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María Fernanda Cruz, de 18 años de edad, se acerca a la pareja de jóvenes que camina por la calle Madero, les explica que representa a una fundación que ayuda diversas causas sociales. Ella dice que se involucró en esta actividad porque no todos los jóvenes son indiferentes a las causas sociales y no son una “generación de cristal”. “Somos más conscientes de lo que está mal y lo queremos cambiar”, afirma.
María Fernanda comenta que antes de integrarse a los voluntarios de la Fundación ONR investigó qué hacía la misma y decidió participar, “porque es un bien social, porque a lo mejor no me ayuda a mí, pero ayuda a las demás personas que es lo que más me importa. Entonces entre un granito de arena [busco] ayudar a todos”.
En espera de ingresar a la universidad para estudiar la carrera de Economía, la joven explica que en su experiencia personal ha vivido casos cercanos de feminicidios, por lo que ha salido a las calles a manifestarse.
En su actividad de voluntariado comenta que ha visto que los visitantes al estado son más receptivos al momento de donar, mientras que muchos queretanos se muestran con desdén ante las causas sociales.
“Son choques. Es impacto tras impacto. A veces te encuentras a personas que te cuentan sus historias y los escuchas y de ahí aprendes muchas cosas”, precisa la activista.
Subraya que en su generación no todos los jóvenes son indiferentes a los problemas de la sociedad. Depende de sus propias experiencias y con quién tienen contacto.
“Tengo compañeros y amigos que son de esperar que todo se los den, y no buscan un bien para los demás. He vivido muchas cosas que me han abierto a otros puntos de vista.
“A lo mejor la gente piensa que somos los menos interesados, pero por lo que he visto con las personas que me he juntado, somos una generación que ha liberado muchísimas cosas que a lo mejor (antes) no se les daba un enfoque necesario”, enfatiza.
Destaca que la llamada “generación de cristal” está más abierta a las ideas, con una forma diferente de concebir el mundo, dejando atrás una visión más conservadora de las otras generaciones.
“Ahorita hay chavos muy conscientes. Como las personas evolucionan, también evoluciona su pensamiento y su crecimiento en todos los aspectos. A pesar de que nos llamen la generación de cristal, estamos más abiertos a otros puntos de vista”, comenta la joven María Fernanda Cruz.
“Ayudar me mantiene con vida”
Victoria Hazael García es otra de las voluntarias de la fundación. Con 25 años de edad y originaria de Veracruz, explica que es paramédica, pero en estos momentos sólo se dedica al voluntariado con la fundación.
Comenta que a pesar de sus problemas de salud, pues padece cáncer, le gusta salir a hacer trabajo voluntario.
Victoria camina de una lado a otro en la calle Madero. Se acerca a un hombre, a quien con tono amable le explica a lo que se dedica la fundación. El hombre se disculpa. Le dice que tiene prisa. Ella le responde con amabilidad que está bien y le desea suerte.
Actualmente, la campaña de la fundación apoya la causa de los niños con cáncer que no pueden costear su tratamiento. Algo que ella conoce de cerca, que experimenta en carne propia.
“Muchos pequeñitos sólo dependen de nosotros ya que el gobierno, lamentablemente, los está haciendo a un lado. De hecho, hoy no iba a venir a trabajar porque me puse muy mal ayer, pero me puse a pensar que una vida más que pueda impactar, que pueda salvar, me ayuda a que me salve yo.
“Me gusta dar el ejemplo a las personas de que no importa la cantidad de dinero que se tenga, el mejor regalo que le podemos dar a estos pequeños es ayudarlos a superar su cáncer. Muchos nos quejamos de lo que nos pasa, pero no nos damos cuenta de lo que les pasa a los niños o a los jóvenes [que padecen esta enfermedad]”, abunda.
Victoria se sienta un momento en una banca. Con el cabello muy corto y una figura muy delgada, la joven explica que tiene una semana con molestias debido a la enfermedad que la agobia, pero aún así indica que le hace mejor estar en la calle, sintiéndose útil y activa, que estar en su domicilio y sólo prestando atención a sus dolencias.
La voluntaria explica que muchas personas pueden pensar que primero sería su bienestar, pero ella considera lo contrario, que siendo egoísta no se llega a ningún lado, pues siendo empáticos y solidarios con los demás se puede tener un estadío de satisfacción personal mayor. Dice que si recibimos ayuda de otros, también se debe de ayudar a los demás.
Hacer labor voluntaria, señala, no es sencillo, pues los inspectores municipales, cuando ven que se acercan a la gente para explicar el motivo de su colecta, les piden que se retiren.
“Lamentablemente, los jóvenes del chalequito azul [inspectores municipales] se ponen estrictos. Yo comprendo que cumplen las reglas, pero, sinceramente, al gobierno no le afecta nada que pidamos un apoyo, no es para nosotros”, enfatiza.
Cuando eso pasa, añade, optan por retirarse de manera pacífica, para que la gente se dé cuenta que la fundación es seria y su movimiento es pacífico.
“Ahí voy con esta labor. Esto es lo que me mantiene con vida, saber que estoy haciendo una buena labor, que estoy ayudando a que otros tengan esperanza. Poner el ejemplo a los pequeños, a los jóvenes de que no importa cómo nos sentimos, sin importar lo que tengamos, podemos salir adelante”, expresa.