegué”.

Gilberto también fue testigo de la violencia entre la barra queretana y la afición de San Luis, en 2019, en el estadio Alfonso Lastras, cuando también por seguridad se abrió la cancha a los aficionados que nada tenían que ver con las barras.

“Aquí tuve golpes frente a mi cara. Allá, en San Luis Potosí, la mayoría de los enfrentamientos fueron en la tribuna, porque la gente se resguardó en la cancha. El sábado en el Corregidora a la gente que se fue a resguardar a la cancha la fueron a buscar para golpearla. Estuvo más fuerte. Aquella vez no hubo ni la saña, ni las armas. Hay videos y fotos donde se ve a gente de seguridad golpeando a otros”, dice.

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