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El viento frío sopla con intensidad en La Cañada, pero no impide que una decena de habitantes del lugar suban al cerro de Bautisterio para hacer una ceremonia prehispánica con motivo del equinoccio de primavera, estación que este año comenzó a las 10:02 horas del 20 de marzo.
El grupo Danza Chichimeca de Conquista, liderado por Omar Barrón Coronel, Xiuhmixcoatl (serpiente nube de fuego), capitán conchero de la mesa de Santa Rosa de Lima, es quien encabeza la ceremonia de equinoccio, que es la bendición de las semillas, de la tierra, para que florezca y haya buenos frutos, con una peregrinación para subir al Bautisterio. En la parte alta del cerro ya está listo el Tlalmanalli, la ofrenda que se tributará para la fecha.
El ascenso es breve. Los caracoles no dejan de sonar durante todo el trayecto. El olor del incienso también acompaña a los peregrinos que suben a la mesa del cerro.
Al llegar, Omar Barrón encabeza la ceremonia de apertura de los cuatro rumbos con las esencias.
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El incienso y los caracoles se apoderan del ambiente. El cielo permanece nublado, pero en un momento de la ceremonia el sol aparece. Tras la ceremonia y las danzas, Fidel García Sánchez, integrante del grupo Por amor a La Cañada, toma la palabra. Explica que alrededor de la localidad hay cruces, y que uniendo sus ejes el pueblo hace una cruz perfecta con su centro en la Iglesia chiquita, y tiene similitud con la cruz cósmica que veneraban los habitantes originarios de Mesoamérica, lo que después se convertiría en México.
Gustavo Pérez Lara Hernández, historiador y promotor cultural de El Marqués, comenta que el equinoccio es el periodo en el que el sol pasa en medio del planeta y se logra el prodigio de una distancia en lo más alto. Con ello, en el Bautisterio han ocurrido reuniones de las civilizaciones que se han asentado en territorio queretano, para honrar el equinoccio y otros eventos.
“En el (año) 750 de nuestra era este lugar es poblado por la cultura teotihuacana. De ese entonces hemos encontrado vestigios de que en este lugar se llevaban a efecto ceremonias para estar cerca de las deidades y de los cuerpos celestes.
“En el año 900 se da la llegada de lo que luego sería la civilización tolteca aquí, en el cerro del Bautisterio. Hemos encontrado evidencia de que ellos estuvieron honrando a Quetzalcoatl, la serpiente emplumada”, narra.
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En 1446 ya se puede encontrar un códice en el que se menciona a un pueblo de nombre Tlaxco, que en náhuatl significa “Lugar donde se juega pelota”, juego que se cree tiene que ver con los cuerpos celestes.
Pérez Lara dice que “el uso de la memoria es muy importante, porque la memoria es la materia prima de nuestra cultura. Vaya el reconocimiento y admiración de que estos rituales todavía prevalecen”.
A su vez, Omar Barrón Coronel, señala que esta ceremonia es importante porque marca el florecimiento de los campos, de los cerros, y el Bautisterio es uno de los cerros más importantes para la tradición de La Cañada, ya que en este lugar los habitantes originarios subían a ser bautizados. La razón era que en su tradición ancestral se decía el nombre era gritado a los cuatro vientos. Bautizados en el cristianismo, subiendo al cerro, también lo podían hacer, aunque fuera un nombre español y cristianizado.
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“Este cerro era muy importante porque se considera un altar natural, pero para los naturales se considera un altar mayor. Podían ser gritado su nombre a los cuatro vientos. Era algo que nos fue prohibido cuando llegó el conquistador, así como estos rituales. Si se les veía haciéndolos era pena de muerte. Pero el natural siempre fue muy listo y por eso decidió venir a bautizarse a este cerro, porque no podían prohibirle que su nombre fuera gritado a los cuatro vientos, aunque fuera su nombre católico”, subraya.
Alfredo Sánchez Hernández, capitán de la Danza Chichimeca de Conquista de La Cañada, dice que “nos sentimos muy agradecidos con la madre tierra y con este equinoccio. Desde luego estamos en un lugar muy emblemático para toda nuestra cultura ancestral”, enfatiza el hombre.
Tras la ceremonia, Xiuhmixcoatl invita a los presentes a tomar las frutas y semillas que fueron bendecidas, para llevarlas a casa y colocarlas en un lugar especial. Luego, todos comienzan el descenso del cerro, al sentirse conectados con la divinidad en un altar natural y sintiendo el aire frío en el rostro, como una especie de aliento divino.