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Las calles de Querétaro cada vez lucen más llenas de personas que salen a trabajar, estudiar, hacer compras o pasear y que dejan de lado el uso del cubrebocas.
Lo que por dos años fue una regla básica de supervivencia, ahora se convierte en algo obsoleto, a pesar del número creciente de contagios de Covid-19.
Ver rostros completos y no sólo los ojos es extraño luego del inicio de la contingencia sanitaria por la presencia del virus SARS-CoV-2. Tras dos años, un rostro completo en la calle es inusual, pero se vuelve cada vez más frecuente.
La relajación de las medidas, como el uso del cubrebocas en exteriores, invita a los ciudadanos a abandonar la protección cuando caminan por la calle. Sólo se lo colocan cuando entran a algún comercio o local.
Algunos, incluso, fuman mientras caminan hacia sus destinos. No importa si las aceras del primer cuadro queretano son insuficientes para los peatones o proveedores.
Los encargados y empleados de los negocios, por norma, siempre llevan puesto el cubrebocas, por mera obligación, aunque en algunos casos su uso correcto ya no se respeta, pues se dejan al descubierto la nariz o se tocan el rostro de manera constante.
Sólo del lunes 13 de junio al lunes 20 de junio, de acuerdo a datos de la Secretaría de Salud del estado de Querétaro, en la entidad se registraron mil 57 casos nuevos de Covid-19.
El mismo lunes 20 de junio se registró, de acuerdo a la dependencia, un 3% de ocupación de camas con ventilador y 29% en camas sin ventilador, para pacientes con Covid-19.
Para la mayoría, los números de contagios en aumento no representan nada.
Para la mayoría, estar vacunados genera una falsa sensación de seguridad, aunque como han dicho los especialistas, las vacunas no evitan los contagios, sino que reducen el riesgo de enfermar de gravedad.
Unos de los lugares en donde las medidas sanitarias son ya un recuerdo son los templos religiosos; en las bancas, hasta hace unas semanas, permanecían las “palomitas” verdes y los “taches” rojos, que marcaban cuáles lugares se podían usar y cuáles se debían dejar libres para mantener la sana distancia.
Además, los curas informan a los feligreses durante las misas que las eucaristías a distancia han “perdido validez”, por lo que deberán acudir de manera presencial a los recintos religiosos, en los cuales, además, la comunión se dará ya en la boca y no la hostia en la mano, como solía hacerse durante los momentos más álgidos de la emergencia sanitaria.
En las tiendas de conveniencia también han desaparecido las calcomanías que en el piso marcaban la sana distancia, el metro y medio entre clientes para evitar contagios.
En algunos locales, incluso, los encargados obvian el uso del cubrebocas por parte de los clientes, quienes también olvidando las medidas sanitarias, y dejan de lado el cubrebocas.
En los bancos pasa algo similar: en las salas de espera, en donde hasta hace unas semanas había calcomanías en las sillas indicando no usar ese espacio, ahora son retiradas por el personal de intendencia.
Jorge Ortiz trabaja en un banco y realiza la tarea de retirar las calcomanías de las sillas. Ahora todas podrán usarse. “Me dieron la orden de quitarlas, que ya no era necesario dejarlas, que ya las pueden usar”, dice el hombre mientras aplica un líquido a la calcomanía que se despega con facilidad tras unos segundos húmeda con la sustancia.
Jorge, un hombre cercano a los 60 años, se anima a charlar. Dice que durante la segunda ola de Covid-19 cayó enfermo, junto con su esposa y dos hijos.
“Sí, nos alcanzó el bicho, pero no nos pegó tan duro. Yo estuve enfermo una semana. Sólo sentía que me faltaba el aire, pero poquito. A mi esposa no le pegó tampoco fuerte, sólo mucho cansancio”, recuerda.
“A mis hijos les dio calentura dos días y luego se les quitó”, narra, mientras sigue quitando calcomanías de otras sillas.
Los sentimientos de Jorge son encontrados, por un lado debe obedecer órdenes, aunque no esté de acuerdo.
Como sobreviviente de la Covid-19, sabe que la enfermedad no se ha ido y que el miedo a enfermar es grande.
“Yo seguiría con todas las medidas sanitarias. Enfermarse es feo, le da miedo a uno, siempre piensa una que se va a morir, que no la libra.
“Más yo que, por ejemplo, soy diabético e hipertenso, además de ser ya grande, pensaba que no iba a salir. Pero bueno”, dice con voz entrecortada
Pasando una calle está jardín Zenea. Sus jardineras y bancas son ocupadas por personas que buscan una sombra bajo los árboles. Quienes van acompañados platican sin el cubrebocas puesto y los que van solos se despojan del mismo o lo bajan para hablar por teléfono o beber del refresco o del agua que llevan. No falta la pareja que se demuestra su amor con un beso.
Luego de 140 mil 519 casos confirmados acumulados de la Covid-19 en el estado desde el inicio de la pandemia y seis mil 711 muertes, hasta el lunes 20 de junio de 2022, la gente, los ciudadanos queretanos parecen olvidar el miedo, los decesos, los contagios, los consejos para mantenerse a salvo, a pesar de que los datos de contagios en la última semana parecen indicar que la quinta ola del SARS CoV-2 ha llegado al estado.