Como cada 13 de junio, los devotos acuden al templo de San Antonio de Padua, a quien las personas se encomiendan para conseguir una pareja.
Con otro propósito, Antonio Ojeda también acude movido por la fe, pues el hombre, junto con su esposa, reparte pan este día en la puerta del templo.
Los fieles llenan el templo ubicado en avenida Corregidora y la calle de Ángela Peralta, que es ocupada por vendedores de antojitos y bebidas que se instalan en todas las fiestas patronales que se llevan a cabo en el centro de la ciudad.
Al interior del templo se ha eliminado la señalética obligada de la pandemia. Las bancas ya no tienen marcados los lugares que sí y no se pueden usar. Las bancas están llenas de feligreses.
En el piso ya no está delineada la sana distancia. Ahora, la misma la marca el sentido común de las personas que acuden al recinto religioso.
En la misa del mediodía, el templo está lleno de devotas y devotos del santo que, de acuerdo con la tradición, debe ser puesto de cabeza “como castigo y presión” para conseguir una pareja casamentera.
Este año, son pocas las personas que acuden con figuras e imágenes del santo. Algunas mujeres jóvenes, en sus últimos 20 y primeros 30 llevan veladoras que colocan a los pies de la imagen de San Antonio que está en una capilla contigua a la nave central del templo.
Durante todo el día, Antonio Ojeda, junto con otros devotos paudanos, reparte pan en la puerta. A la gente que lo recibe se le pide una cooperación para el mantenimiento del templo, aunque no es obligatorio.
Antonio explica que dar el pan en la puerta del templo en el día de San Antonio de Padua, nacido, según la tradición, el 15 de agosto de 1195, es para recordar que el santo daba comida a los más necesitados.
Así, cuenta Antonio, su esposa, Rosario Moreno, fue quien comenzó con la costumbre hace 25 años. Este año, Rosario, dice su esposo con voz entrecortada, no pudo estar presente. Se recupera de un problema de salud que le impide acudir.
“El pan, como pueden ver, se da de manera general. El pan no cuesta nada. Viene la persona, pide un pan y es lo que cada quien quiera cooperar. Aquí (en el templo) hay gastos, hay inversión, y todo tiene un costo.
“Así se conmemora a San Antonio. Además, todos los martes vienen personas de escasos recursos y a esas personas se les dona un panecito y por ahí hay personas que les obsequian una moneda. Eso es parte del reparto de pan”, explica.
Antonio calcula que el día de San Antonio de Padua se reparten aproximadamente dos mil panes durante todo el día.
El pan no se desperdicia. El que queda se reparte al siguiente día a lo largo de las misas de la tarde o durante la semana, a la población más necesitada. Además, se da en una bolsa cerrada, son las medidas que obliga la pandemia de Covid-19, para conservar el producto lo más higiénico posible.
Antonio dice que él se dedica al reparto de pan desde hace 19 años. “Normalmente, el Jueves Santo, cuando se acostumbra la visita de las siete casas en Semana Santa, y el día de San Antonio, damos pan. Dios y San Antonio nos han dado la oportunidad de poder servir en la Cuaresma y en su día. El Jueves Santo repartimos más pan. Llegamos a los 3 mil 800”, abunda.
Recuerda que anteriormente había muchos paudanos que apoyaban en estas actividades, pero “se empezaron a ir”, quedan los que quieren conservar la tradición y recordar así a San Antonio. Los hijos de Rosario y Antonio también ayudan en conservar esta práctica.
Afuera del templo, Ramón instala su puesto con artículos religiosos. Por lo regular, lo hace afuera del templo de La Merced, pero se mueve en las fiestas patronales. Se instala poco antes de las 14:00 horas. Recuerda que el año pasado, en la fiesta de San Antonio, apenas vendió 200 pesos, y espera que este año las ventas mejoren.
Cuando la feligresía sale de la misa, se acerca al puesto de Ramón. Observa las diferentes imágenes religiosas y pregunta por el precio; también lo hace por el costo de las estampas, los rosarios y las medallas de diferentes santos. San Antonio y San Charbel, los más socorridos.
Dice que en otros templos, como El Carmen, es más complicado vender, pues los espacios son más reducidos.
Durante la pandemia, indica, sacaba poca mercancía, aunque sí la vendía, pues la gente se encomendaba a algún santo y buscaba las imágenes. Ramón corre hasta el otro lado de la mesa, donde dos mujeres mayores preguntan, al mismo tiempo, por dos santos.
Frente al puesto de Ramón, una banda musical se prepara para entonar Las Mañanitas a San Antonio de Padua. Cuando la música comienza los teléfonos celulares comienzan a grabar o hacer transmisiones por redes sociales. La gente comparte el momento con sus contactos y con otros devotos que no pudieron asistir este año.
Luego de cumplir con la devoción, los feligreses hacen una parada en los puestos de alimentos de la calle Ángela Peralta. Guajolotes, enchiladas queretanas, buñuelos, jarritos preparados, entre otros antojitos, hacen las delicias de quienes tras participar en misa y dar gracias por un favor recibido o pedir alguno, satisfacen el estómago.