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Colón, Qro.
Cada año, en fechas decembrinas, una centenaria tradición en Colón se niega a desaparecer: los tradicionales nacimientos, hechos con figuras de barro, se colocan monumentalmente en los rincones más bonitos de los hogares.
Las orgullosas familias acomodan cuidadosamente cada pieza; cada borreguito, nopal o pastor, y cualquiera que se detenga a mirar, es invitado a pasar para ver más de cerca estos nacimientos que, en muchos casos, son tradiciones fuertemente arraigadas, la principal herencia familiar.
Para Raúl Rodríguez, colocar el nacimiento es uno de los recuerdos más hermosos que tiene de su esposa Teresita, quien murió hace años, ahora su hija Monica se encarga de colocar cada una de las más de 200 piezas en honor a su madre.
“Este año ha sido muy difícil para todos y aquí en Colón, poner el nacimiento cada año, dedicarle varios días y mucho esfuerzo, es una forma en la que nosotros nos levantamos el ánimo”, comenta orgulloso el adulto mayor, quien repite una y otra vez, “el mérito no es mío, es de mi hija”.
Herencia centenaria
Los nacimientos monumentales de Colón son una tradición encabezada por las jefas de familia, casi siempre las abuelas y, si ellas no pueden hacerlo, entonces la responsabilidad es de las hijas o nietas.
Es una actividad que las abuelas se toman muy en serio; muchas de ellas comienzan a armar el nacimiento desde el 20 de noviembre, pues es un trabajo que lleva varios días. Con paciencia avanzan un poquito a la vez, los primeros días cimentan las bases, dan forma a las veredas de piedra y musgo, que simulan los caminos del pueblo de Belén, al siguiente día colocan ríos, árboles y montañas, después viene la colocación de pastores, animales, reyes, ángeles y demonios.
Cada nacimiento se conforma con cientos de piezas e, incluso, muchas de éstas se quedan fuera no por falta de cariño, sino por falta de espacio. La parte final es la colocación de pequeños focos y luces centelleantes, que llenan de vida y movimiento las pequeñas ciudades a escala.
María de la Luz Guadalupe Hernández, de 72 años de edad, ha puesto su nacimiento desde hace más de 30 años consecutivamente. Antes de ella, la traición venía de su madre y su hermana y, anteriormente de su abuela. Ahora,
María de la Luz fortalece dicha tradición familiar junto con sus hijas y sus nietas, que también instalan sus nacimientos.
“Es algo que yo recuerdo desde que era niña, recuerdo a mi hermana colocando el nacimiento en nuestra casa, yo veía cómo lo acomodaba con mucho cariño, después yo pude hacer lo mismo en mi familia; todas empezamos con un nacimiento pequeño, pero mire, al final nos falta espacio para usar todas las piezas que tenemos, es algo que mis nietos esperan cada año, es una tradición familiar que quiero que también ellos aprendan, desde ahorita que son niños”, afirma la mujer.
María de la Luz comenta con orgullo que no necesita de nadie para armar su nacimiento, por más grande que sea y por más trabajo físico que implique.
“A mí me gusta hacer las cosas a mi manera, le digo a mis hijos que no me ayuden, yo lo quiero hacer todo sola, a mi gusto”, comenta entre risas, mientras recorre con la vista su enorme nacimiento, que mide casi dos metros de largo, conformado con cientos de figuras.
Más allá de ser una tradición religiosa, colocar los nacimientos es una actividad que reúne a la familia y levanta los ánimos, aún en esta crisis sanitaria que ha sumido a millones en la incertidumbre.
“Esto es algo que a mí me llena de emoción, de orgullo, colocar mi nacimiento cada año. Aunque es algo que me gusta hacer sólo yo, siempre se involucra toda mi familia, mis hijas también colocan nacimientos en sus casas, mi esposo durante todo el año llega a veces con una pieza nueva, con pastorcito o pastorcita, por eso tengo más de 200 piezas en mi nacimiento, algunas son muy antiguas y tienen más de 40 años”, detalla.
Tesoros familiares
Los nacimientos monumentales en Colón son también tesoros familiares, pues esconden entre sus delicadas piezas de barro, verdaderos tesoros familiares, valiosos por su antigüedad y por una fuerte carga sentimental.
Lorena Velázquez Jiménez ,por ejemplo, toma entre sus manos a un pequeño niño Jesús hecho de madera y vestido con un delicado ropón de encaje hecho por las mujeres de la familia, y presume que esa pieza es de las más antiguas de Colón. “Este niño Dios era de mi abuela, después fue de mi mamá y después pasará a ser de nosotras, las hijas”, comenta.
Ella al igual que muchas otras jefas de familia en Colón, dedica varios días a instalar su nacimiento cubierto completamente por papel roca para simular las cuevas de Palestina, es una actividad que realiza con sus hijas y sus nietas.
Acomoda su nacimiento en la cochera de su casa, que también sirve como local en donde vende barbacoa.
“Me encanta ponerlo aquí porque así lo pueden ver mis clientes; me encanta que la gente se detenga a verlo y yo aprovecho y les digo ‘pasense para explicarles cómo hice mi nacimiento’, me encanta esta tradición es algo que seguiremos haciendo por muchos años; aunque los viejos nos vayamos, los más jóvenes seguirán con esto”.
El gobierno municipal de Colón, como cada año, realiza un concurso de nacimientos en el que se escoge al mejor de entre decenas de familias que participan en dicha convocatoria.