La pandemia provocada por el Covid-19 brinda la oportunidad de regresar a los festejos tradicionales de los concheros —cuando no se permitían por la pandemia— que datan desde hace más de 400 años. Ahora se realizan nuevamente en casa, como lo marca la tradición ancestral, aunque para muchos jóvenes no es a lo que estaban acostumbrados, pues la danza en las calles es importante para ellos, dijo Édgar Omar Ugalde Rodríguez, conchero de toda la vida.
“En lo particular te puedo decir que este año es una ocasión muy especial, sobre todo para mí mesa, que es la mesa de la Santísima Cruz de la Misión de los Milagros, del capitán general Manuel Rodríguez. Para nosotros es especial porque ante esta situación de la pandemia vamos a regresar a nuestro origen, a nuestra raíz.
“Vamos a vivir, a experimentar, lo que hace más de 460 años iniciaron mis ancestros, que es la tradición conchera, dentro de tu casa a cuatro paredes, porque después de la invasión española se nos prohibieron muchas cosas. La única manera de mantenerlas vivas era en la intimidad de nuestro hogar y con nuestra familia”.
Este año, dijo, será interesante porque revivirán ese origen, se transportarán más de 460 años atrás, para darse una idea de cómo era el movimiento de la danza, cómo lo mantuvieron vivo.
Ahora, indicó, tendrán que tomar las medidas sanitarias que las autoridades recomiendan: conservar la sana distancia, algunos deberán usar guantes, además de que en el oratorio se tendrán gel antibacterial, tapetes sanitizantes y toallas desinfectantes, entre otros artículos de higiene.
Comentó que muchas de estas medidas las llevan a cabo porque la mayoría de los grupos concheros se rigen por personas mayores, que es de quienes aprenden la tradición. Una parte de las medidas sanitarias es por cuidarse ellos y lo más importante, cuidar a sus mayores para que puedan estar más tiempo con ellos, conservando y transmitiendo el legado a las nuevas generaciones.
Comenta que en el caso de su mesa no se reúnen más de 20 personas, ya que sólo lo hacen con integrantes de su familia y un invitado que viene de la Ciudad de México, quien trae la cruz para su altar, pues es una manda que tiene de por vida.
Omar precisó que la fiesta, con las danzas en las calles de la ciudad, es la parte más visible de la fiesta, pero para ellos no es lo más importante. Para ellos lo esencial es la velación que hacen durante las noches de las celebraciones.
La tradición de salir a danzar a las calles comenzó a mediados del siglo XIX. En ese mismo tiempo es cuando El Gallo los comienza a visitar para ver que no estén haciendo algo malo.
Destacó que lo más importante es la velación, pues es cuando pueden estar en contacto con sus ancestros, que convivan con ellos y pedirles su protección y fuerza. En la historia de las mesas de concheros nunca se habían interrumpido las danzas, ni siquiera durante los conflictos armados.
“Desde 1824 a la fecha jamás se había cancelado la participación de los concheros en la fiesta de la Santa Cruz; es la primera vez. En Querétaro no nos afectó el sitio, que dejó muchas muertes. No nos afectó la guerra de los cristeros ni mucho menos nos afectó la Revolución. Jamás nos había tocado hasta 2020. Por ironía, una pandemia que también acabó con bastantes de nuestros ancestros”.
La fiesta de la exaltación de la Santa Cruz está dividida en varios momentos. Inicia con la velación, luego el levantamiento del Chimal y el desfile (que no habrá), las danzas y los penitentes.
Este año, por la pandemia de Covid-19, se suspendió el desfile de El Gallo (gallos de papel monumentales) y la música de viento, que tradicionalmente recorre las céntricas calles de la ciudad.
Esta colorida y alegre peregrinación es encabezada por el padre guardián del templo de la Cruz, así como por frailes y algunos campaneros, quienes acompañados de cientos de civiles, visitan las principales capitanías de danza conchera, ubicadas en los barrios de la Cruz y San Francisquito.
“Antiguamente los frailes no permitían nuestros rituales (…) todo se hacía dentro de las casas, porque no podíamos salir a las calles como ahorita.
“Entonces ellos venían a checar que nosotros como concheros alabáramos a Dios y no a las imágenes que para ellos eran paganas (…) Se encubrían con El Gallo y visitaban los altares (…) Además del sincretismo, poco a poco nos fuimos abriendo paso hacia el exterior de la forma más fácil: haciendo esta fiesta popular”, relató el conchero Omar Ugalde Rodríguez, perteneciente a la Unión de Danza Azteca de Querétaro.
El conchero, explicó, recibe al contingente en el oratorio al que pertenece, donde ofrecen café y pan a los visitantes, mientras que los eclesiásticos rezan y bendicen su altar. Tras esta visita, el contingente retoma su recorrido, para visitar las capillas-oratorio familiares de más de 20 agrupaciones tradicionales.
Cuando el jolgorio se va, y en su lugar arriba el silencio, las conchas y las sonajas de los danzantes comienzan a sonar; el aroma del copal inunda el ambiente de los oratorios, las alabanzas de los concheros empiezan a elevarse, y la expresión “¡Él es Dios!” se escucha entre cada frase.
Esta ceremonia es central para los concheros, afirma, pues durante ella convocan a sus antepasados a través de alabanzas, toques de concha, así como del sonido de las mandolinas y las sonajas para pedirles permiso y guía sobre la danza ritual.