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Los ojos de Mario Segundo Rangel se humedecen cuando, en el parque de la colonia Carretas de la capital queretana, recuerda las noches que pasó ahí mismo, cuando tenía que vivir en la calle. Ahora, como candidato al Distrito 1 local de Querétaro por el Partido del Trabajo, dice que le gustaría hacer algo por todas esas personas invisibles que llaman hogar a las calles, a las que nadie ve o nadie quiere ver, para que vuelvan a ser seres humanos.
Mario llega cargando una mochila gastada. Es la misma que lo ha acompañado durante los últimos tiempos. Lleva puesta la camiseta roja del partido por el cual compite en este proceso electoral.
Explica que representa la agenda “sin hogar”, que está enfocada en personas en situación de calle. “Yo estuve seis años viviendo en calle. Esta agenda la empiezo a elaborar cuando llego, por la pandemia, al Centro [de Servicio Temporal para Personas en Situación de Calle] Alcanfores. Ahí es cuando empiezo la agenda para las personas que también son vulnerables, también en calle y que somos invisibles para la sociedad”.
Recuerda que llegó a la calle por problemas sociales y con su familia, por no creer en palabras como superarse. Estuvo en anexos para ayudar a los demás. Confiesa que no consume drogas ni alcohol.
“Empiezas a ver cosas turbulentas y te comienzas a deprimir bien feo. Empiezo a caer en esto porque en mi familia también fui abusado sexualmente. Empiezas primero por la creencia religiosa que te inculcan. Te preguntas dónde está ese Dios que me va a proteger como niño. Empiezas luego de grande, hasta que llegas al mismo gobierno. Nunca he votado. Soy de esas personas que dicen que ni gobierno, ni nadie. Que cada quien se rasque como pueda. Llegas hasta abajo y dices: aquí no hay bronca, no pasa nada, ya si mueres, es ganancia”, comenta.
Señala que los seis años que vivió en la calle se desconectó totalmente de su familia, sólo convivía con sus compañeros que estaban en la misma situación. Narra que lo peor que le tocó vivir fueron las inclemencias climáticas; es una de las cosas más difíciles, dice. Otra son las unidades que se dedican a “recoger” a las personas en la calle, es miedo al gobierno.
“Yo como queretano no puedo entrar al albergue (municipal) que está por el jardín Guerrero. Llego y me dicen que soy queretano y que tengo familia. Sí, tengo familia, pero tengo una ruptura total con todos ellos, por los problemas sexuales que tuve, se van rompiendo. Es ese Querétaro de ‘cállate la boca y no pasa nada”, asevera.
Dice que conseguir comida en la calle es complicado, pero agrega que hay muchas instituciones que sin llamar la atención o difundirlo, ayudan a las personas en esta situación.
Comenta que el salto a la política lo dio para poder salir adelante él y para ayudar a las demás personas; hacerle ver a la sociedad que existen y que quieren salir adelante, que desean salir de esa situación.
Apunta que esa invisibilidad la percibía cuando quería acudir a algún lugar, como el cine o algún evento, pero no lo atendían o le recalcaban que traía su mochila y su cobija, como si eso fuera una razón para no prestarle un servicio.
“Llegábamos cuatro o cinco compañeros a comprar boletos para el cine y la señorita se iba a atender otras personas, entonces pensaba: sí, soy muy invisible para ellos. Llegaba otra persona más arreglada y la atendían primero y sí, me enojaba.
Nada más nos hacían visibles en diciembre, que es cuando llega todo esto de la religión y dice ‘dales esto’. Sí lo recibíamos porque nos hacía falta un poco, pero luego lo vendíamos para comprar otras cosas que realmente necesitamos. Porque dices: para qué tanta cobija, no ocupo tanta cobija. A veces se ocupa más un jabón, un champú, unos zapatos”.
Asegura que lo que le gustaría hacer por la gente en situación de calle es darles otra oportunidad como se la dieron a él en el Centro Alcanfores, donde le brindaron la oportunidad de estudiar, de trabajar y de volver a creer en él. Su objetivo es replicar lo que se hizo en Alcanfores durante la pandemia y convertirlo en un programa de gobierno.
“Tal vez ese programa pueda volver a aventar a la gente, impulsarla y volverla hacer sentirse seres humanos, igual que cualquier persona”, precisa.
Mario camina por el césped del parque de Carretas. Guarda silencio por unos segundos, recuerda los momentos que vivió en ese lugar. El mismo donde los vecinos acuden a hacer ejercicio, salen a pasear con sus hijos o sus mascotas, mientras él tenía que dormir y cubrirse del sol. Incluso, rememora que él llegó al Centro Alcanfores con quemaduras en el rostro. “Estás tan cansado que te duermes bajo una sombra, pero el sol avanza y te quema”.
“Me llega la nostalgia, porque pienso que hace un año aquí me dormía. O donde han hecho eventos (de campaña) veo los botes de basura de donde sacaba hasta para comer. Lo más feo de cuando empecé a estar en calle fueron las primeras tres semanas, no comía nada. Antes te dejaban quedarte dentro de la Alameda y ahí me quedaba. Me daba miedo que la gente viera que me llevaba un medio refresco o media torta, pero el hambre es cabrona y tienes que comer. Tuve que comer de lo que cayera”.
Luego vi que donde venden fruta la tiran y le vas buscando. Todo eso se desperdicia y es comida. Nunca tomé, porque pensaba que si de por sí estaba en la calle y tomaba me iban a pegar los policías, me iban a asaltar personas que no están en la calle, prefería aventármela así”.
Ahora, puntualiza, lo hacen visible, pero sólo es una voz, nada más. “Soy Mario. Siempre van también las personas que han muerto en calle, las que han muerto son las que me han enseñado un chingo, porque murieron bastantes durante los seis años que estuve en la calle, y a lo mejor nadie se da cuenta dónde fallecieron, pero gracias a ellos estoy vivo”.