Juan Munguía comenzó su trayectoria como sastre a los 14 años de edad. Influenciado por el oficio de su abuelo y de su padre, el adolescente se sumergió en el mundo de las telas y aprendió a fabricar trajes a la medida de tan alta calidad, que ha vestido a expresidentes como Enrique Peña Nieto y al gobernador Francisco Domínguez Servién.
“Yo no fui a la escuela, pero aprendí de los mejores: mi padre y de mi abuelo. Esa es la mejor forma de aprender, poniendo atención a lo que hacen las personas que saben más que tú. No me arrepiento de nada, la sastrería me ha hecho muy feliz y me ha permitido conocer gente muy interesante”, comenta.
Desde que Juan era muy niño, en Toluca, pasaba los días acompañando a su padre y su abuelo, ambos sastres de oficio. Recuerda las tardes curioseando entre grandes rollos de tela y mirando fijamente el movimiento de las máquinas de coser; poco a poco se iba adentrando en el maravilloso mundo de la sastrería.
Juan Munguía cuenta con orgullo que él no aprendió sastrería por imposición, sino por gusto y por amor al oficio, por lo que siempre fue un alumno atento y dispuesto con su padre, quien le enseñaba poco a poco a cortar, coser, tomar medidas y reconocer los distintos tipos de telas.
Cuando tuvo 14 años de edad, con la ayuda de su padre abrió su primera sastrería, pues tenía la preparación suficiente para hacer crecer su propio negocio y conseguir sus propios clientes. Juan recuerda que esos primeros días se sentía muy nervioso, pues el peso de hacer un trabajo impecable como lo hacían su padre y su abuelo, era casi imposible de soportar, pero logró superarlo.
En su primer taller tenía también dos trabajadores, enviados del taller de su papá para apoyarlo siempre que fuera necesario, y así comenzó una trayectoria en la sastrería que ya completa más de 50 años.
“Mis primeros clientes al verme muy chiquillo no confiaban en mí, uno de mis primeros clientes fue un maestro que se llamaba Sixto Noguez, él me dijo: ‘Si me lo echas a perder, me recuperas mi tela’ y decidió arriesgarse conmigo, no confiaba; el traje le quedó perfecto y se convirtió en mi cliente, con el tiempo ya ni siquiera iba a que le tomara medidas, porque ya lo conocía y siempre le quedaban a la primera”.
La trayectoria de Juan Munguía comenzó en Toluca, Estado de México, de donde es originario y donde aprendió de su padre y abuelo, pero también se extendió a Mexicali y a Querétaro, donde trabaja desde hace 15 años.
Durante sus más de 50 años de trabajo como sastre, Juan Munguía ha construido una identidad propia que vende formalidad y excelencia, por lo que ha vestido a clientes de gran importancia en el mundo de la política y del medio artístico, por ejemplo al expresidente Enrique Peña Nieto, al gobernador Francisco Domínguez Servién, y a artistas como Carlos Villagrán, Alberto Vázquez, Chayito Valdez y Marco Antonio Solís.
“Ellos llegaban a mí por casualidad, pero cuando conocían mi trabajo, se quedaban. Yo conocía mucho al personal de las cantinas y los artistas les preguntaban a ellos por algún sastre para que hiciera alguna reparación o algún traje nuevo y ellos los mandaban conmigo. Así fue como conocí a mucha gente muy interesante”.
Tener toda una vida dedicándose a la sastrería ha dejado satisfacciones inmensas, asegura Juan Munguía; sin embargo, se reconoce como uno de los pocos sastres que quedan en el país y en Querétaro.
Señala que actualmente son pocos los que como él, son capaces de realizar un traje completo, que saben cortar, coser y ajustar la prenda según lo requiera el cliente.
Juan Munguía también asegura que a pesar de las dificultades que amenazan el oficio, aún tiene clientes cautivos que no dudan en invertir entre 5 mil o 12 mil pesos por un traje único y hecho a la medida.
“Los clientes que vienen a mi taller ya tienen la costumbre de usar trajes, están acostumbrados a pagar por un traje que sea de su agrado y que sea a su medida, es muy raro que alguien regatee mi trabajo”.
“Ya sastres no hay, son muy pocos, yo conozco sólo como a cinco sastres que trabajan como yo, de todo a todo, que cortan, cosen y lo demás. Aunque sí hay varias sastrerías, pero ellos no son sastres, son personas que no saben cortar pantalones ni sacos, lo que hacen es que contratan cortadores, pero de eso no se trata, uno como sastre debe fijarse en los detalles, en el cuerpo de los clientes, si tiene algún defecto que se puede corregir o disimular con la prenda, eso sólo lo hace un verdadero sastre y alguien que sólo se dedica a tomar medidas para que el traje lo haga alguien más, no se fija en nada de eso”.
El único “inconveniente” en esta historia de éxito y trabajo constante es que ninguno de los hijos de Juan Munguía se muestra interesado por la sastrería, ni por continuar con esta tradición familiar. Sus esperanzas están puestas en su pequeño nieto, que con menos de 10 años ya se muestra interesado en aprender a coser y a cortar telas.