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El ruido de la caída de agua en la Presa del Diablo llama la atención de quienes pasan por ahí. Ubicada en una zona urbana, entre La Cañada, municipio de El Marqués, y el barrio de Hércules, de la capital queretana, desfoga constantemente líquido y, de acuerdo con las autoridades de Protección Civil, sus escurrimientos son los causantes de las inundaciones río abajo, como en Santa María Magdalena, en la ciudad de Querétaro.
La presa del Diablo, en territorio marquesino, se encuentra rodeada de viviendas y un campo deportivo que los fines de semana es escenario de partidos de futbol de las ligas amateur.
A un costado, una excavadora indica que se hacen trabajos en las inmediaciones, aunque no se ve movimiento. Un par de patrullas de la policía realizan rondines por la zona.
En la pared de la presa una llanta está atorada. Cuando el líquido cae forma una capa de espuma, señal de la contaminación de las aguas que escurren de las partes altas del municipio, dónde se ubican ranchos ganaderos y comunidades.
A pesar de ello, la zona resulta atractiva para la gente que usa la vialidad paralela o para quienes quieren ver una presa llena.
Es el caso de un hombre que viaja en auto con su hijo, de unos cuatro años. El menor saca a través de la ventanilla trasera del vehículo un teléfono celular y toma algunas imágenes de la presa.
Pasa lo mismo con otra familia que camina a un costado de la presa. Se detienen por unos minutos a ver la espectacular caída del agua, con su estruendo y olor a drenaje que aunque ligero, se percibe cuando se acercan más al río.
La historia de la presa es tan antigua como la historia misma de Querétaro, dice el historiador Gustavo Pérez Lara Hernández.
El también promotor cultural de El Marqués, narra que cuando fallece Fernando de Tapia, Conín, quien era gobernante, pasan 10 años para que su hijo, don Diego de Tapia ocupe su cargo.
“Cuando es gobernador (sic) y termina su periodo, en 1591, pide permiso al virrey para hacer un rancho, al cual le denomina el rancho del Molino Colorado, porque en el existe un molino de trigo para hacer el pan, evidentemente él quiere utilizar energía de agua del río, y por eso es que pide permiso al virrey. Es cuando piensa en hacer la Presa del Diablo”, comenta el historiador.
La construcción de la presa comenzó en 1592. Desde entonces ha sido remodelada en varias ocasiones.
El cronista recuerda que a Diego de Tapia, en ocasiones, se le llamaba El Diablo, porque pintó de rojo todas sus obras arquitectónicas, aunque lo hace para preservar el paisaje, pues la mayoría de los cerros de La Cañada eran de ese color.
Narra que, según una leyenda, en alguna ocasión don Diego de Tapia estaba vigilando que todo saliera bien en la presa y se le apareció el diablo, reclamándole por qué se quería parecerse a él y le pidió un tributo.
El diablo le pidió que a lo largo de la cortina de la presa pusiera siete niños vivos y emparedarlos. Diego se negó.
El diablo entonces, le pide todo lo que brote de la tierra para arriba. Diego de Tapia acepta, pero comenzó a sembrar papas y otros tubérculos.
Nuevamente se le aparece el diablo a don Diego y pide la cosecha que recoja del suelo para abajo. Don Diego comenzó a sembrar maíz y frijol.
El diablo lo buscó por tercera vez, pero don Diego ya había muerto. Por esa razón, dice el historiador, en algunas fotos que se toman en la presa se puede ver enojado al diablo.