Hace decenas de años, la delegación Felipe Carrillo Puerto era una mancha verde en medio de la ciudad de Querétaro, una zona llena de flora y agua; con ríos y lagunas que rodeaban la comunidad, en donde las mujeres salían a bañarse o a lavar ropa.
El nombre de la delegación hace honor a la fuerte humedad que alguna vez se tuvo en la zona; era común que en cada vivienda se tuviera un pozo de agua y que las familias utilizaran carrillos para sacar el líquido.
Hoy, la delegación Felipe Carrillo Puerto es un lugar absorbido por la urbanización. Ya no hay corrientes de ríos, ni zonas verdes, solamente persisten las inundaciones por las lluvias, debido a la mala planeación de la ciudad.
Muchas de las tradiciones de aquel entonces siguen presentes en lo que ahora es Felipe Carrillo Puerto. Sin embargo, la más arraigada y desconocida a la vez, es la de los oratorios familiares, ahora transformados en capillas.
Fueron espacios particulares, creados por las familias generalmente dentro de sus propiedades (tal vez un jardín o un patio trasero), después fueron abiertos a la comunidad y posteriormente donados a la iglesia.
Actualmente, Gloria López Jiménez, cronista de la Iglesia San Miguel Arcángel, busca rescatar la historia de estos centros religiosos para transmitirla a las nuevas generaciones. A este proyecto se la llama “Ruta de Capillas Familiares”, impulsado por el municipio de Querétaro.
Además de la parroquia de San Miguel Arcángel, no había muchos otros sitios para la oración, por eso algunas pocas familias tenían la solvencia suficiente para edificar un pequeño cuarto, casi siempre hecho de adobe, dedicado por completo a la oración.
La familia, con muchos esfuerzos, compraba siempre lo mejor para equipar dignamente los oratorios. Las albas y casullas para los sacerdotes, el incensario, cáliz y sagrario eran de la mejor calidad posible. Algunos de estos objetos aún son resguardados en las capillas, y para su exposición la sacristía se convierte en un pequeño museo, una cápsula del tiempo que muestra la ferviente fe de las familias más antiguas en la delegación.
En un breve recorrido guiado por Gloria López por las capillas de San Juan, San Pedro y San Antonio, puede entenderse la ubicación de aquellos primeros oratorios, las construcciones que alguna vez estuvieron dentro de aquellas fincas, hoy alberga al santo patrono del barrio, y es un lugar al que todos pueden accesar, pues ya no son sitios particulares, sino construcciones donados a la Iglesia.
Algunos oratorios, a pesar de ser construidos por una sola familia, fueron abiertos a la comunidad y de hecho, los vecinos cooperaron para su mantenimiento. Estos oratorios familiares no únicamente son sitios de oración, sino puntos de encuentro entre las familias y una pieza fundamental para la convivencia de los colonos.
Durante el recorrido, Gloria comparte leyendas populares de terror y suspenso, como la de La Llorona o el ánima que asustaba a los niños de la primaria. Aunque también cuenta costumbres arraigadas hasta la fecha, como la de tocar la campana del oratorio para anunciar la muerte de algún colono, y también de cooperar económicamente para los gastos de la familia en el funeral.
Desde hace años, Gloria ha intentado difundir la historia de los oratorios familiares entre los ciudadanos de la delegación, pero hasta ahora el tema no interesa mucho a los jóvenes o adolescentes. De hecho, según comenta la cronista, sólo los adultos mayores, los abuelitos de cada familia, son los que conocen el nacimiento de dichas capillas.
A este recorrido asistieron principalmente adultos mayores, que afirman con la cabeza al escuchar hablar de los pozos, de los ríos, de las fiestas patronales en cada barrio.
Actualmente, junto con el municipio de Querétaro, Gloria López Jiménez difunde la historia de los 14 oratorios particulares de Felipe Carrillo Puerto y que posteriormente se convirtieron en capillas pertenecientes a la iglesia. Cada uno de estos centros religiosos representa a uno de los 14 barrios de la delegación.
“Se tenía un sentimiento de identidad muy fuerte con estos oratorios, porque en ellos se resguardan a los santos patronos del barrio. Había incluso algunas riñas entre unos barrios y otros. Al ser oratorios particulares las familias se encargaban de las fiestas patronales, de regalar comida a los asistentes” comenta.
“Es importante difundir esta parte de la historia porque puede morir junto con los antiguos de la delegación, es importante que los jóvenes la conozcan. Los oratorios familiares y su paso por el tiempo ayuda a entender mucho del espíritu de la delegación”, comparte la cronista.