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Queretanos, cansados de los protocolos sanitarios

A pesar del incremento de contagios, los ciudadanos poco se preocupan por cumplir con las medidas

Foto: Demian Chávez
18/11/2020 |10:16
Domingo Valdez
ReporteroVer perfil

Un elemento de seguridad toma la temperatura al conductor del automóvil que ingresa al centro comercial, pero no así a los demás ocupantes de la unidad.

La medición registra 36.9 grados. En el lugar, en la entrada de un supermercado, le vuelven a tomar la temperatura. Ahora marca 35.6 grados. En menos de dos minutos y con aparatos diferentes, la temperatura del ciudadano arrojó mediciones distintas.

La toma de temperatura se ha convertido en uno de los requisitos para ingresar a los comercios, aunque en muchas ocasiones los aparatos usados llegan a tomar mediciones erróneas.

Los automóviles entran al centro comercial con al menos dos personas. Las filas son largas. Las personas quieren salir, comprar, gastar, regresar por unos momentos a lo que era su vida hasta antes de marzo pasado, cuando podían salir sin cubrebocas, sana distancia y el lavado constante de manos era casi nulo. Ello a pesar del elevado número de contagios diarios de Covid-19 en la entidad.

Los vigilantes de los accesos apenas se dan abasto para tomar la temperatura a los conductores que estiran la mano para el protocolo sanitario.

Aprovechan también para tomar el boleto del estacionamiento y avanzar. Pocos preguntan su temperatura. La mayoría se retira sin preocuparse por eso. Los vigilantes, a su vez, tampoco informan a los clientes. Se limitan a un mero requisito.

Dentro del centro comercial, en el estacionamiento, hay lugares que no se pueden utilizar, para mantener la sana distancia, pero son apenas unos cuantos.

El resto del estacionamiento no cuenta con estos protocolos sanitarios y los clientes aparcan de manera cercana. La mayoría quiere un lugar próximo a la entrada del centro comercial.

El conductor del automóvil, a quien la temperatura en la entrada fue de 36.9 grados, ahora entra al supermercado de la plaza.

Ahí le vuelven a tomar la temperatura corporal. El vigilante en la puerta le extiende una gota de gel antibacterial para limpiarse las manos. Por un momento, olvida el termómetro, hasta que el cliente le recuerda.

El guardia procede a hacer la medición. El cliente pregunta: “¿Cuánto marcó el aparato?”, “35.4 grados”, le contestan. Más de un grado de diferencia entre la toma hecha tres minutos antes.

El guardia, a menos que los clientes lo pregunten, no informa los grados que marca el termómetro. Se limita a acercar el aparato a la muñeca o en el mejor de los casos al cuello de las personas y seguir con sus ocupaciones habituales, “echando” un ojo por un segundo al termómetro, casi de manera automática.

En otros establecimientos de la misma plaza, que el fin de semana lució llena por personas que acudieron a hacer compras y acudir a restaurantes, se aplica el mismo protocolo, aunque se hace más como requisito que como medida sanitaria para evitar mayores contagios de Covid-19.

Aunque en el lugar están marcados los sentidos de circulación por los pasillos, para evitar que las personas se crucen mientras caminan, pocas personas respetan la medida y nadie exhorta a los compradores a respetarla.

En otro local, en otra plaza comercial, como en muchas otras, el protocolo se vuelve a repetir. Ahí, una empleada del negocio es la encargada de tomar la temperatura de los clientes.

Acerca el termómetro a la muñeca de una mujer que entra, tras ofrecerle gel antibacterial. La clienta entra tranquilamente al local, sin siquiera preocuparse. “La mayoría entra así. No nos preguntan nunca cuánto marcó el termómetro. Es un requisito”, dice la joven empleada, quien lleva cubrebocas y careta.

Agrega, mientras sanitiza un carrito de compras, que muchos clientes no quieren que les tomen la temperatura en la frente.

“Dicen que vieron en redes sociales o que les dijeron conocidos, que los termómetros matan las neuronas del cerebro. Que hacen mucho daño, que porque dizque tienen radiación y que los va a enfermar”, indica con un tono de voz divertido ante las ideas de muchas personas que derivan en la falta de información oficial.

“Yo no creo eso. Creo que si traen muertas las neuronas es por otra cosa”, dice al tiempo que suelta una carcajada.

Lo que sí, añade, es que muchas personas se molestan con los protocolos. Cada vez son más a los que las medidas sanitarias les importan menos.

Dice que eso puede ser porque están cansadas de las medidas, de usar cubrebocas, de lavarse las manos constantemente, de no salir de casa.

“Aquí los veo. Llegan en sus coches sin cubrebocas. Se bajan y unos metros antes de entrar a la tienda los sacan de la bolsa del pantalón y se lo ponen. Así qué chiste”, agrega.

Otro cliente se acerca para entrar a la tienda. La empleada le toma la temperatura en la muñeca y no se preocupa por preguntar el resultado. Entra apresurado.

La joven empleada añade que en la tienda de una cadena donde trabaja les piden todas las medidas de sanidad.

No quieren ser clausurados por no cumplir con las medidas, como ya pasó con un comercio cercano, donde por incumplir con los protocolos los cerraron por varios días. “Son nuestros trabajos y hay que cuidarlos”, agrega.