Laura no fue la primera mujer de su familia en ser diagnosticada con cáncer de mama; antes que ella, su bisabuela, su abuela, su madre, una tía, una prima y una hermana, también fueron diagnosticadas con este padecimiento. Y todas sobrevivieron.
Según las estadísticas del Inegi 2017, para la población de 20 años o más, de cada 100 egresos hospitalarios por cáncer, 24 son por el cáncer de mama, lo que lo ubica en la principal causa de egreso hospitalario por tumores malignos a nivel nacional.
Por sexo, uno de cada 100 hombres y 37 de cada 100 mujeres que egresan por cáncer, es por un tumor en la mama.
Laura Pérez Avila, trabajadora del área administrativa en Telesecundarias, y quien tiene 51 años de edad, lleva en la sangre una mutación del gen BRCA 1, por lo tanto ella, al igual que las demás mujeres de su familia, son más propensas a padecer algún tipo de cáncer, pero sobre todo, el cáncer de mama.
Debido al historial en las mujeres de su familia, Laura realizaba puntualmente sus mastografías; sin embargo, fue en 2015 cuando sintió un pequeño bulto en uno de sus senos, y después de visitar al oncólogo, confirmaron la presencia de cáncer.
Laura describe que a pesar de vivir de cerca historias de mujeres con cáncer de mama, recibir la noticia fue como si le cayera un balde de agua fría, pero no dudó en autorizar la mastectomía en ambos senos.
Afortunadamente, su cáncer fue detectado a tiempo, lo que le permitió no sólo salvar su vida, sino también conservar una cantidad importante de piel, por lo que al momento de la mastectomía, recibió también unos implantes mamarios.
“Nunca pasó por mi mente la palabra muerte, siempre pensé en el futuro, en lo que podía hacer. Mi esposo Francisco Javier Cruz fue mi pilar más grande, junto con mis hijos. Tuve que pasar por eso y por las quimioterapias pero nunca dudé en hacerme las mastectomías, mi cáncer estaba en segundo grado. Si se detecta a tiempo, el cáncer de mama no tiene por qué terminar en muerte.
“Algo que yo creo que me sirvió en el proceso de recuperación, es que nunca me vi sin senos, desde el momento en que me hicieron la mastectomía de inmediato me pusieron mis implantes”, recuerda.
Aunque Laura nunca enfrentó el hecho de mirarse a sí misma sin sus senos, sí vivió una importante serie de cambios físicos, por ejemplo la caída del cabello, por quimioterapias.
“Siempre te dicen que no te sientas mal por la pérdida del cabello, que vuelve a crecer, pero claro que duele, son cambios muy fuertes en tu imagen, en tu estado de ánimo”.
Desde que Laura comenzó su lucha contra el cáncer de mama, ha estado acompañada de la asociación Mujeres Unidas Contra el Cáncer de Mama (Muccam), donde actualmente trabaja como voluntaria para apoyar a otras mujeres que recién inician esta batalla.
Actualmente, Laura Pérez tiene una salud estable y una vida plena, sin embargo las visitas al oncólogo son constantes.
“Cada tres meses me revisa y me dice que afortunadamente voy muy bien. Las mujeres de mi familia son mis referentes, sé que sí se puede luchar contra el cáncer de mama; por eso a las demás mujeres les digo que pierdan el miedo de ir a revisiones, detectar el cáncer de mama a tiempo nos permite vivir.
“Antes en Querétaro no había ningún lugar en donde se hicieran mastografías, mi madre y mi abuela viajaban a la Ciudad de México para hacerse esta revisión; entonces le digo que aprovechemos estos procedimientos médicos”, comenta.
Laura, como otras 16 mujeres sobrevivientes al cáncer de mama, participó en una sesión fotográfica para conmemorar el 19 de octubre como el Día Internacional de la Lucha Contra el Cáncer de Mama.
El proyecto fue coordinado por las mujeres integrantes de Muccam, y las fotos fueron realizadas por el fotógrafo de esta casa editorial, Demian Chávez.
En esta sesión llamada Renaciendo con Arte, también se involucraron varios artistas locales, quienes utilizaron la técnica bodypaint para decorar el cuerpo de cada participante.
“Durante la sesión, la casa Muccam se llenó de risas y de llantos, fue un encuentro con la tristeza, pero también con la alegría y la vida. A mí me pintaron una mariposa, porque para mí significa el cambio, significa que me deshice de mi vida anterior y renací a una nueva vida después del cáncer.
“El artista con quien trabajé es ‘El Asombroso Jonky’ y tuvimos una gran conexión. La pintura que hizo sobre mi cuerpo se fue en cuanto tomé un baño, pero se quedó en mí para siempre", explica.