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La tradición no se pierde y se vuelve a hacer presente entre los queretanos, quienes este 2 de febrero acudieron a bendecir a sus niños Dios, ataviados con ropajes nuevos, en su mayoría blancos, y sin importar el tamaño, pues los hay desde piezas grandes hasta pequeños, que caben en la mano.
Desde temprano, en los templos del centro de la capital queretana, la feligresía, principalmente mujeres y en menor medida hombres, acudieron con sus niños para bendecirlos en la misa de La Candelaria.
Conforme llegaron al templo colocaron a sus niños que llevaban en sus cunas, a un costado del altar, donde el cura, tras la eucaristía, los bendijo.
La tradición del día de La Candelaria tiene su origen en el pasaje del evangelio, según San Lucas, donde se lleva a cabo la presentación de Jesús en el templo por parte de la virgen María y San José.
En la actualidad, el día de La Candelaria es marcado como la fecha para llevar a los niños al templo y recordar este hecho.
Los dueños de los niños Dios, previamente, llevaron a vestir a sus imágenes, para lo cual invirtieron desde 250 hasta más de 500 pesos. Uno de los sitios con más tradición para vestir es el tianguis del mercado de La Cruz, donde los fieles pueden encontrar variedad de modelos y precios de ropones; así como accesorios, como sillas, moisés, cunas, entre otros, para “equipar” a los niños.
También, en el mercado Escobedo, varios puestos se dedican a la venta de ropa para los niños Dios, siendo uno de los sitios de tradición para los devotos queretanos.
En la mañana, la afluencia de fieles a los templos se duplicó, comparada con la que acude en días ordinarios. Muchos de los asistentes fueron parejas de adultos mayores que luego de una vida siguen conservando la tradición. Escucharon y participaron en la misa, junto con otros devotos, algunos, de todos los días; otros, por la ocasión. Unos más entraron a rezar unos minutos de camino a su trabajo.
En la homilía, los curas destacaron a los personajes del evangelio Simeón y la profetisa Ana, quienes esperaban ver a Jesús. Los fieles escucharon atentos el sermón.
Al final de la misa, en el caso de Santa Rosa de Viterbo, en la misa de la siete de la mañana, oficiada por el vocero de la Diócesis de Querétaro, Martín Lara Becerril, se invitó a los fieles a pasar a la sacristía por “una sorpresa”; muchos dedujeron que se trataba de tamales.
Durante el transcurso del día los templos fueron visitados. Unas de las católicas en acudir fue Soledad, adulta de unos 60 años de edad, quien llevaba sola a su niño Dios a bendecir al templo de San Francisco.
“Hay que cumplir con la tradición de este día. Es de familia. Mi mamá me enseñó a traer al niño a bendecir y la conservo. Me gusta, me recuerda a mi mamá; veníamos aquí, a San Francisco, y lo sigo haciendo y lo haré”, dijo la mujer, quien sostuvo a su niño Dios en los brazos.
Pasado el mediodía, los feligreses llegaban para bendecir a sus imágenes.
San Francisco, en la calle de Corregidora, frente al jardín Zenea, se convierte en uno de los templos más visitados.
Frente al recinto religioso, en la calle de Madero, había puestos de comida y antojitos, que ofrecieron a los visitantes tamales, atoles, guajolotes, flautas y tacos, entre otros platillos que sirvieron para darle sabor a la fiesta del 2 de febrero.
“También es parte de la fiesta. Vas a misa, bendices al niño y sales a echarte un guajolote o unos tamales.
“Los tamales son lo tradicional este día, pero puedes comer lo que quieras y puedas... prefiero un guajolote; soy diabético y los tamales me suben mucho la azúcar”, señaló un hombre que atravesó el jardín Zenea a toda prisa para llegar a misa.
El mismo 2 de febrero mucha gente aprovechó para vestir a sus niños. Por la tarde, los puestos ubicados en uno de los estacionamientos del mercado de La Cruz aún recibieron a personas que llegaban a bendecir a sus imágenes. Cerraron hasta las ocho de la noche, para dar oportunidad a quienes salen de trabajar y van a misa antes de terminar el día e ir a casa con la familia y compartir los tamales y el champurrado.
Esa es la otra tradición que queretanos y foráneos conservan este 2 de febrero: desayunar o merendar tamales ese día se convierte en casi una obligación y comprarlos en los locales de la calle de Arteaga, en el primer cuadro capitalino, es una costumbre muy arraigada.
Desde muy temprano se formaron filas afuera de los negocios que en esta fecha multiplicaron sus ventas. Incluso, días antes ya tienen vendido el producto, debido a que muchos clientes hicieron pedidos.
Adentro, los encargados trabajaban lo más rápido posible para atender a los clientes, quienes en ocasiones tardaban hasta media hora en ser atendidos. La espera valió la pena.
Por la mañana, los pedidos y los clientes, en su mayoría, compraron para llevar a la oficina, con los compañeros de trabajo y pagar la deuda tras encontrar al niño Dios en la Rosca de Reyes. Por la tarde, fue para departir con la familia, aunque también por la misma razón.
Con la celebración de La Candelaria, de acuerdo a la tradición, se pone fin a las festividades navideñas.