El dolor es un componente crucial en la vida y el trabajo de Carolina Alcázar (Caro Floyd) y Javier Estrada (Quidam), artistas del tatuaje formados de manera multidisciplinaria en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).
Caro Floyd describe cómo el dolor del tatuaje no solo tiene una dimensión física, sino también emocional y simbólica. Su colega señala que los artistas tienen la oportunidad de desarrollar su arte con la confianza de la gente que, a través de conocer sus cuadros, tatuajes y proyectos en redes sociales les dan la confianza a las personas de inyectarles tinta y plasmar en la piel-lienzo uno de sus diseños. Es plasmar algo propio, íntimo, como es el arte en piel ajena.
“Cada vez que la aguja toca la piel, el dolor se convierte en una especie de catarsis. El proceso de atravesar ese dolor, para mí, tiene un propósito más profundo: es un camino hacia la sanación. El dolor físico se transforma en una experiencia de liberación emocional”, dice Caro.
Quidam también profundiza en cómo el dolor físico del tatuaje está vinculado con el proceso creativo y emocional. Además, recuerda que el arte ha estado presente en su vida, como con Caro, desde la infancia y fue ese mismo camino del arte que les unió en Querétaro.
“El dolor es una parte inevitable del proceso de tatuar. Para mí, es una forma de meditación y autoexploración. Cada sesión no solo implica un desafío físico, sino también una oportunidad para enfrentar mis propios sentimientos y crecer a través de ellos”, explica Quidam.
Ambos artistas utilizan su experiencia personal con el dolor para conectar de manera más profunda con sus clientes, transformando una experiencia dolorosa en una de sanación y crecimiento; o una reflexión sobre el arte de plasmarte un mensaje permanente en la piel y en las manos de artistas locales.
Para Caro Floyd y Quidam, el tatuaje es una forma de expresar y explorar emociones profundas. Caro Floyd explica cómo el tatuaje se convierte en una extensión de sus propias experiencias emocionales y las de sus clientes. Implica, por un lado, un mensaje que el cliente quiere comunicar, pero también un espacio para que los artistas continúen con el milenario arte.
“Cada tatuaje que hago tiene una historia detrás. Es mi trabajo captar esa historia y reflejarla. El tatuaje es una forma de comunicar algo muy personal, tanto para el cliente como para mí. Es una experiencia profundamente emocional”, señala la tatuadora, quien recuerda que personalmente como al leer del tatuaje, se da cuenta de la necesidad de dejarse vestigios.
Quidam comparte una visión similar sobre la conexión emocional que se establece a través del tatuaje. La intimidad de pasar horas sentado con un desconocido, contándole las razones que, en su vida, le llevaron a ese momento en el que están sentados marcándose para siempre con tinta y aguja.
El estudio Rare Art & Tattoo (RAT Estudio) conexión emocional, siendo un espacio donde tanto los artistas como los clientes pueden explorar y compartir sus historias a través, y que se ha convertido en un espacio de intercambio cultural.
“Muchas veces tenemos que convertirnos en lienzo de amistades nuestras: prestarles la piel para que aprendan, que puedan formarse y para que sigan con este arte. Yo he prestado mi piel muchas veces”, dice Quidam.
En años recientes, señalan ambos, la percepción del tatuaje ha cambiado significativamente: lo que antes era visto con escepticismo, y que se convirtió en razón de discriminación ahora es aceptado y valorado. Este cambio cultural ha influido positivamente en Rare Art & Tattoo, fundado por Carolina Alcázar y Javier Estrada.
Quidam señala cómo este cambio cultural ha beneficiado a su trabajo y al estudio porque, primero que nada, notaron el cambio en el trato de las personas, antes hostil y ahora más “alivianado”, y el número de personas que buscan tatuarse ha incrementado también.
“Ha pasado de ser una forma de expresión marginal a ser una forma de arte celebrada. El cambio ha abierto muchas puertas para nosotros y ha permitido que nuestro trabajo sea apreciado de forma amplia” dice Floyd.
Caro Floyd también destaca cómo la evolución cultural ha impactado positivamente en su estudio, lo que les ha llevado a expandirse en todo tipo de artes y convertirse en un espacio cultural donde se promueva el arte en varios aspectos.
RAT Estudio no solo es un lugar de trabajo para Caro Floyd y Quidam, sino también un centro de creatividad y comunidad. El estudio ha evolucionado para ofrecer un espacio de convivencia, crecimiento artístico y empleo para artistas locales.
Javier Estrada (Quidam) habla sobre el impacto de RAT Estudio en la comunidad artística. Al menos 60 personas ya reciben talleres de los cerca de 10 artistas que ahí ya tienen un espacio de esparcimiento: desde yoga, tatuaje, pero también clases para ser DJ y mucho más.
“Nos enorgullece que RAT Estudio no solo sea un lugar donde se hacen tatuajes, sino un centro para la comunidad artística. Empleamos a varios artistas y ofrecemos talleres y eventos que ayudan a fomentar el talento local y a fortalecer la comunidad”, dice Javier.
RAT Estudio ha logrado convertirse en un espacio que combina la pasión por el arte del tatuaje con el deseo de construir una comunidad solidaria. La trayectoria de Caro Floyd y Javier Estrada, desde su formación en la UAQ hasta el establecimiento de su estudio, refleja cómo el tatuaje puede ser una poderosa herramienta para la transformación cultural.