Son cerca de las 3:30 de la mañana y el Centro Histórico luce lleno de contrastes; por un lado, puedes ver a los jóvenes que caminan por las calles terminando la fiesta, mientras que en la otra acera caminan mujeres con faldas largas y paliacate en la cabeza, su vestimenta es inconfundible: se trata de las peregrinas al Tepeyac.

Las primeras mujeres caminan hacia la Congregación donde a las 04:00 de la mañana recibirán la bendición de buen viaje e iniciarán su camino hacia la Basílica de Guadalupe.

Dentro del templo ya se escuchan los primeros misterios del santo rosario, mientras grupos cada vez más extensos de mujeres llegan al lugar. Muchas acompañadas de sus familias que les desean buen viaje.

Otro de los grupos que se distingue son los elementos de la Policía Estatal que llegaron al lugar de la cita para resguardar la salida de los contingentes, aunque en un momento fue mayor la presencia de los uniformados en comparación a las peregrinas, poco a poco se va llenando el lugar de más mujeres que llegan a prisa al encuentro.

Faldas largas con pantalón debajo, paliacate en la cabeza, un sombrero que cuelga del cuello hacia la espalda, para que en cuanto pegue el sol, esté a la mano para ponerse sobre ésta, un distintivo que las ubica con el número de contingente al que pertenecen, un banco que entre la comunidad lo denominan “el banco peregrino”, pues se distingue por ser compacto y fácil de transportar colgado entre las correas de una pequeña mochila en la espalda en la que portan lo indispensable para el camino, todo ello junto con mucha fe es lo que acompaña a cada caminante.

Faltan pocos minutos antes de las 4 de la mañana y el número de mujeres ya excede la capacidad de la Congregación, por lo que comienzan a agruparse afuera en el atrio y sobre la calle de pasteur.

Muchas jóvenes forman parte de los contingentes, muchas de ellas acompañadas por sus hijos menores que también caminarán a su lado, aunque también son muchas las mujeres adultas que continúan la tradición de caminar año con año al Tepeyac.

A las 4 en punto se escuchan las primeras alabanzas y se enchina la piel al oír miles de voces al unísono pronunciar cada palabra con tanta fe y devoción.

Martha Hernández Aranda es peregrina desde hace 33 años, más de la mitad de su vida caminando para ver a la Virgen Morena, pues a los 13 años fue su primera peregrinación y, desde entonces —con excepción de los años de pandemia—, cada año acude al llamado.

“Fue una vecina y quien era celadora en aquel tiempo quienes me invitaron por primera vez a integrarme y empecé a caminar desde los 13 años y decidí seguir porque me gustó y por el amor que le tengo a la Santísima Virgen y seguirle dando gracias por lo bien que le va a mi familia”, platica a punto de salir.

Tanto para Martha como para Amelia Cristóbal, ambas originarias de La Cañada, El Marqués, este peregrinar representa un retiro espiritual donde se hacen presentes la unión y la solidaridad de las hermanas que conforman la peregrinación.

Amelia tiene 17 años peregrinando y actualmente es la jefa del grupo de peregrinas de San Pedro La Cañada y recuerda que la primera vez que caminó a la Basílica de Guadalupe fue por una manda que tenía ya que su hija estaba enferma y “se la encomendé a nuestra madre María Santísima y se curó”.

Detalla “lo que más me gusta es la espiritualidad y la convivencia con las hermanas peregrinas, es inexplicable este retiro que tenemos aquí, porque yo lo tomo como un retiro espiritual”.

María Dolores Hernández Mora es celadora desde hace nueve años, labor que explica, consiste en servir a las peregrinas para poder resguardarlas y que lleguen todas juntas y con bien a su destino.

“Mi función es ir diciéndoles a las hermanitas que no se queden, que le echen ganas, que ahí vamos todas, no se quede por favor, ir en la fila por favor. Es ir resguardando a cada una de las hermanitas”, explica.

Cecilia Montero viene de Castillo, una de las comunidades ubicadas en los límites de Querétaro y Guanajuato, ella desde hace 10 años peregrina pues su mamá “la entregó a la virgen” cuando atravesaba una situación muy complicada en su vida.

“Pasé por una situación y mi mamá caminó conmigo el primer año, me entregó a la Virgen y de ahí yo me quedé con ella, para que yo no me cayera en esa situación que pasé, hizo la promesa de yo caminar con ella y desde entonces estamos ahí”, relata.

Ana María Urquiza tiene 66 años de edad y tiene 18 años caminando al Tepeyac y comenta que inició en su peregrinar siguiendo los pasos de su padre, quien por muchos años también caminó hacia la Basílica; aunque murió muy joven poco antes de recibir su medalla de 25 años de peregrino, por lo que asegura que lleva en la sangre el amor por el peregrinar.

“Él desde el cielo me mandó a peregrinar, pero las raíces son las raíces. Donde he caminado más es en la Sierra, es el lugar que más me gusta y todo mi caminar ha sido de sanación interior, algo familiar”, cuenta .

Doña María viene caminando desde la Sierra Gorda, partió de Neblinas el pasado viernes 7 de julio y la mañana de este sábado se movió hacia la salida desde Querétaro, aunque comenta que irá también a la salida de las peregrinas que parten desde Amealco, grupo con el que caminará hasta llegar a El Bosque, el día miércoles, ubicado en Jilotepec, Estado de México.

“Lo hago así porque aprendo mucho de cada peregrinar, porque quiero mucho a la Santísima Virgen y porque aprendo mucho de cada peregrina”, agregó.

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