Juan Pablo Jiménez Vega explica a la joven alumna la clase que imparte. La chica estudia teclado con el maestro de música desde hace 22 años. Destaca que durante el último año, por la pandemia, la gente valoró más las artes, en especial la música, algo sin lo cual la sociedad no puede vivir.

Con paciencia, Juan Pablo explica a la joven aprendiz cómo ejecutar el teclado. El bullicio de la calle, en el centro de La Cañada, no distrae a la chica que escucha con atención las indicaciones del maestro.

El salón está lleno de figuras de cartón. Las clases apenas hace poco se reanudaron de manera presencial para los alumnos que quieren aprender a tocar un instrumento musical.

Explica que su formación musical fue en el Conservatorio J. Guadalupe Velázquez, en Querétaro. En un inicio, cuando comenzó a dar clases, lo que define como una labor muy bonita, en el comienzo le costaba trabajo, le daban nervios, pero con el paso del tiempo y con la experiencia, tomó más confianza.

Señala que a los niños es muy sencillo enseñarles, pues esto se hace jugando, y aunque muchos no nacen con el don de la música, se trata de hacer amena la enseñanza, pues esta puede ser pesada.

“Mucha gente piensa que llega a estudiar música, se sienta y ya va a empezar a tocar, el teclado, por ejemplo, pero no. Requiere tiempo. Con los niños es jugando, poco a poco, para que sea divertido para ellos”, asevera. “También deberían de tomarnos en cuenta”, precisa.

Indica que ha dado clases de música en los cuatro niveles: preescolar, primaria, secundaria y preparatoria. De todos ellos, el más complicado es secundaria. “Es la época de la rebeldía, la edad de la rebeldía. Lo más ‘fácil’, preescolar, primaria y prepa. En la prepa, los que estudian música ya saben qué es lo que quieren”.

Su alumna sigue tocando el teclado, mientras su maestro conversa y recuerda sus clases. Dice que en preescolar el esquema es diferente, pues se enseñan las notas por colores, tratando de jugar. No llegan a dominar un instrumento en sí, pero es su iniciación musical, sembrando la semilla en ellos.

Juan Pablo confiesa que apenas hace dos meses reinició con las clases presenciales, pues por la pandemia todas las actividades se pararon. Él no tenía clases virtuales, fue detenerse por completo, por un año, hasta ahora que retoman poco a poco las clases presenciales.

En el último año, precisa Juan Pablo, se revaloraron las artes, en especial la música. “Se dice que la música es parte de la vida o la vida misma, porque sin ella no podemos estar en paz. El estado de ánimo de cualquier persona cambia mucho, y música hay para cualquier estado de ánimo.

En el último año sí, se extrañó mucho la música. Ojalá ahora se le de más importancia a la cultura, porque nos hará mucha falta”, precisa.

Se acaban las clases online; regresan maestros y alumnos a los salones de música
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Cerca, en otra aula de la Casa de la Cultura de La Cañada, Salvador Hernández Martínez coloca las cuerdas a una guitarra eléctrica. El también maestro de música interrumpe su labor. Desde hace dos años da clases de ese instrumento en La Cañada, aunque en un inicio era un instrumento que aunque llamaba la atención no era bien visto por la comunidad, por no ser un instrumento tradicional.

Señala, al igual que Juan Pablo, que en estos momentos se puede atender a muy pocas personas de manera presencial, aunque varios alumnos acudieron a buscar sus clases.

Salvador además fue maestro en la escuela de música Santa Cecilia, en La Cañada, durante seis años, donde muchos de los maestros son provenientes del Conservatorio de Querétaro.

Explica que ahí los métodos de enseñanza son los mismos, con técnicas iguales. Es una escuela muy completa.

En el salón de clases de Salvador hay además una batería y en una bodega, varias guitarras eléctricas y un teclado. Son los instrumentos que usan sus alumnos para las clases con su maestro, quien además forma parte de un grupo musical llamado “Injerto”.

“Es una agrupación en la que participo con mi hermano y un par de amigos. Es originaria de La Cañada y que tiene varios años de vigencia. Empezó con el género del rock. Actualmente estamos componiendo, porque nuestro propósito es hacer música propia. Nuestra música está inspirada en nuestra cultura, en la cultura de La Cañada, de nuestro pueblo.

Nuestras nuevas canciones están tomando este rumbo de los asentamientos, de nuestros monumentos históricos, tomando estos elementos, esta fusión, pues los integrantes hemos crecido personalmente y como ejecutantes del instrumento”, abunda.

Dice que uno de los sueños de este joven maestro de música es tocar con orquesta, para lo cual ya tienen algunas canciones, y el siguiente paso es grabarlas.

Chava coincide con Juan Pablo, en el sentido de que la gente, ante el confinamiento y la pandemia, encontró en la música un refugio frente a todo lo que estaba pasando a su alrededor.

Como maestro, indica, participó también en un proyecto en la comunidad indígena de Chitejé de Garabato, donde enseñó música a los jóvenes, quienes ahora siguen por su cuenta y ya formaron algunas agrupaciones musicales en su lengua materna, el otomí.

Los salones de clases de la Casa de la Cultura de La Cañada se han vuelto a llenar de notas musicales. Ellos son también maestros que dejan su alma en cada nota que enseñan.

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