Lilia Susana Álvarez y Georgina Rojas forman parte de la primera generación de mujeres que se graduaron de la academia de Bomberos de Querétaro y actualmente laboran en la estación 2 de Jurica.

En entrevista, relataron cómo fue el proceso de entrar a un mundo que era dirigido por hombres, pero además compaginar su desempeño profesional con el de ser madres.

Desde el 2007, Lilia Álvarez, de 49 años, comenzó a desempeñarse como bombera, durante tres años laboró como voluntaria; actualmente suma 12 años de trabajadora de base, siempre -refiere- dando lo mejor de sí.

“Aquí es equidad, igualdad y compañerismo; aunque al principio no fue así, estábamos en una etapa donde no había mujeres, venía a tocar puerta y decían: ‘no hay mujeres’”.

Recuerda que su proceso implicó ser una de las mujeres pioneras y abrir el camino para que actualmente más compañeras ingresen a la corporación en condiciones de igualdad.

Rompen con estereotipos: “Somos bomberas en un mundo de hombres”
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“A mí no me digas ‘no puedes’, porque los límites son míos, los miedos son míos y si yo digo ‘voy’, yo voy”.

Lilia se enfrentó también a ser la primera mujer mamá en la corporación. “A mí me tocó ser mamá aquí en bomberos; mi hijo tiene nueve años. Ni idea de que iba a estar embarazada, nada que ver, tengo dos jóvenes que ya volaron, de 25 y 26 años, y mi niño, de nueve”.

Cuando menos lo esperaba, relata, llevó su proceso de embarazo laborando en la institución, pero entonces ya en un entorno de compañerismo entre sus colegas varones.

“Me tocó ser mamá aquí,  la primera generación mujer y la primera que es mamá dentro de bomberos. Me cuidaban mucho,  fueron mis compañeros, me cuidaban, me mimaban y yo hacía mis actividades normales, llegaba, checaba mi unidad, le checaba niveles, la limpiaba. 

“Me tocaron las ambulancias, y hacía la misma actividad que todos. Nada más no salía a las emergencias, pero a las ambulancias sí”, recuerda.

Por momentos, mientras sus compañeros salían a servicio, ella se hacía cargo del área de telefonía, hasta que ellos retornaban de alguna encomienda.

Recuerda que laborando en la estación de Bomberos pasó desde su proceso de embarazo hasta la lactancia.

“Todo mi proceso de embarazo y lactancia materna fue muy padre, porque me daban mi periodo de lactancia materna y luego ahí ya salía a servicio, estaba con la molestia y pedía cinco minutos para sacarme leche, me subía al camión y de un lado el tiraleche y del otro una mamila y así era”.

Actualmente, Ángel Rodolfo tiene nueve años, el hijo más pequeño de Lilia, además de Daniel y Pablo, de 25 y 26 años, respectivamente.

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En tanto, Georgina Rojas, de 45 años, compartió generación con Lilia; refiere que el 22 de agosto, el Día del Bombero, se cumplirán 15 años de la primera generación de mujeres bomberas del estado.

Dice que ingresó al Cuerpo de Bomberos luego de ser paramédico en otra institución, desde entonces, refiere, tenía el interés de ser bombera, junto con Lilia les tocó cerrar la  brecha a las mujeres en este ámbito.

“Quería estar en bomberos, pero era imposible, porque era un mundo de hombres, no había mujeres y no tenían permitido mujeres, hasta que cedieron”, destaca.

Georgina labora por turnos de 24 horas, que inician a las 9 de la mañana, por 48 horas de descanso; añade que aun cuando en ocasiones es complejo separar su labor como, ella procura no llevarse el trabajo a la casa y viceversa.

“No te llevas el trabajo a tu casa, ni tu casa te la traes para acá; o sea sí tiene que ver porque se pueden mezclar, pero en lo personal estando allá, me dedico a mi casa, a mi hogar”.

Ella es madre de José, un joven de 23 años, quien hasta ahora ha trazado un camino fuera del área de trabajo de su madre; contrario a lo que ocurre con otros compañeros bomberos.

Al preguntarle si José sigue sus pasos, dice:  “no, nada que ver con el medio, para muchos compañeros sus hijos suelen venir aquí, pero ahora por pandemia no, pero si no estuviéramos en pandemia estarían aquí, son las tradiciones, pero el mío no, se excluyó totalmente del mundo de las emergencias”.

Fugas de gas, incendios de todo tipo e, incluso, rescates de mascotas, son parte del día a día de Georgina, para quien ayudar al prójimo es una de las grandes satisfacciones de su labor.

Al ver casi 15 años atrás, Lilia y Georgia recuerdan aquellos momentos en los que, incluso, no contaban con áreas de dormitorio para mujeres, un espacio para pernoctar que comenzó en una camioneta, pero que ahora cuenta con las mismas condiciones que las de los hombres, con un espacio que ambas y el resto de sus compañeras labraron, desde el inicio de la primera generación de mujeres bomberas.

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