“Te sientes abusada, lastimada, tenía ganas de irme a bañar, y a veces pienso que si eso me pasó a mí, no quiero pensar que siente alguien que ha sido violada”, dice Mónica, quien hace poco más de un año sufrió acoso en la calle, cuando un adolescente tocó sus glúteos en la calle, y a pesar de que había mucha gente, nadie la apoyó o intentó detener al agresor.
Las mujeres que se sientan vulnerables en la calle tienen alternativas para pedir ayuda, pues muchos establecimientos comerciales o centros educativos se unen a la campaña nacional que ofrece acompañamiento a quienes así lo necesiten.
Es el caso de la Universidad de Londres, que a cuatro días de que difundió en sus redes sociales que se unía a esta iniciativa, ya atendió a dos mujeres que se sintieron en riesgo.
Por su parte, la activista Maricruz Ocampo dice que estas iniciativas son buenas porque ayudan a visibilizar la vulnerabilidad que viven las mujeres en la calle y que, a la par, se debe brindar capacitación al personal de los establecimientos que se unan a la campaña para que apoyen a las mujeres sin revictimizarlas.
Mónica, estudiante de Sociología y fotógrafa profesional, recuerda que ese día salió de su domicilio para hacer algunas diligencias, pero ya eran casi las 19:00 horas. Caminó por avenida Universidad, hasta llegar a Ocampo.
Llevaba puesto un vestido, por lo que se planteó la idea de cambiarse de ropa, para evitar salir con vestido a la calle a esa hora. Dice que algo la hizo dudar y regresó a su casa para ponerse pantalón abajo del vestido.
“Iba a cruzar una calle, alguien llegó y me agarró una nalga, así, con todo. Nunca nadie se había atrevido [a hacerle algo así]. Creo que mi gesto es muy duro, a pesar de que soy bajita, y casi nadie se atreve a decirme cosas ni a hacerme nada. Fue la primera vez, y era un adolescente”, relata.
“Eso me sorprendió mucho porque el mismo chavito no supo qué hacer. Además, voltee porque traía muchas cosas en la mochila. Traía computadora, cámara y creo que lo primero en lo que pensé fue en el equipo fotográfico, más que otra cosa, porque como me llegó por la espalda pensé que me iba a robar”, indica.
La mujer narra que lo primero que hizo fue proteger su mochila y lo segundo fue darle importancia a que la había tocado. Entonces comenzó a reclamar al agresor.
Lo que más sorprendió también a Mónica en esa ocasión es que ninguno de los hombres que estaban ahí hizo algo para ayudarla, nadie alzó la voz, todos vieron y nadie intervino. Le sorprendió la indolencia de la gente, pues además había muchas personas, era una calle transitada y bien iluminada, pues era horario de verano, pero nadie movió un dedo para apoyarla.
Indica que incluso, platicando con sus compañeras universitarias, le han dicho que también han pasado por estas situaciones, por lo cual el miedo las ayuda a actuar rápido, ocultarse en algún lugar, en un local comercial es lo más recurrente.
Para Mónica, la campaña que llevan a cabo locales comerciales e instituciones es un paliativo, “eso no nos va a ayudar en mucho al problema. Es un paliativo. Hay que trabajar en las masculinidades, hay que trabajar con los hombres, pues con quien se trabaja regularmente es con las mujeres”.
El hecho de que yo aprenda a usar un gas pimienta no significa que el otro deje de agredirme, o que deje de agarrarme en la calle, o que me diga algo, o que voltee a verme. Creo que hay que trabajar sobre todo en la infancia. Tiene que ser desde casa la educación”, sostiene.
El director de la Universidad de Londres, José Antonio Ugalde Guerrero, explica que en ese centro de estudios siempre han tratado de ser socialmente responsables en todos los sentidos y han tenido varios programas, como este de apoyo a las mujeres, y que será permanente, precisamente para apoyar al mayor número de mujeres que estén en situación de vulnerabilidad.
Indica que decidieron publicar en sus redes sociales esta iniciativa, y a raíz de ello, cuando las población femenina sabe que la universidad es un sitio seguro para ellas, ya atendieron dos casos en cuatro días.
Abunda que en estos dos casos se trató de jóvenes que esperaban el transporte público, cuando algunos sujetos les lanzaron improperios o se les acercaron sujetos en estado de ebriedad o intoxicados. Se acercaron al personal de vigilancia, el cual registró el incidente. Las mujeres, en cada uno de los casos, esperaron en la sala de recepción hasta que una de ellas pidió un taxi, y en el caso de la otra persona llamó a un familiar. En ningún caso hizo falta la presencia policial.
Comenta que el primer contacto que tienen las mujeres que piden apoyo es con el personal de seguridad privada de la misma universidad, así como el personal de recepción que se encuentra capacitado para apoyar a quien lo solicita.
A su vez, Ocampo Guerrero precisa que a la par de estas campañas, hace falta sensibilizar en los centros de trabajo o negocios que presten este acompañamiento, para que en los mismos existan las condiciones de respeto hacia las mujeres y no se les ponga en situaciones de vulnerabilidad.
“Hay bares que dicen que son lugares seguros para las mujeres, pero ese mismo bar que está protegiendo a las mujeres tiene la promoción de que las mujeres entran gratis. Cuando las mujeres no pagan un cover y les dan bebidas gratis, están contribuyendo a la violencia… por un lado te voy a proteger y por otro lado estoy participando en una situación que te pone en riesgo, que es darles bebidas alcohólicas gratis. Debe de haber una congruencia”, recalca.