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Ilsa Aguilar Bautista sonríe mientras muestra su fe de bautismo. Ella es la primera mujer trans reconocida en Querétaro y que obtuviera el cambio de nombre y género en su acta de nacimiento, también es la primera que la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) cambia su título universitario, y ahora quiere ser la primera en cambiar su nombre en su fe de bautismo, para vivir de manera plena su religión, parte de su tradición familiar.
Señala que viene de una familia tradicionalmente católica y que fue bautizada de niña, pero ahora, como Ilsa, mantiene distancia de su religión, algo que quiere zanjar para volver y tener ese vínculo familiar que para ella es muy importante.
Hace siete años Ilsa comenzó sus trámites para ser reconocida como mujer trans. Ahora quiere ser reconocida por la Iglesia católica. “A mí me interesa el documento que te hace parte de una práctica religiosa, que te hace ser católica”, apunta.
“Me bautizaron, porque vengo de una tradición católica de muchos años, abuelos, abuelas, y más. Ahí es donde pienso que es difícil que yo no me sienta parte de esa identidad católica, aunque con sus altas y sus bajas, porque crecí rodeada de ese ambiente. Una manera en la que yo pueda vivir una fe católica que no me ponga en desventaja, porque si esa institución no me reconoce como mujer me pone en desventaja”, dice, mientras se escucha el repicar de las campanas del templo de San Francisco.
Una lucha universal
Indica que en Argentina hay un caso de una mujer trans que está haciendo el mismo proceso, pero ella lo judicializó. Como primera instancia Ilsa acudirá a la parroquia donde fue bautizada, para preguntar cómo puede vivir su fe, que se le reconozca como mujer y se le conceda el cambio de nombre en su fe de bautismo.
Ilsa recuerda que cuando hizo su cambio de género y nombre en su acta de nacimiento, incluso en el Registro Civil le pidieron su fe de bautismo como documento para comprobar su identidad.
Dice que en el caso de la mujer argentina tuvo que escribir una carta al Papa para que él resolviera.
“Lo que estoy haciendo ahorita es una invitación a las instituciones religiosas a que compartan qué se hace en situaciones como la mía”, dice.
Comenta que quizá le pase lo que en 2013, cuando fue al Registro Civil, ella tenía la ilusión de que resolverían a su favor, pero fue al contrario. Actualmente, si hay una negativa, deberá existir una justificación de esa negativa.
Dice que para ella es un buen momento para iniciar este proceso, pues está en bien “en cuerpo y alma” y estos procesos son desgastantes. “Estoy en un buen momento para hacerlo”.
Ilsa dice que tiene planeado participar en la peregrinación nocturna a la Basílica de Soriano, porque su familia tiene la costumbre de ir años atrás.
“Incluso recuerdo que cuando recibí mi diagnóstico de VIH lo compartí con mi familia, pues ese proceso también implicó ver cómo ofrecen y piden por ti. En este caso no fueron a ver a la Virgen de los Dolores, pero fueron a San Juan de los Lagos, que entre vírgenes se parecen mucho.
“Puedo decir hoy en día que me he reconciliado con mi fe católica, porque no solo es decirte o no católica, es reconocer cómo se vive esa práctica, y por qué surge esta necesidad de orar, de ofrecer, de compartir, de convivir. Y eso pasó después de mi diagnóstico. Fue un recurso que tuvo mi familia para salir adelante dentro de todo lo que implica un diagnóstico de vida o de muerte. Sería muy hipócrita anular esa parte, porque es un escalón en el cual se pudo apoyar mi familia pequeña para poder pensarme también como una persona que puede salir adelante y seguir viva”, dice.
El final del camino
Agrega que para ella es muy importante el reconocimiento de su actual identidad para vivir su espiritualidad totalmente, que sea más sensible a su realidad, además de generar esos cambios, porque las mujeres trans están “borradas” de una institución muy patriarcal.
“La fe es una capacidad que tenemos todas las personas, por el simple hecho de ser personas. Es una capacidad de pensar, de creer y no tendría porqué estar inscrita a una orden religiosa. Todos tenemos esa capacidad. Ahora mi fe es eso: reconocer que el cambio se puede dar dentro de esta historia católica que me configura, que sería muy interesante, porque de repente son las dificultades que tengo para generar empatía con mi familia, porque se cierran en un mundo que no reconoce una realidad tan cercana como la mía”.
Ilsa está bautizada como Salvador. Legalmente ahora es Ilsa. En sus documentos oficiales es una mujer, pero su religión, la religión de sus padres y abuelos no la reconoce como tal. Por ello busca ese cambio, para estar completa en todos los aspectos. De lograrlo, Ilsa hará historia.
Recientemente acudió a la Curia Diocesana para hablar con el vicario judicial, pero tiene un horario muy restringido.
“Lo que he pensado más pertinente es poder elaborar un escrito y poderlo presentar en la oficina del Tribunal Eclesiástico dirigido al vicario judicial”.
“También considerar que si esto no es viable para la misma institución, creo que también estaría contemplando la apostasía. Si no puedo contar con ellos, que tampoco me cuenten en sus censos”, dice.
Añade que una vez que entregue este escrito, sólo le quedará esperar, y analizar si existe un recurso legal para que la Iglesia católica acepte su petición.