Las bardas de las casas de los vecinos de la colonia Las Brujas lucen grafiteadas. La maleza oculta ropa, botellas de licor vacías y residuos fecales. La parte de atrás de las viviendas de la calle de Brujas, en la colonia del mismo nombre dan directamente a las vías del tren.
Son escasos 10 metros entre las vías y los muros. Desde las vías los patios traseros de los residentes de Las Brujas se pueden ver con facilidad, pues están por arriba de la mayoría de las bardas.
Miguel Aguilar Carrillo, escritor de profesión y oficio, además de vecino de la zona, camina por la parte de atrás de su casa. Para tener acceso a ese lugar, basta con caminar a un terreno baldío cercano, cuya barda luce un boquete y cruzar a un área llena de maleza, ropa sucia y desgarrada, así como numerosas botellas de caguamas y otras bebidas alcohólicas. Aderezan la escena heces fecales esparcidas aquí y allá.
Un hombre joven, con una mochila a la espalda, pasa por el lugar. No lleva camisa, pero se acerca bajo una planta.
En el suelo hay varias prendas de vestir. El hombre toma una camiseta, se la pone, y sale caminando en dirección a la calle de Roncopollo. Minutos después regresa por la misma zona. Deambula por las vías.
Miguel señala que es habitual ver a los migrantes en la zona. La mayoría van de paso, pero hay algunas personas que se quedan mucho tiempo en la zona, y que esas son las que preocupan a los residentes.
Dice que el lunes tuvieron una junta entre los vecinos de la calle de Brujas, en donde propusieron, entre varias cosas, hacer unas cartas dirigidas a las autoridades, porque no saben, en el caso de la vía del ferrocarril, si la responsabilidad es de Ferrocarriles de México, si el derecho de vía es federal, estatal o municipal, lo que investigarán y enviarán una carta a las autoridades competentes.
El propio Miguel ha sido víctima de esta inseguridad en la zona. El vidrio de una puerta que conduce a un pequeño cuarto en la azotea de su casa fue roto hace tres semanas, además de que la tubería de agua de su vivienda fue vandalizada.
El escritor muestra los daños en el vidrio. Muestra la tubería ya reparada y desde la azotea de su casa explica que todas las viviendas están interconectadas por los techos, por lo que alguien puede subir hasta una de las mismas y poder cruzar a otras viviendas.
“Hay un tema muy fuerte que es el descuido que tienen en el derecho de vía. Ahí se esconde mucha gente. Hay hasta pantalones, trastes y cosas así. Han empezado a subirse hasta las azoteas. No sé quién sea, ni los hemos visto. Otros (vecinos) han tenido pérdidas mayores. Hemos pensado en poner alambrada, son gastos. Yo no puedo culpar a nadie, no puedo decir que son los migrantes. Ellos tienen otras actividades, como conseguir dinero”, asevera.
Desde la azotea se puede ver, de otro lado de la vía, un fraccionamiento cerrado, con una malla ciclónica sobre la barda, que -dice Miguel- no ha sabido que se hayan cometidos robos.
Recalca que no puede juzgar o decir que son los migrantes quienes cometen estos actos, “porque a lo mejor es gente que viene de paso para esto…” Interrumpe la charla para señalar a un hombre que camina a un costado de la vía. “No parece que esté cortando camino. Parece que está observando”, subraya.
“José” otro de los vecinos de la calle de Brujas, dice que ha tenido contacto con los migrantes. Explica que le han dicho que muchas personas se llevan el cobre de las tuberías para venderlo y tener dinero para comprar algo de comer.
“Para nosotros es un riesgo porque están en nuestros techos. Empecé a ir a las vías a investigar cómo estaba el tema. La gente se me acercaba y me empezaban a platicar. Una persona me dijo que se empezaban a subir en las noches, cuando ya son horas de poca luz, y nos platicaban que había muchos nidos de indocumentados y de gente mexicana.
Cada vez vienen más (migrantes) y no les pueden hacer nada, a menos que los detengan en el momento. De hecho, vino alguien de la policía (municipal de Querétaro) que me dijo que no podía agarrarlos, a menos que estén cometiendo un delito”, abunda.
Explica que le revelaron que en ciertos puntos cercanos a las vías hay “nidos”, donde personas ocultan armas blancas. Agrega que durante el día vigilan las casas, para en la penumbra subir las bardas y meterse, todo bajo los influjos de las drogas.
Dice que aunque las autoridades policiales responde de manera oportuna, como vecinos se organizan. Tienen un grupo de WhatsApp donde se comunican cuando ven algo sospechoso, lo que les ha dado resultado.
“No basta (esta medida). Necesitamos que el gobierno nos apoye, porque no sólamente es esta zona, también es en Álamos. Es en toda esta zona. Aquí afecta más porque está oscuro. Somos presa fácil para que estos sujetos se suban”, precisa.
Los vecinos se despiden. Regresan a su hogares. Miguel se queda charlando en la calle con su vecino de a lado. Uno de los temas, la nueva luz sensible al movimiento que puso en la entrada de su domicilio, y la que pondrá en la parte de atrás, que irá acompañada de una alarma con sonido. Ninguna medida está de más.