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Llegan apresurados con su cruz en las manos. Se persignan frente al altar. Es para pedir que no falte el trabajo, dicen unos. Otros que es la fe que les enseñaron. Incluso, los grupos de apaches también se hicieron presentes, ayer, en el templo de La Cruz para demostrar su devoción.
Son trabajadores de la construcción, la mayoría. Algunos llegan de prisa para bendecir las cruces que ellos hicieron, están decoradas con flores y listones de colores, para regresar a la obra a trabajar y a la comida que les espera.
Otros, como Faustino Adrián Ortiz, confiesa que la compró en una tienda. Él no se dedica a la construcción. Era comerciante, pero por cuestiones de salud se retiró. Dice que va a bendecir una cruz por la fe que tiene. Lo acompañan su hija y su esposa.
Juan Hilario Domínguez avanza lentamente hacia el templo. Lleva una cruz de madera que supera el metro de alto. Pregunta dónde se bendicen las cruces. Le dicen que espere, que le llamarán al cura.
“Es para que siga habiendo trabajo. Soy ayudante en las obras de construcción. Estamos rogando a [Dios] para que haya trabajo, que nos vaya bien, pero principalmente que siga habiendo. Le rogamos que no nos falte el trabajo”, comenta.
Agrega que en los últimos dos años, por la pandemia de Covid-19, no le ha faltado el trabajo. Añade que tiene compañeros que laboran dos o tres semanas y luego “descansan” 21 días. En su caso, no ha sido así.
Por eso acude, a dar gracias porque en estos tiempos complicados no ha faltado el pan en su mesa.
José Ramírez llega con un compañero de trabajo y una amiga. Los dos jóvenes, trabajadores de la construcción, cargan una cruz hecha por ellos.
Con 19 años de edad y cuatro dedicado a la construcción, José señala que como son carpinteros y tienen toda la herramienta, fue más sencillo de elaborar la cruz, la cual va montada en una base y en los brazos de lleva la fecha y año. En dos días, tres personas, hicieron la cruz para bendecirla.
“Para mí la Santa Cruz es algo religioso, para nosotros como trabajadores es algo bonito”, subraya el joven, quien dice que le gusta mucho su trabajo y piensa dedicarse a este siempre.
Antonio Vázquez también acude a La Cruz a rendir homenaje en su día. Pero él lo hace de otra manera. El hombre de mediana edad es empleado de mantenimiento, pero forma parte de un grupo de Apaches, por lo que acude al templo por la fe y devoción que tienen él y sus compañeros.
Su grupo de Apaches se llama Osos Pardos. Dice que desde el lunes en la noche grupos de concheros y apaches se reunieron en el atrio del templo para velar. Hicieron danzas que terminaron hasta la madrugada del 3 de mayo.
Esta tradición no es nueva, pues afirma que llevan haciéndola desde hace mucho tiempo, dentro de sus cuarteles, pero ahora decidieron hacerlo a la vista de todos los ciudadanos, para que conozcan que no sólo en septiembre salen a rendir culto a La Cruz, pues lo hacen también en esta fecha, aunque de manera más íntima.
Antonio hace guardia con otro compañero. Explica que la mayoría de los apaches ya se retiraron a descansar, después de toda una noche de danzas. Sin embargo, la mayoría regresó la tarde de ayer para hacer una procesión y danzar hasta después de las 10 de la noche.
En el suelo hay una ofrenda. Es una cruz hecha con arroz, frijol y lenteja. Está rodeada de sus instrumentos, penachos y otras piezas decorativas. Una réplica de La Cruz del templo corona todo. Se encuentra en un nicho decorado y rodeada de otras cruces de los demás grupos.
“Es devoción, es nuestro culto hacia nuestra Generala, la Santa Cruz de los Milagros. Tenemos más de 20 años viniendo en la festividad de septiembre. Ahora, en esta de mayo tenemos desde 2012, nada más que se hacía en la parte de adentro de la iglesia.
“Este año se hizo afuera porque ya fueron muchos grupos. Participamos en la velación del lunes 17 grupos. Se fueron hasta las tres o cuatro de la mañana. Nosotros nos quedamos aquí, a resguardar la Cruz”, sostiene.
Las personas que llegan tanto al templo como las que pasan por el atrio se detienen a observar. Toman fotografías e incluso algunos se detienen a charlar con los apaches, quienes de manera amable explican por qué están ahí.
“El culto a La Cruz es una tradición que nos inculcan nuestros padres desde chicos. Es una devoción, un respeto a la Santa Cruz. Por eso estamos aquí. La gente reacciona con sorpresa porque es algo nuevo, porque nunca habíamos estado aquí. Lo hacíamos en nuestros cuarteles, en nuestros oratorios y nunca lo habíamos hecho aquí.
Hicimos también una ofrenda, una cruz. La gente ve algo nuevo, algo diferente a lo que veían con los apaches”, destaca Antonio.
Dentro del exconvento, en una pequeña habitación en la zona de oficinas, el sacerdote bendice las cruces de los trabajadores de la construcción que llegan con la fe de todos los años.
Esperan unos minutos para que se reúna un pequeño grupo y luego el cura los invita a rezar. Moja con agua bendita las cruces, mientras sus propietarios agachan la cabeza en señal de reverencia. Luego salen, para nuevamente regresar a su cruz, la de todos los días, entre bultos de cemento, arena, grava, cal y ladrillos.